Una experta recomienda la frontoplastia para las personas que quieran reducir el tamaño de su frente

La doctora Beatriz Berenguer, especialista en Cirugía Plástica, Estética y Reparadora del Hospital Universitario La Luz, ha explicado que la frontoplastia se trata de una técnica que tiene como objetivo reducir el tamaño de la frente: «Básicamente, se trata de adelantar la línea capilar para que la frente expuesta se vea más pequeña».

En concreto, la intervención consiste en realizar una incisión en la línea capilar original del paciente. Tal y como ha señalado Berenguer, se hace en zigzag porque eso evita que, después, la cicatriz se retraiga. «Además, el ojo detecta peor las líneas quebradas que las rectas, por lo que esa cicatriz queda mucho más disimulada», ha indicado.

A partir de ahí, despegan el cuero cabelludo y lo relajan mediante unas incisiones especiales desde la parte de abajo del mismo.»De esa forma, lo convertimos en una especie de acordeón para poder avanzarlo hasta la línea que consideremos que sea una proporción y una forma adecuadas en la frente. Luego retiramos una tira de piel de la frente y avanzamos el cuero cabelludo, es decir, la línea capilar», ha añadido.

EL POSTOPERATORIO

La experta ha asegurado que, en general, el postoperatorio de una frontoplastia es «muy cómodo. Las pacientes me dicen que apenas tienen dolor».

En la recuperación, durante tres días, tienen que llevar un pequeño casco de venda y, una vez que se lo retiran, pueden hacer vida prácticamente normal. En ese sentido, Berenguer ha subrayado que la frente, y la cara en general, se hinchan poco, aunque, en ocasiones excepcionales, puede haber pequeñas zonas moradas que, por gravedad, se bajan a los párpados.

«La mayoría de las veces, cuando las pacientes se quitan el vendaje, el aspecto ya es normal. Además, como muchas llevan flequillo, se disimulan los puntos hasta que se los retiramos, que suele ocurrir a los 10 o 12 días desde la intervención», ha destacado.

Asimismo, durante un par de meses, las pacientes tienen menos sensibilidad en la parte de arriba del cuero cabelludo, sienten cierto acorchamiento, por lo que, hasta que se recuperan, deben tener cuidado con los secadores y las planchas, ya que, al notar todo menos, podrían quemarse.

Además, en los primeros seis-doce meses, tienen que proteger la cicatriz del sol: «A las pacientes que habitualmente llevan flequillo les recomendamos que lo mantengan un tiempo porque también les ayuda. A las que no lo tienen, les indicamos que se apliquen cremas protectoras hasta que la cicatriz vaya clareando», ha explicado Berenguer.

En general, la especialista ha destacado que lo que más preocupa a las pacientes es la cicatriz porque es larga y está en la cara, «pero, bien cuidada y cuando la técnica se conoce y se hace bien, porque la incisión hay que realizarla de una forma especial para que, luego, el pelo crezca lo más cerca de la cicatriz o incluso a través de la propia cicatriz, en la mayoría de los casos, queda muy disimulada».

En un reducido número de casos, sostiene, la cicatriz puede quedar un poco más clara, más blanca que la piel de la frente, algo que puede solucionarse «o bien con un poco de corrector o bien con tatuaje. Incluso, a veces se complementa con unos injertos capilares para que esos pelos queden lo más cerca de la línea capilar y se note lo menos posible», ha asegurado.

EMPEZÓ COMO UNA TÉCNICA DE REJUVENECIMIENTO

Berenguer, pionera en España en realizar frontoplastias, ha afirmado que a la gente le preocupa tanto el tamaño grande como el pequeño de la frente. En ese sentido, indica que, hasta hace relativamente poco, esta intervención «se llevaba a cabo más como una técnica de rejuvenecimiento, sobre todo para mejorar las arrugas de la frente, pero, desde la introducción de las toxinas botulínicas, esa indicación se redujo bastante».

Sin embargo, la experta empezó a identificar pacientes a quienes realmente no les preocupaba tanto ese rejuvenecimiento, sino las proporciones de la frente: «Tenían un complejo muy grande. Son personas a las que les han hecho bullying en el colegio por tener la frente muy grande. La mayoría de ellas lleva flequillo desde la infancia. Por supuesto, nunca se hacen coleta ni se retiran el pelo de la cara y, aun teniendo flequillo, les agobia el viento o mojarse el pelo al nadar o en el gimnasio», sostiene.

En su mayoría, el perfil del paciente es una mujer joven que, tras la adolescencia, «una etapa en la que es muy frecuente que le hayan hecho comentarios», añade Berenguer, empieza a tener el complejo. Además, «coincide con el momento en el que está formando su propia imagen. Luego, ya en la veintena, más o menos, se informan, empiezan a indagar si hay alguna solución para eso y, entonces, encuentran esta posibilidad».

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