Sergio Pascual: La disputa en Podemos dejó a Iglesias un «estigma autoritario» y Errejón claudicó al «bajar los brazos»
Considera que Yolanda Díaz es la única capaz de ensanchar las base de votantes y no los rostros asociados a este conflicto
El que fuera primer secretario de Organización de Podemos Sergio Pascual sostiene que no forjar suficientes mecanismos democracia interna al inicio «desangró» la organización, sumiéndola entre 2016 y 2019 en una disputada interna entre los afines de Pablo Iglesias e Íñigo Errejón.
Es más, opina que ese conflicto que provocó su cese, así como la salida de los errejonistas posteriormente, perjudicó más al ex secretario general al que se asoció con una imagen de «autoritario». Mientras, en el caso de Errejón cree que se equivocó al claudicar, «bajar los brazos» y no ser paciente para disputar el liderazgo del partido de forma abierta y formar otro partido (Más País).
Así lo plantea en su libro Un cadáver en el Congreso. Del sí se puede al no se quiere , en el que relata en primera persona la creación y auge de Podemos, así como las «cuitas internas» entre el sector pablista y errejonista hasta su cese como número tres del partido el 15 de marzo en 2016.
PODEMOS PAGA UN «PRECIO MUY ALTO» POR SU UNIFORMIDAD
Pascual concluye que su destitución abrió un «ciclo de declive» en el partido con la «fractura de dos amigos» (Iglesias y Errejón), cuyas visiones que se hicieron «irreconciliables» y con una sucesión de «purgas» que acabaron por «descapitalizar» a Podemos, que paga «muy alto el precio de la uniformidad». «Dejamos de ser un partido acogedor, para pasar a ser un partido inhóspito, cruel, en el que la disciplina (…) se imponía a sangre y fuego», apunta.
También revela que comentó a Iglesias, antes del congreso Vistalegre II que visualizó la pugna entre ambas facciones, que el «modo cruel» en el que se produjo su salida fue más perjudicial para la imagen del exlíder, pues ese «estigma de autoritarismo despiadado se adhirió» a él y lo «erosionó» a través de los «excesos de Robespierre» por parte de sus partidarios.
Mientras, a Errejón le cuestiona que optara por «bajar los brazos», «callar» ante su cese y no apostar por dar, ante las disputas internas, «la batalla en campo abierto» oficializando su corriente, pese a que ello implicara que fueran derrotados «sumariamente». Y desliza que esto llevó a Errejón al «ridículo» de intentar, en una «huida hacia adelante», disputar el control del partido pero no la secretaría general, con el intento «futil» de tratar desde la «fontanería» llevar a Iglesias a sus posiciones.
Además, considera que Errejón erró en 2019 al crear Más País y presentarse a las generales presuponiendo que mucha gente se trasladaría a esa formación, cuando en realidad Podemos había establecido «lazos de afecto y adhesión» que «no se desnudarían por una mera proclama de una nueva oda de transversalidad».
«La única vía que tenía Errejón para lograr su objetivo era esperar pacientemente, bien medirse con Iglesias en un congreso, bien esperar su retirada», reflexiona para sentenciar que Iglesias interpretó siempre mejor la dinámica política.
COMPRENDE QUE FUERA CESADO POR IGLESIAS Y LA POSTURA DE ERREJÓN
Sin embargo, afirma que con el tiempo ha llegado a comprender las decisiones de los dos. «Es comprensible ser cesado por un secretario general de un partido acosado por los distintos poderes del Estado y rodeado de una corte que ahogaba el debate y dibujaba en la discusión interna disidencias e incluso la mano de agentes enemigos. No deja de ser comprensible, por más que yo no estuviera de acuerdo, que Errejón a la luz del contexto poco democrático del partido (…) Claudicara, bajara los brazos y buscara el silencio y atajos para no dar la batalla de las ideas en campo abierto hasta que no fue demasiado tarde», resume.
SOLO DÍAZ PUEDE CRECER EN VOTANTES, NO LOS IMPLICADOS EN EL CONFLICTO
A su vez diserta que ninguno de los rostros asociados al conflicto puede ensanchar la base de votantes del espacio del cambio y que «solo su paso al costado» para dejar al frente a una figura «periférica» a esa pelea, como es la vicepresidenta segunda Yolanda Díaz, podría permitir de nuevo recuperar el espacio de la transversalidad, al proyectar «sensatez, solidez» y «firmeza ideológica».
En su libro, Pascual sitúa en verano de 2014 como el inicio de las tensiones en Podemos durante el transcurso de una reunión en Ávila con los principales dirigentes del partido para trazar la estrategia de cara al ciclo electoral que arrancaría en 2015, así como la estructura organizativa para su primera asamblea ciudadana.
«El Podemos perfecto desapareció ante mis ojos», describe el exdirigente para recalcar que en esa cita Iglesias demostró el «animal político» y logró una formación muy presidencialista, al asociar el éxito de la marca a su figura. A la contra, Errejón apostaba por un partido más coral y ser contrapeso como vicesecretario general, algo que no logró.
También quedó patente que el errejonismo logró una victoria al rechazar la alianza con IU que Iglesias quería para las autonómicas de 2015, pero ya intuyeron que eso les podía costar «caro». «El líder fuerte que proyectábamos públicamente lo era en la práctica. Y no se desafía al líder sin consecuencias», describe.
A la postre, ese debate evidenció, además de la disputa por la primacía interna, la «desconfianza insalvable» que comenzó a imperar con una «guerra fría» y de «empate catastrófico» entre ambas corrientes que marcaría la fractura de Podemos.
«Errejón intentó imitar la intuición, la crudeza y frialdad del liderazgo de Iglesias en el plano organizativo. Jamás lo logró», ahonda el ex número tres, que loa la «estirpe política» de Iglesias con una capacidad de anticipar escenarios para ganar posiciones y poder real frente a Errejón, más «ensayista» y «cegado» por sus hipótesis.
SE INSTALÓ EL «SECTARISMO» FRENTE A LA «RACIONALIDAD POLÍTICA»
Luego, describe que el «sectarismo» y el «matonismo» se instalaron en Podemos entre 2016 y 2019, donde las relaciones personales y de lealtad imperaron sobre «la racionalidad política». De hecho, despliega autocrítica de caer en esa dinámica, dado que políticamente coincidió mucho con Iglesia pero sus afectos estaban con la familia errejonista, cegado por esa dinámica interna.
«Cree el Estado de Derecho pero no fui capaz de ubicarme en él con la independencia que requería mi cargo», admite para añadir luego que uno de sus errores fue no dimitir antes de su destitución.
Por otro lado, explica que mediante un grupo de Telegram los errejonistas mostraban su discrepancia con la línea del sector pablista mediante un grupo de Telegram y que extractos «claramente ofensivos» con Iglesias y su gente de su confianza llegaron al exlíder del partido. Y al respecto apunta a que eso ocurrió presumiblemente porque el sector pablista pude leer ese chat interno dado que el ex secretario de Organización en Madrid Emilio Delgado en el ordenador de otro compañero (Miguel Vila).
Eso y el conflicto interno en Madrid entre ambas familias generó la narrativa a los pablista, que tenían otro grupo similar, de que se gestaba un «golpe de estado interno» a nivel nacional y «traición» por los «malvados errejonistas» que en realidad no existía, pero legitimó el «ataque relámpago» que derivó en su cese y no supieron anticipar
No obstante, recalca que Iglesias le comunicó el 15 de marzo de 2016 su decisión de relevarle «claramente conmovido» durante una reunión. De hecho, recalca que ambos han retomado una relación afable con el exvicepresidente.