Solidaridad en forma de barco-hospital para combatir la pandemia en la Amazonía brasileña
Las comunidades ribereñas de Amazonas están entre las más vulnerables del país por su aislamiento
Amazonas ha sido uno de los estados brasileños más afectados por el coronavirus. Sus características geográficas, con una gran extensión pero emplazado en la selva amazónica, hacen que sus pocos habitantes estén dispersos por el territorio, de modo que en «tiempos normales» ya sufren problemas de acceso a servicios básicos que ahora, en tiempos de pandemia, se han agravado. Por ello, World Visión y su socio local, la Iglesia Presbiteriana de Manaos, han recuperado su barco-hospital.
El Solidaridad partió a principios de julio desde Manaos, la capital de Amazonas, en una primera misión de una semana. Navegó doce horas por el río Solimoes hasta alcanzar el lago Sacambú, donde ha atendido a seis comunidades ribereñas.
No es la primera vez que el Solidaridad hace esa ruta. World Vision lleva más de 45 años en Brasil y trabaja en Amazonas desde hace 15 años con las poblaciones cercanas a ríos y lagos. «Con esta situación de la COVID-19, vimos la necesidad de volver a estas comunidades, que viven muy alejadas», cuenta el director de operaciones de la ONG en el país, Luis Corzo, en una entrevista concedida a Europa Press.
En «tiempos normales», explica, la vida de estas comunidades –muchas de ellas con población indígena– gira en torno a los ríos o lagos en cuyas orillas se establecen. Parte de sus ingresos proceden de los productos que obtienen del agua o de la selva y que después venden en los mercados locales, un viaje que aprovechan también para comprar aquello que no pueden conseguir del medio natural en el que viven.
«Para obtener recursos necesitan desplazarse hacia los centros más poblados pero, por las restricciones del coronavirus, estos medios de vida se han visto interrumpidos. Entonces, les afecta totalmente, no solo para tener dinero para poder desempeñar sus actividades normales, sino porque también tienen carencia de los servicios básicos a los que accedían normalmente», indica Corzo.
Otra potente fuente de ingresos para estas comunidades es el turismo, que llega a través del tráfico fluvial. «Dentro de las disposiciones gubernamentales, este tráfico está prohibido, a menos que sea para medios de subsistencia, por lo que los barcos que llevan comida y productos a otros pueblos pueden funcionar, pero el turismo no. Esto también dificulta», expone el responsable de World Vision.
«Todo esto les hace más vulnerables ante la pandemia», que en Brasil ya ha dejado más de dos millones de personas contagiadas, incluidas cerca de 77.000 fallecidas, lo que sitúa al país en segunda posición del ranking mundial de los más afectados por el coronavirus y en primera, a nivel regional. En Amazonas, la COVID-19 llegó más tarde, tras el foco inicial en las grandes poblaciones como Sao Paulo o Río de Janeiro, pero cuando lo hizo se produjo un aumento exponencial de casos y muertes.
«Amazonas pasó por un proceso crítico» donde la sanidad se saturó, recuerda Corzo. En ese momento, «el Gobierno apostó por invertir mucho en los servicios de salud y eso hizo que los servicios críticos, como las Unidades de Cuidados Intensivos, pudieran estabilizarse un poco», de modo que en ahora mismo «no hay un colapso pero sí hay presión»: «Realmente es una emergencia que, si no se maneja de la forma apropiada, podría generar bastantes problemas a las poblaciones de las riberas».
«CAJAS DE LA TERNURA»
En este contexto, World Vision estimó necesario volver a encender los motores del Solidaridad con dos objetivos. Por un lado, acercarles ayuda de emergencia y, por otro, recabar información sobre su situación real en medio de la COVID-19 para poder elaborar un mapa de las necesidades en estas zonas remotas y diseñar nuevos programas que puedan atenderlas, ya sea en solitario o con otros socios.
El Solidaridad , con una tripulación de 17 personas, entre médicos, enfermeros, dentistas, trabajadores sociales y personal técnico, ha repartido en esta primera travesía 600 cajas de comida con alimentos tradicionales de la dieta brasileña para que duren un mes, «dependiendo del uso que hagan las familias», y 600 kits de higiene, que contienen jabón, gel hidroalcohólico o toallitas para lavarse las manos y «material educativo para prevenir la propagación del virus».
También ha repartido 600 «cajas de la ternura», llamada así por la ONG porque «es la caja de la educación y de la protección a la infancia». «Contiene juegos, como rompecabezas, otros juegos didácticos muy enfocados al área de salud –cómo prevenir infecciones–, y cuadernos y rayuelas para colorear», detalla Corzo. Para quienes puedan conectarse a Internet, añade «un paquete de links» también de contenido educativo.
El cooperante de World Vision reivindica esta especial atención a la infancia, no solo porque esté en la «naturaleza» de la ONG, sino porque la pandemia también «ha interrumpido los medios de vida de los niños», privándoles de la educación y de «salir a jugar a la calle, como hacían antes», por lo que «su desarrollo se ve interrumpido» igualmente. Esta caja está destinada a «garantizar que el futuro de la población, que son los niños, puedan continuar con su desarrollo de la mejor forma», destaca.
Un elemento esencial de dicha caja es el «calendario de la ternura», «con 15 días de actividades donde los niños y los padres pueden realizar actividades de integración e interacción familiar para disminuir los efectos del estrés» por la pandemia.
En Brasil, al igual que en numerosos países, el coronavirus ha propiciado un aumento de la violencia en los hogares, ya sea por el mismo confinamiento o por las dificultades económicas y, aunque se dirige principalmente contra la mujer, «ya sabemos que cuando hay violencia de género los niños también sufren», comenta.
NUEVAS TRAVESÍAS
Junto a las cajas, había personal sanitario que se ha dedicado a «realizar monitoreos de salud» para poder hacer evaluaciones tanto en relación con el coronavirus como de otras «necesidades adicionales», ya que «las otras enfermedades no paran». «Los datos se van a reportar en una base para hacer los análisis y poder comparar con la media nacional, (…) con quienes viven en centros poblados o urbanos», señala.
Interrogado sobre cuáles son sus previsiones, Corzo augura «tiempos complicados» para estas comunidades remotas. «Los datos que van a arrojar son bastante preocupantes, principalmente en el acceso a la generación de ingresos y en el acceso a alimentos», mientras que «probablemente los niveles de contagio del virus vayan a ser menores porque están más aislados», opina.
Ante este panorama, Corzo avanza que la intención de World Vision y la Iglesia Presbiteriana de Manaos es hacer al menos otros tres viajes más con Solidaridad a través de los ríos Solimoes y Negro y «poder llegar a áreas mucho más remotas y mas extensas».
Entre sus posibles destinos está la frontera entre Brasil y Colombia, aún más alejada y con un «movimiento pendular» de población, con todos los riesgos que esto conlleva en el marco de la pandemia. Dado que World Vision opera en los dos lugares, «estamos viendo cómo poder integrar una acción regional para poder llegar a este punto», revela.
Hasta ahora, «la aceptación ha sido muy buena», tanto por parte de las comunidades ribereñas, con las que World Vision y la Iglesia Presbiteriana de Manaos llevan trabajando tantos años que prácticamente «crecieron» con ellas, como de las autoridades, que ven a ambas organizaciones como «un brazo ágil» para alcanzar a los más apartados.