Padecer gota aumenta de forma directa el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, según experto

El reumatólogo Mariano Andrés Collado, del Hospital General Universitario de Alicante, ha advertido de que padecer gota aumenta de forma directa el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, tales como infarto de miocardio, ictus, insuficiencia cardíaca, entre otras, incrementándose un 30 por ciento el riesgo de fallecer por causa cardiovascular solo por padecer gota.

Asimismo, asegura el experto, esta patología aumenta el riesgo de ictus tanto como la diabetes. «Esto se debe a múltiples factores relacionados con el efecto directo de los niveles altos de ácido úrico, la inflamación que generan los cristales formados en las articulaciones, o la toma frecuente de antiinflamatorios (por ejemplo, diclofenaco) para los ataques. Mecanismos similares también explicarían la comorbilidad renal», ha señalado.

De esta forma se ha expresado durante su participación en el X Curso SER Reumatopics . En esta línea, ha expresado que las personas que tienen gota pueden presentar peor calidad de vida y una supervivencia reducida en comparación con la población general, debido a problemas vasculares y renales; además, la hipertensión arterial y la hipercolesterolemia también son muy habituales en estos pacientes, según el experto. Con todo, aclara que «resulta sencillo reducir el riesgo, siempre que los pacientes con gota sean constantes en la toma de los medicamentos recomendados por su reumatólogo y sigan una vida sana en la que mantengan una dieta mediterránea, controlen el peso corporal y realicen deporte de forma regular».

Así, ha recordado que las personas que padecen gota pueden sufrir episodios de dolor intenso articular que frecuentemente les impide dormir, caminar o hacer sus actividades durante unos días. Dichos ataques se producen por tener el ácido úrico elevado, lo que lleva a la formación de cristales en las articulaciones. «Afortunadamente, estos episodios son bastante esporádicos durante muchas fases de la enfermedad, estando entre ellos más o menos asintomáticos, de manera que solo cuando la elevación del ácido úrico se mantiene en el tiempo y no se trata adecuadamente pueden aparecer ataques muy frecuentes o incluso dolor crónico», asegura el doctor.

En cuanto a la dieta en la gota, el doctor Andrés insiste en que «el objetivo no debe ser evitar la toma de alimentos ricos en purinas, como popularmente se recomienda, sino conseguir un beneficio cardiovascular, por lo que debe basarse esencialmente en frutas, verduras, legumbres, pescado azul, en menor medida carnes blancas, y todo regado con aceite de oliva». También recuerda que «el tomate resulta muy adecuado para quien padece gota».

GUÍA DE PRÁCTICA CLÍNICA PARA EL MANEJO DE PACIENTES CON GOTA

La inclusión del papel de los profesionales de Enfermería o la opinión de los pacientes son algunas de las novedades que se han introducido en la actualización de la Guía de Práctica Clínica de la SER para el Manejo de pacientes con gota en cualquier nivel sanitario.

«La Guía de Práctica Clínica de la SER, actualizada en 2020, recuerda que en todo paciente con gota se debe alcanzar un nivel de urato en sangre menor a 6mg/dL. Estos niveles permiten que los cristales se disuelvan y, a la larga, desaparezcan de las articulaciones. Cuando ya no hay cristales en las articulaciones, la gota se puede considerar curada. Además, por primera vez recomienda ser más exigentes en el objetivo (urato menor a 5mg/dL) en pacientes con gota grave, ya que los cristales desaparecen más rápidamente», ha recordado la doctora Francisca Sivera Mascaró, reumatóloga del Hospital Universitario de Elda, durante su ponencia.

La doctora Sivera también ha subrayado que se han establecido preferencias para la primera línea de tratamiento y se han incorporado nuevos datos de seguridad cardiovascular de los tratamientos hipouricemiantes. Además de «recoger por primera vez la ecografía, como método para detectar los cristales de urato en las articulaciones, ya que utilizarla en el seguimiento permite valorar mejor la respuesta del paciente al tratamiento», ha señalado la especialista, para quien todavía queda trabajo por hacer e investigar. «Por ejemplo, tenemos pendiente desarrollar estudios que comparen estrategias de tratamiento, sobre todo a largo plazo, y nos permitan determinar el mejor medicamento (o combinación de medicamentos) en cada escenario, así como el objetivo de tratamiento que debemos elegir en cada paciente», ha concluido.

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