Un año después de Idai , los damnificados no están preparados para un nuevo embate de la naturaleza

Las ONG insisten en la necesidad de reconstruir mejor para que las comunidades sean más resilientes frente al impacto del cambio climático

El 14 de abril de 2019 el ciclón Idai tocaba tierra en la ciudad portuaria de Beira, en Mozambique, y en su avance hacia el interior del continente africano dejó tras de sí una ola de destrucción tanto en este país como en Malaui y Zimbabue. Al menos 650 personas murieron y más de 1,8 millones se vieron afectadas. Ahora, un año después, la gran mayoría de ellos apenas reciben ayuda y no han podido rehacer sus vidas.

Seis semanas después de ese primer embate, el ciclón Kenneth , el más potente hasta la fecha en África, golpeaba la provincia de Cabo Delgado, en el norte de Mozambique, sembrando igualmente el caos y dejando cientos de miles de afectados. Ambos fenómenos, según el Centro sobre el Clima de la Cruz Roja, entran dentro de lo previsible «en un mundo donde el clima está cambiando» y en el que cabe esperar «tormentas más fuertes y destructivas».

Ambos ciclones, resume el jefe de operaciones en Mozambique de la Federación Internacional de la Cruz Roja (FICR), Rui Alberto Oliveira, «golpearon comunidades que ya se enfrentaban a los desafíos de las recurrentes inundaciones y sequías» y en las que la mayoría de la población dependía de la agricultura de subsistencia. Dado que ya no es cuestión de si habrá otro nuevo desastre sino de cuándo, desde la FICR defienden la importancia no solo de ayudar a los damnificados, sino de reconstruir mejor para reforzar la resiliencia de estas comunidades.

«UNICEF y otras agencias humanitarias se están preparando para el hecho de que estos fenómenos meteorológicos ocurrirán de manera más frecuente y agresiva en Mozambique», coincide la representante interina del Fondo de la ONU para la Infancia en el país, Katarina Johansson. «Por lo tanto, nuestro trabajo de reconstrucción incluye elementos para lograr que la población afectada sea más resiliente ante futuros desastres naturales», explica en un comunicado.

En Plan International coinciden en el análisis de la situación. «Además de la intervención humanitaria de primera respuesta, que salva vidas, es necesario financiar intervenciones para mejorar la resiliencia de las comunidades y el desarrollo de medios de vida más sostenibles, que aborden las causas profundas de la crisis actual en el sur de África», reivindica su director para el sur de África, Charles Businge.

FENÓMENOS METEOROLÓGICOS RECURRENTES

En realidad, como subraya Oxfam, Idai no fue sino uno más de los cada vez más frecuentes fenómenos meteorológicos que golpean el sur de África, donde en los cinco últimos años ha habido tres graves sequías, mientras que en la última década también ha habido tres graves inundaciones, incluidas las que afectaron Mozambique entre diciembre y febrero de este año en el norte y el centro del país, en zonas que se recuperaban del impacto de los dos ciclones. Aquellos agricultores que con mucho esfuerzo habían conseguido replantar sus cosechas perdieron todo de nuevo, lamenta la ONG.

La respuesta humanitaria inmediata tras los dos ciclones permitió a millones de personas acceder a comida, cobijo, agua potable y saneamiento, pero las necesidades no han desaparecido. Todavía hay decenas de miles de personas que viven en viviendas destruidas o dañadas o en refugios improvisados un año después tanto en Mozambique como en Zimbabue.

«La mayoría de las familias desplazadas por el ciclón Idai todavía viven en refugios temporales y no han podido volver a la normalidad en sus vidas», lamenta Buhinge.

«Pese a que los esfuerzos iniciales se enfocaron al establecimiento de refugios y alojamientos semipermanentes, ahora hay una urgencia mayor de distribución de alimentos. El impacto del ciclón unido a la crisis alimentaria está poniendo en graves riesgos de protección y de salud a las familias, especialmente a las niñas», alerta el responsable de Plan.

FALTA DE FONDOS

Pero los fondos siguen sin llegar. La ONU solicitó algo más de 450 millones de dólares para asistir a los damnificados por Idai y Kenneth en Mozambique y Zimbabue, pero hasta finales de febrero solo se habían recibido el 43 por ciento de los fondos. La falta de financiación está teniendo un impacto directo en los programas de asistencia para los afectados.

Así, la falta de fondos obligó en febrero al Programa Mundial de Alimentos (PMA) a reducir a la mitad las raciones para 525.000 personas que trabajan en los proyectos de reconstrucción tras el ciclón en la provincia de Sofala, la más dañada y, a menos que el dinero llegue este mes, la ayuda deberá ser suspendida.

«Para las personas a las que el ciclón puso patas arriba sus vidas, nuestros proyectos –granjas comunitarias, reparación de carreteras y puentes, reconstrucción de escuelas– son una fuente de esperanza», incide la directora regional del PMA, Lola Castro. «Este trabajo esencial debe continuar si queremos ver una recuperación real y duradera», previene.

Sin embargo, resalta Oxfam en su informe sobre las «barreras» que un año después impiden la recuperación, «sigue habiendo una necesidad urgente de reparar y reconstruir infraestructura esencial como escuelas, centros de salud, suministros de agua, carreteras y puentes para que la gente pueda acceder a servicios básicos y la economía local pueda comenzar a funcionar de nuevo».

También hace falta un mayor apoyo, según esta ONG, para que las comunidades de pescadores y agricultores consigan recuperar la producción y adaptarse al cambio climático. En el caso de los primeros, perdieron sus barcos y redes durante el ciclón, mientras que los segundos tuvieron que esperar meses a que remitieran las aguas por las inundaciones provocadas por Idai para poder volver a cosechar.

EMPEZAR DE NUEVO

Virgina Defunho lo perdió todo con Idai incluida su casa, su cosecha, sus pollos y la mayoría de sus posesiones. Con mucho esfuerzo, esta madre de siete hijos y su marido consiguieron plantar sus campos en diciembre, pero las inundaciones dañaron sus cosechas. Ahora, con la ayuda de un socio de Oxfam, que le ha suministrado herramientas y semillas, está intentando empezar de nuevo en un terreno alquilado en una zona más elevada.

«Lo más duro ahora mismo es la falta de comida», explica a Oxfam. «A veces me voy a la cama con el estómago vacío», añade, reconociendo que en ocasiones se siente «enfadada» porque su hijo más pequeño llora porque «quiere algo de comer».

«Si la vida fuera normal, tendría algunas cosechas que vender y conseguiría algún dinero y mi hijo mayor podría volver a la escuela», pero eso ahora no es posible. Virginia reconoce que a ella y su marido les preocupa el futuro «porque no sabemos cómo va a ser el tiempo o si cambiará a como era antes» de Idai . «Nos preocupa que llegue otro ciclón» porque «si viene por segunda vez, ¿qué será de nuestras vidas?», se pregunta.

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