Una proteína de pico más resistente explica la propagación más rápida de las variantes del coronavirus

Un nuevo trabajo del Hospital Infantil de Boston (Estados Unidos) ha analizado cómo cambia la estructura de las proteínas de la espiga del coronavirus con la mutación D614G, que llevan las variantes británica, sudafricana y brasileña, y ha evidenciado por qué estas variantes son capaces de propagarse más rápidamente.

En su trabajo, publicado en la revista Science , tomaron imágenes de los picos con microscopía electrónica criogénica (crio-EM), que tiene resolución hasta el nivel atómico. Descubrieron que la mutación D614G (sustitución de una sola «letra» de aminoácido en el código genético de la proteína de la espiga) hace que la espiga sea más estable en comparación con el virus original del SARS-CoV-2. Como resultado, hay más picos funcionales disponibles para unirse a los receptores ACE2 de nuestras células, haciendo que el virus sea más infeccioso.

En el coronavirus original, las proteínas de los picos se unían al receptor ACE2 y luego cambiaban drásticamente de forma, plegándose sobre sí mismas. Esto permitía al virus fusionar su membrana con la de nuestras células y entrar en ellas. Sin embargo, como ya detallaron en un estudio en julio de 2020, los picos a veces cambiaban prematuramente de forma y se deshacían antes de que el virus pudiera unirse a las células. Si bien esto ralentizaba el virus, el cambio de forma también dificultaba la contención del virus por parte de nuestro sistema inmunitario. «Como la proteína original de la espiga se disociaba, no servía para inducir una fuerte respuesta de anticuerpos neutralizantes», apuntan.

Cuando analizaron la proteína mutante de la espiga, descubrieron que la mutación D614G estabiliza la espiga al bloquear el cambio de forma prematuro. Curiosamente, la mutación también hace que las espigas se unan más débilmente al receptor ACE, pero el hecho de que las espigas sean menos propensas a deshacerse prematuramente hace que el virus sea en general más infeccioso.

«Digamos que el virus original tiene 100 espigas. Debido a la inestabilidad de la forma, es posible que sólo el 50 por ciento de ellos sea funcional. En las variantes G614, puede haber un 90 por ciento de ellas funcionales, por lo que, aunque no se unan tan bien, las posibilidades de infección son mayores», ejemplifican.

Así, proponen que las vacunas rediseñadas incorporen el código de esta proteína pico mutante. La forma más estable de la espiga debería hacer que cualquier vacuna basada en ella (como las de Moderna, Pfizer y Janssen) tenga más probabilidades de provocar anticuerpos neutralizantes protectores.

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