El opositor Yunior García insta a «olvidar colores políticos» y ponerse del lado de quien sufre en Cuba

Defiende el modo en que vino a España, ya que era «el enemigo número uno» del régimen, y dice que aún aquí le siguen vigilando

El opositor cubano Yunior García ha llegado a España con un mensaje muy claro que confía en que cale en la clase política: Cuba es una dictadura y por tanto hay que «olvidarse de los colores políticos» y ponerse del lado de los que sufren en la isla y no de sus «opresores».

«A mí el único ismo que me interesa es el humanismo», subraya en entrevista con Europa Press. «Hay que poner al ser humano otra vez en primer lugar, olvidarse de los colores políticos y las diferencias ideológicas y actuar con respeto a eso, a la persona», defiende.

En su opinión, «Cuba tiene que dejar de ser para el resto del mundo y para los políticos del resto del mundo un estandarte, una oración en un discurso, una frase para ganar votos». «Cuba tiene que ser vista como lo que es, un lugar donde hay seres humanos que están sufriendo y hay que ponerse del lado de los que están sufriendo y no de los opresores», reivindica.

García, fundador del movimiento opositor Archipiélago, se muestra «convencido» de que los acontecimientos de los últimos meses, con la represión de las protestas del 11 de julio primero y el fuerte despligue militar para disuadir las marchas opositoras convocadas para el 15 de noviembre después supondrán «un punto de giro».

«Lo que ha ocurrido ha sido evidente, no hay manera de ocultar la violación de los Derechos Humanos, la represión brutal y el rompimiento del Estado de derecho», defiende el dramaturgo, incidiendo en que el propio presidente, Miguel Díaz-Canel, dijo que «no había separación de poderes».

HAY QUE LLAMAR A LAS COSAS POR SU NOMBRE

«Si tiene el descaro de reconocerse a sí mismo como una dictadura el resto del mundo debería ver las cosas como son y llamar a las cosas por su nombre», recalca, al tiempo que deja claro que si el régimen «creía que ha obtenido una victoria» con su salida se equivoca. «No es el fin de la obra, sino el entreacto», subraya, usando un símil del mundo del teatro al que pertenece.

En este sentido, insiste en que su intención no es pedir asilo en España sino que quiere regresar y aclara que lo que no quería era «estar 20 años preso» o que le encerraran en su casa y trataran de silenciarle, como teme que iba a ocurrir después de que su domicilio apareciera rodeado el 14 de noviembre, día en que tenía previsto marchar en solitario por La Habana en preludio de la marcha cívica convocada para el 15N.

ASÍ FUE LA SALIDA

Poco a poco desvela más detalles de cómo fue su salida de Cuba. Según cuenta, el 12 de noviembre pidió el visado a España no tanto porque pensara marcharse sino porque creyó que lo iban a detener y pensó que serviría para que el Gobierno español se interesara por él. Sin embargo, todo se gestionó con rapidez y el 15 de noviembre le avisaron de que estaba listo.

Al día siguiente de madrugada, gracias a unos amigos, consiguió salir de su casa, junto a su mujer, y esconderse en otra vivienda a la espera de poder tomar por la noche un avión rumbo a España. El coche en que iban al aeropuerto se averió y hubo que empujarlo en dos ocasiones, la segunda de ellas frente a la sede del Consejo de Estado.

En ese momento reconoce que tuvo miedo, ya que pensó que todo podría tratarse de una trampa y que se había detenido allí para que lo arrestaran. Pero los militares que se acercaron, al ver que conducía un extranjero, ayudaron a empujar el vehículo y no se molestaron en comprobar nada. Finalmente consiguieron llegar al aeropuerto en un taxi.

Allí, según García, había un responsable de la Embajada española que acudió para cerciorarse de que no había ningún problema y subía al avión, cosa que hizo por la puerta trasera, para llamar menos la atención. «Hasta que no despegó no me sentí seguro, pensaba que todo podía ser una trampa y que el régimen me detendría y diría que estaba huyendo y nadie me apoyaría», admite.

«ERA EL ENEMIGO NÚMERO UNO DEL RÉGIMEN»

Frente a las críticas que la concesión del visado de turista ha suscitado, ya que a priori no se estaban concediendo, García recalca que en ese momento «era el enemigo número uno» del régimen y por tanto «no era un individuo común».

El dramaturgo acepta que su salida no haya sido comprendida por algunos opositores e incluso miembros de Archipiélago, pero insiste en que «Cuba no necesita más mártires sino pequeñas cosas que hagan una montaña de cambios» y eso es lo que busca hacer él ahora desde fuera, «haciendo todo lo posible para evitar que quienes están allá caigan presos y los que lo están que salgan».

García se muestra convencido de que incluso en España el régimen sigue sus pasos y no cree que sea una coincidencia que se haya nombrado justamente ahora al nuevo embajador cubano. El Gobierno nombró la semana pasada a Marcelino Medina González, hasta ahora vicecanciller, como su nuevo embajador en España.

«Madrid es después de Miami la ciudad con más presencia de cubanos y eso le preocupa al régimen», afirma, convencido de que el nuevo embajador llegará «con instrucciones claras».

En cuanto a los contactos mantenidos en los días que lleva en España no entra en muchos detalles, si bien deja claro que está abierto el diálogo «con quien sea». Respecto al encuentro que mantuvo con el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, dos días después de su llegada, se limita a decir que fue breve y que le «ratificó el compromiso del Gobierno con las libertades y los Derechos Humanos».

Así las cosas, defiende que «los políticos reaccionan a los estados de opinión, a lo que las masas determinan» por lo que apuesta mejor por «cambiar muchos estados de opinión, sobre todo en la gente más allá de los políticos» en lo relativo a Cuba y la dictadura que la gobierna.

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