Ofrecer variedad de verduras a los niños es la clave para que estos la acepten, según un estudio
Ofrecer una gran variedad de verduras a los niños podría ayudar a que estos la acepten y por tanto incrementar su consumo, a tenor de los datos obtenidos en un pequeño estudio realizado por investigadores australianos que pretendía solventar el problema del escaso consumo de verduras en la población infantil.
Se trata de un estudio publicado en el Journal of Nutrition Education and Behaviour , editado por Elsevier y liderado por la experta Astrid A.M. Poelman, del área PhD, CSIRO Agriculture & Food , Sensory, Flavour and Consumer Science en North Ryde (Australia).
«En Australia, las guías dietéticas para el consumo de verduras para los niños han crecido, aunque el verdadero consumo es bajo», ha señalado Poelman. La aversión infantil hacia las verduras es la principal causa por la cual sus padres dejan de ofrecérsela, por lo que este estudio es una estrategia efectiva para los padres que quieren paliar esta deficiencia alimentaria.
El estudio reunió a una muestra de 32 familias con niños de entre cuatro y seis años donde el consumo de verduras era bajo. Los padres completaron una encuesta online y asistieron a una reunión informativa. Después, se crearon tres grupos: niños a los que se les daba siempre la misma verdura, niños que recibían una gran cantidad y variedad de verduras, y un grupo donde los hábitos de consumo de alimentos no cambiaron.
Los datos del estudio se han recolectado de diversas maneras: dos cenas en las que los niños podían comer tanto como quisieran de brócoli, coliflor y judías verdes; cambios en el consumo de verduras en casa o la escuela registrado a través de diarios alimenticios; y padres que registraban su consumo de verduras usual.
Las estrategias del ofrecimiento de verduras eran realizadas por los propios padres. Las familias que introdujeron una sola verdura sirvieron brócoli, mientras que las familias que probaron la variedad dieron a sus hijos brócoli, calabacines y guisantes.
A los padres se les dio un vale para comprar las verduras e instrucciones en torno a la cantidad de verdura que tenían que ofrecer, así como sobre la manera de cocinarla. Así, a los niños se les sirvió una pequeña pieza de verduras tres veces a la semana durante cinco semanas y, cada vez que los niños comían una verdura, se les daba una pegatina.
No había diferencia entre los grupos al principio del estudio. En la cena, durante la cual los niños comían con sus padres presentes, no se incrementó el consumo, debido quizás a la falta de costumbre. La aceptación de verduras se incrementó para los grupos donde solo se comía un tipo de verdura y donde la variedad era múltiple.
Las familias que ofrecían múltiples verduras registraron un incremento en el consumo, mientras que no había cambios en la frecuencia dentro de las familias que servían una sola verdura o aquellas donde no se habían alterado las costumbres alimenticias. Así, aumentó la aceptación de gran cantidad de verduras durante estas cinco semanas del estudio y se prolongó a un seguimiento de tres meses. Al seguir el estudio, los padres afirmaron que ofrecer verduras era «muy fácil» o «bastante fácil» si se siguen las pautas del informe.
Poelman recomienda que «mientras la cantidad de vegetales ingeridos aumentaron durante el estudio, la cantidad no seguía parámetros dietéticos, aunque el estudio mostró que la estrategia de la variedad era más exitosa para aumentar el consumo que la de ofrecer un solo tipo de verdura».