Prisiones ordena cacheos entre las medidas de seguridad por Navidades, marcadas este año por la fuga de El Piojo
Instituciones Penitenciarias ha ordenado que se realicen cacheos de forma general, sorpresiva e intensa durante las próximas Navidades, unas fiestas que este año están marcadas por la reciente fuga de la prisión de Valdemoro (Madrid) de los hermanos Jonathan –conocido como El Piojo– y Miguel Ángel Moñiz.
El oficio de la Dirección General de Ejecución Penal y Reinserción Social con fecha de 16 de diciembre, al que ha tenido acceso Europa Press, se suma al que se comunicó hace dos días recordando las medidas de seguridad con vistas a extremar el control sobre las llaves, los accesos a dependencias comunes o revisar los sistemas de grabación y de alarmas, todos ellos elementos clave en la fuga de Valdemoro del pasado 5 de diciembre.
El organismo dependiente del Ministerio del Interior habla de realizar un «cacheo general en función de la mayor peligrosidad o conflictividad de los internos», explicando que se debe hacer «extremando la precaución» con medidas de seguridad y manteniendo el «carácter sorpresivo de la actuación».
Se ordena que esté presente el jefe de servicios supervisando los cacheos y que se disponga del «número suficiente de funcionarios, de tal manera que se garantice el rigor y la eficacia del cacheo».
La inspección se tiene que realizar en dependencias comunes y también en las celdas, tanto de los presos en régimen cerrado como los que están clasificados en segundo grado o régimen ordinario, con mención expresa a aquellos considerados «especialmente peligrosos y conflictivos».
Fuentes penitenciarias consultadas por Europa Press recuerdan que este tipo de medidas es habitual que se adopten al menos tres veces al año, ante las vacaciones de Navidad, Semana Santa y verano, aunque reconocen que ahora se ha tenido en cuenta la sucesión de fallos que propiciaron la fuga de los hermanos Moñiz –y la detención de un tercer preso– en la cárcel de Valdemoro.
El Piojo y su hermano accedieron al almacén de la planta baja del centro penitenciario, al parecer con una llave que habían fabricado. Según la investigación abierta, serraron los barrotes de las ventanas y salieron a un tejadillo, desde donde accedieron a las vallas, la última de ellas de siete metros, en una zona custodiada por la Guardia Civil.
Según las fuentes consultadas, las alarmas de seguridad de la prisión madrileña sonaron varias veces el día de la fuga, por lo que hay una investigación en curso para tratar de determinar los posibles fallos que pudieron desembocar en la huida de estos dos presos, buscados desde entonces, y que atesoran una veintena de detenciones ligadas a atracos y robos.