Un programa reduce en un 30% el consumo de psicofármacos en pacientes institucionalizados con demencia

Un programa llevado a cabo en Arenys de Mar ha logrado reducir en un 30 por ciento el consumo de psicofármacos en pacientes institucionalizados con demencia, según se ha puesto de manifiesto durante el 25º Congreso Nacional de la Sociedad Española de Farmacéuticos de Atención Primaria (SEFAP).

En la ponencia Optimizando la adecuación de antipsicóticos en pacientes con demencia en residencias geriátricas , incluida dentro de la mesa redonda Contribución del farmacéutico de atención primaria a la mejora de la calidad asistencial , de la farmacéutica del Servicio de Atención Primaria Vallès Occidental de Barcelona, Mireia Massot.

El programa partió de la creación, por parte de los servicios de neurología, psicogeriatría y geriatría del Hospital de Mataró, conjuntamente con médicos y farmacéuticos de Atención primaria, de una guía farmacoterapéutica sobre el tratamiento farmacológico en los trastornos de conducta relacionados con la demencia.

Con esa guía como base, el médico de familia y el farmacéutico de atención primaria concertaron una entrevista con el médico y la enfermera de la residencia de la zona para llevar a cabo una revisión de la medicación de los pacientes institucionalizados de manera conjunta.

En la misma se ha puesto especial énfasis en los aspectos tratados en la guía, haciendo una revisión de la medicación centrada en el paciente y realizando una valoración 360 grados en la que se valoraba la fragilidad, la comorbilidad y si el síntoma por el que les había sido prescrito un medicamento continuaba o, por el contrario, los pacientes estaban estabilizados y se podía considerar su deprescripción.

«El número de psicofármacos consumido se redujo considerablemente en alrededor de un 30 por ciento, de 2,71 de media por paciente a 2,01 a los seis meses de la intervención. Esa reducción fue general en todos los psicofármacos, pero especialmente significativa en el caso de los antipsicóticos, donde alcanzó casi el 50 por ciento», ha explicado Mireia Massot, que ha añadido que esa reducción también se tradujo en un importante descenso en el coste de los planes terapéuticos.

Además, prosigue, los costos relacionados con los medicamentos antes de iniciar la intervención se situaban en una media de 2265,68 euros al mes por paciente. Un mes después de iniciado el trabajo esos costos ya habían descendido a 1720,77 euros, situándose en 1.539,90 euros a los seis meses, lo que supone una reducción de más de 700 euros al mes por paciente.

Los grandes beneficiados en último término fueron los propios pacientes. No en vano, ha señalado la farmacéutica de atención primaria, hay estudios que demuestran que los antipsicóticos utilizados a largo plazo en pacientes con demencia aumentan la mortalidad, y que la prescripción de muchos psicofármacos en pacientes con demencia también incrementa el riesgo de que empeoren los síntomas de la misma.

«En nuestro caso hablamos de pacientes de una edad muy avanzada, de alrededor de 85 años de media, por lo que la reducción de la mortalidad es difícil de medir a 10 años, así que el beneficio de deprescribir los psicofármacos se ve sobre todo en la reducción de los efectos secundarios asociados a estos medicamentos», ha explicado.

Para Mireia Massot, el hecho de que el consumo de psicofármacos, sobre todo de los antipsicóticos, se cronifique en los pacientes institucionalizados con demencia se debe a que muchas veces se asocian de forman errónea los trastornos de conducta de la demencia con un trastorno mental.

«Todo el mundo entiende que un antibiótico o un antiinflamatorio se toma por un corto periodo de tiempo, pero un antipsicótico se suele asociar a un tratamiento a largo plazo. Pero claro, cuando hablamos de un trastorno de la conducta este tratamiento debería ser por un periodo limitado en el tiempo. Si a los tres meses el síntoma está estabilizado, se debería tratar de deprescribir, precisamente porque es un síntoma, no se está tratando un trastorno mental, pero esa confusión hace que muchas veces se cronifiquen estos tratamientos», ha reflexionado.

Para la farmacéutica de atención primaria, los resultados del programa han demostrado que la participación del FAP en el mismo «es coste-efectiva y tiene beneficios para el paciente y el sistema», por lo que la acción se podría replicar en otras comunidades autónomas.

«El problema es el de siempre: los recursos. Tiene que haber farmacéuticos de primaria para hacerlo. En mi zona somos dos farmacéuticos de primaria y tenemos a alrededor de 4.000 pacientes en residencias. Al final es un tema de invertir en recursos y nosotras hemos demostrado que invertir en la figura del farmacéutico de atención primara ayuda a la sostenibilidad del sistema», ha concluido.

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