Un estudio apunta que la peste bubónica tuvo un efecto a largo plazo en los genes de la inmunidad humana

Científicos de la Facultad de Medicina de la Universidad de Colorado (Estados Unidos) que han examinado los restos de 36 víctimas de la peste bubónica de una fosa común del siglo XVI en Alemania han encontrado la primera prueba de que los procesos adaptativos evolutivos, impulsados por la enfermedad, pueden haber conferido inmunidad a las generaciones posteriores de personas de la región.

«Descubrimos que los marcadores de inmunidad innata aumentaron su frecuencia en las personas modernas de la ciudad en comparación con las víctimas de la peste. Esto sugiere que estos marcadores podrían haber evolucionado para resistir la peste», explica el autor principal del estudio, el doctor Paul Norman.

En su estudo, publicado en la revista Molecular Biology and Evolution , los investigadores recogieron muestras de ADN de los huesos del oído interno de los individuos de una fosa común de la ciudad de Ellwangen, en el sur de Alemania, que sufrió brotes de peste bubónica en los siglos XVI y XVII. A continuación, tomaron muestras de ADN de 50 residentes actuales de la ciudad.

Compararon sus espectros de frecuencia (la distribución de variantes genéticas en una muestra determinada) para un amplio panel de genes relacionados con la inmunidad. Entre los habitantes actuales, el equipo encontró pruebas de que un patógeno, probablemente la Yersinia pestis que causa la peste bubónica, provocó cambios en la distribución de alelos para dos receptores de reconocimiento de patrones innatos y cuatro moléculas de antígeno leucocitario humano, que ayudan a iniciar y dirigir la respuesta inmunitaria a la infección. Un alelo es una forma variante de un gen.

«Proponemos que estos cambios de frecuencia podrían haber sido el resultado de la exposición a la plaga de Y.pestis durante el siglo XVI», detalla Norman. Los hallazgos son la primera prueba de que los procesos evolutivos, impulsados por el Y. pestis , pueden haber estado dando forma a ciertos genes relevantes para la inmunidad humana en Ellwangen y posiblemente en toda Europa durante generaciones.

Y dado que la peste atormentó a Europa durante casi 5.000 años, el estudio sugiere que estos genes de inmunidad pueden haber sido preseleccionados en la población hace mucho tiempo, pero recientemente se han seleccionado a través de eventos epidémicos.

«Aunque la letalidad de la peste es muy alta sin tratamiento, sigue siendo probable que determinados individuos estén protegidos o sean más susceptibles a la enfermedad grave a través del polimorfismo en los determinantes de la inmunidad natural. En este caso, cualquier cambio en las frecuencias alélicas que se produjera durante una determinada crisis epidémica podría ser evidente como adaptación genética y detectable en los individuos actuales», señala el estudio.

Simulaciones posteriores mostraron que la selección natural probablemente impulsó estos cambios de frecuencia alélica. «Creo que este estudio demuestra que podemos centrarnos en estas mismas familias de genes al examinar la inmunidad en las pandemias modernas. Sabemos que estos genes estaban muy implicados en el impulso de la resistencia a las infecciones», esgrime Norman.

El estudio también demuestra que, hasta ahora, por muy mortal que sea la pandemia, siempre hay supervivientes. «Arroja luz sobre nuestra propia evolución. Siempre habrá personas que tengan cierta resistencia. Simplemente no enferman y mueren y la población humana se recupera», remacha Norman.

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