Un libro repasa el acoso de ETA a la prensa y el papel en la «batalla mediática» de Aizpurua, actual portavoz de Bildu

Kepa Aulestia, militante de ETA político-militar y luego uno de los dirigentes de formaciones como Euskadiko Ezkerra y Euskal Ezkerra, recoge en un libro el acoso de ETA a la prensa y el papel en la «batalla mediática» que protagonizó Mertxe Aizpurua, la que fuera directora del diario Gara y ahora portavoz de EH Bildu en el Congreso.

En ETA contra la prensa: qué significó resistir (editorial Catarata), Aulestia recoge diferentes posicionamientos de dirigentes de la izquierda abertzale, entre ellos Arnaldo Otegi, en los que difundían la teoría de que los periodistas en su mayoría ejercían como «agentes del conflicto» siguiendo las instrucciones del Gobierno central.

También menciona un artículo titulado La batalla mediática que firmó en el año 2000 Mertxe Aizpurua, entonces directora de Gara . En este artículo, con ETA activa, criticaba la «ofensiva» del Gobierno de José María Aznar (PP) para criticar el papel de la prensa porque, según ella, escribían «al dictado de lo que Interior provea».

«La batalla comunicativa del Gobierno del PP es la batalla del pensamiento único», continuaba Aizpurua, que concluía lamentando las «condiciones difíciles» a las que se enfrentaba el pueblo vasco, según ella, debido a que había «poderosos medios estatales frente a un pequeño pueblo que no dispone de soberanía ni para constituir su propio espacio radioeléctrico».

El libro también repasa las reuniones de delegaciones de la Asociación Mundial de Periódicos (WAN) o el Foro Mundial de Editores (WEF) con miembros del Gobierno y directores de periódicos en unas rondas en las que figuraba la propia Aizpurua, entre otros.

Por ejemplo, recoge que ETA, tras el alto el fuego de 2006, fue borrada «erróneamente» de las listas de amenazas contra la libertad de expresión en el mundo o que una misión de Reporteros Sin Fronteras recogió en un informe menciones a la «prensa españolista» o la «Brunete mediática», tras el asesinato del periodista José Luis López de Lacalle en el año 2000.

Era una época en la que revistas como Ardi Beltza , bajo el título Más de un centenar de periodistas hacen información según las directrices de Interior , llegaron a ofrecer el listado de 41 profesionales a los que acusaba de trabajar para los servicios policiales o militares.

OTEGI SOBRE EL ASESINATO DE LÓPEZ DE LACALLE

El asesinato del periodista José Luis López de Lacalle en el año 2000 lleva al autor del libro a recordar que un día después de aquel crimen Arnaldo Otegi, que ya entonces era líder de Euskal Herritarrok (EH), declaró que ETA acababa de «poner sobre la mesa que los medios de comunicación están planteando una estrategia informativa de manipulación y de guerra en el conflicto vasco».

«ETA no había reivindicado aún el atentado cuando Otegi concluyó que aquel asesinato contenía un mensaje de denuncia de una estrategia de manipulación y guerra, haciendo del victimario víctima y extendiendo la amenaza a quienes pudiesen sentirse concernidos por el señalamiento», argumenta.

En el libro se menciona también «la tardanza de Arnaldo Otegi en desligar a ETA de los atentados del 11-M de 2004 en Madrid», algo que, según el autor, «no ha encontrado explicación». «No fue capaz de desmentir la participación de ETA en la mayor atrocidad terrorista en suelo europeo hasta pasada la mañana», lo que en su opinión contribuyó a «alentar la tesis falsaria» del Gobierno de José María Aznar.

PULSIÓN FUNDAMENTALISTA

Kepa Aulestia reflexiona sobre el «acoso a la prensa» porque sostiene que revela hasta qué punto la convivencia en Euskadi fue «quebrada por la pulsión fundamentalista de quienes no eran capaces de admitir informaciones encabezadas por titulares que llamaran a las cosas por su nombre».

En ETA contra la prensa apunta el autor que es «lógico que quienes negaban la existencia misma de la democracia desde una concepción totalitaria de la verdad viesen en la libre circulación de noticias y opiniones al enemigo que perturbaba su sectarismo», admitiendo que esto fue así «salvo excepciones».

El libro se detiene también en la etapa del «declive etarra», acosada por los sucesivos golpes policiales y judiciales. «Arnaldo Otegi y Rufi Etxeberria, los dirigentes que tuvieron que hacerse cargo del declive etarra y aquellos que desde las cárceles se avinieron a secundar la operación, procuraron la unanimidad del grupo, temiendo que una escisión pudiese dar al traste con todo, incluida la izquierda abertzale».

Kepa Aulestia repasa que no cabían críticas a la organización terrorista. «Los dirigentes de la izquierda abertzale comprometidos en la operación, especialmente Arnaldo Otegi, tampoco podían expresar crítica alguna y mucho menos una declaración de condena a palabras o actos cuya autoría fuese de ETA o de sectores afines a la banda», sostiene.

Entre el repaso que hace de artículos y otras declaraciones públicas, el autor considera especialmente «hiriente» hacia la memoria de las víctimas y hacia el padecimiento de sus deudos que se llegara a «especular» con que algunos periodistas víctimas de ETA habrían seguido vivos si el juez Baltasar Garzón no hubiera actuado contra medios como Egin o Egunkaria .

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