Morales, a por su cuarta reelección en Bolivia con un resultado incierto

El presidente ha perdido respaldos tras optar a un nuevo mandato pese a que los bolivianos descartaron esta opción en referéndum

LA PAZ, 17

Evo Morales Ayma (Orinoca, 1959) busca su cuarta reelección tras gobernar Bolivia por casi 14 años. El antiguo pastor de llamas, entrenador de fútbol, duro sindicalista y presidente desde 2006 se enfrenta a los comicios más inciertos desde que llegó al poder.

Enfrente tiene a una oposición fortalecida y que podría forzar una segunda vuelta por primera vez en 17 años. Por eso ha endurecido su discurso recientemente, alertando de las consecuencias de un cambio de Gobierno.

«Votar por la derecha es votar para que vuelva el Fondo Monetario Internacional. Donde ha vuelto el FMI, como en Argentina, ha crecido la pobreza y desigualdad. Imagínense lo que está viviendo Ecuador, otra vez paquetazo del FMI. Lamento mucho que algunos gobiernos y presidentes se sometan a esos organismos financieros que representan al sistema capitalista», advirtió durante un reciente acto en Oruro.

Morales llegó al Gobierno la pasada década dispuesto a cambiarlo todo en Bolivia, tras convertirse en el primer dirigente indígena del país. Había construido su carrera política en torno al activismo, tras haber nacido en una familia de agricultores de etnia aymara y haberse pasado los estudios trabajando como panadero e incluso músico trompetista.

Su vida cambió en los 80, cuando ingresó en la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia, entrando a dirigir, en los 90, las federaciones cocaleras de Cochabamba.

Su nombre comenzó a ser conocido tras enfrentarse al Gobierno de Hugo Bánzer, por la decisión de este de cortar los cultivos de coca, una planta que Morales considera importante en la cultura ancestral indígena.

Desde entonces, su carrera fue imparable. Se convirtió en diputado en 1997, forzó una segunda vuelta en las presidenciales de 2002 y ganó finalmente las de 2005, tras protagonizar protestas en contra del ex mandatario Carlos Mesa, ahora su rival en las urnas, en reclamo de la nacionalización de los hidrocarburos, algo que finalmente llevó a cabo en sus primeros meses de Gobierno.

LA BUENA SITUACIÓN ECONÓMICA, SU MEJOR BAZA

Entre los éxitos más reconocidos de Morales están la emancipación de los pueblos indígenas y la construcción de carreteras en un país que tenía algunas de las vías más vetustas del continente. Pero, sobre todo, Morales basa su popularidad en la marcha de la economía.

«Bolivia es el país de Sudamérica que más ha crecido en los últimos 15 años, de forma sostenida, junto con Perú. Su PIB ha aumentado en promedio más del 4 por ciento en ese tiempo, consiguiendo una reducción brutal de la pobreza y la desigualdad, algo que no se había logrado antes en la misma magnitud», comenta Mario Torrico, analista boliviano de la FLACSO de México.

El 63 por ciento de los bolivianos vivía por debajo de la línea de la pobreza en 2002 y ahora la cifra se ha reducido al 35 por ciento, según el Banco Mundial. El presupuesto en salud ha aumentado más de un 170 por ciento, mientras la mortalidad infantil se ha reducido un 50 por ciento y la desnutrición un 14 por ciento, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Por eso Morales ha basado su programa en el continuismo, con el objetivo de completar lo logrado en casi 14 años de Gobierno, apostando, eso sí, por una mayor industrialización, algo obligado por la bajada en precios del gas.

Pero la matriz económica de Morales ha sido también criticada, por ser extractivista . «Es un modelo profundamente depredador de la naturaleza, lo cual entra en contradicción con su discurso de defensa de la madre tierra y con la idea de que su apego a la agenda indígena lo llevaría a políticas de preservación de la naturaleza», expone Torrico.

La otra pata que sostiene a Morales es su popularidad en las zonas rurales. «El voto campesino es casi 100 por cien a Evo y en Bolivia es muy importante, porque alrededor del 40 por ciento de los electores están en el área rural», añade el analista.

UNA POPULARIDAD EN DECLIVE

Pero Morales ya no es tan popular como antes. Su decisión de insistir en optar a un cuarto mandato, a pesar de que la Constitución, que él mismo promovió hace una década, prohíbe ser presidente por más de dos periodos consecutivos, está haciendo mella en su candidatura.

Sobre todo, después de que el líder aymara perdiese, en febrero de 2016, y por escaso margen, un referéndum con el que pretendía validar, mediante el voto popular, su postulación a un nuevo mandato. Sin embargo, un polémico fallo del Tribunal Constitucional en 2018 permitió su candidatura, apelando a sus Derechos Humanos.

«Sin duda eso cayó muy mal en la gran mayoría de la población boliviana, ya que se percibe que el voto soberano no es respetado y que los signos de autoritarismo son cada vez más fuertes. El no reconocimiento a los resultados del referéndum es la gota que rebasa el vaso y que hace que el MAS pierda la mitad de su militancia fiel, su voto duro», considera el analista político Jorge Dulon.

«A Morales se le critica también por una gestión pública permeada por escándalos de corrupción y la innegable presencia del tentáculo del narcotráfico, así como situaciones de uso excesivo, si no abusivo, de la autoridad, y control e injerencia en los órganos de poder del Estado», analiza por su parte Ludwig Valverde, presidente del Consejo de Politólogos de La Paz.

También los recientes incendios en la Chiquitania boliviana, que habrían acabado con más de cuatro millones de hectáreas, según la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN), están pasando factura a Morales, sobre todo después de la modificación de un decreto, en julio, que acabó autorizando el desmonte de tierras en dos departamentos afectados.

Tanto los fuegos, como la decisión de construir una carretera por el territorio indígena y parque nacional del Tipnis, ha enfrentado al presidente con varios sectores de los pueblos originarios bolivianos.

«Buena parte de los dirigentes indígenas están contra Morales. No así los campesinos, y es una diferencia importante. Indígenas no son igual a campesinos. En términos raciales y de lengua son los mismos, pero los campesinos producen para el mercado y los indígenas para autoconsumo. Los campesinos viven en las lindes de las ciudades y los indígenas en sus comunidades. Y Morales es un dirigente campesino, no un dirigente indígena. Nunca lo fue, y esta tensión sí se ve clara hoy en día», comenta el analista Torrico.

Varias encuestas publicadas recientemente sitúan a Morales a unos diez puntos de su rival, el opositor Carlos Mesa, pero sin el porcentaje de votos suficiente como para evitar la segunda vuelta. El primer presidente indígena se enfrenta a las elecciones más inciertas desde 2002.

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