Los refugiados etíopes huyen sin nada de Tigray para encontrarse «en la nada» en Sudán

La ONU prevé que hasta 200.000 etíopes busquen refugio en el país vecino en los próximos seis meses

Los refugiados están durmiendo al raso y apenas cuentan con la asistencia necesaria

Más de 33.000 etíopes han cruzado la frontera con Sudán en poco más de una semana para escapar del conflicto que enfrenta al Ejército etíope con las fuerzas del Frente Popular de Liberación de Tigray (TPLF) en la región del mismo nombre. Quienes huyen, entre ellos muchos niños, lo hacen sin apenas nada para encontrarse en unas condiciones que no son las adecuadas y sin la ayuda que necesitan.

Desde la ONU y las ONG advierten de que dado el flujo continuado de llegadas, unas 4.000 al día, las autoridades sudanesas se están viendo desbordadas y pese a los esfuerzos de las organizaciones humanitarias, las necesidades están muy por encima de la capacidad de atenderlas.

«Muchos de los refugiados dejaron atrás a hijos y parientes. No tuvieron tiempo de reunir a su familia y marcharse juntos», relata el coordinador humanitario de la ONU en Sudán, Babacar Cissé. «Llegaron a los campamentos tras haber caminado durante varios días, exhaustos y sin nada», subraya.

Cissé ha llevado a cabo una misión de dos días con los jefes del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR), el Programa Mundial de Alimentos (PMA), UNICEF y el Fondo de la ONU de Población (UNFPA) para evaluar la situación de los campos de refugiados en el sureste de Sudán. «Ver a familias y niños durmiendo a la intemperie fue desgarrador», reconoce en un briefing con periodistas.

Muchos de quienes huyen son hombres jóvenes que han contado al personal de la ONU que habían sido atacados por combatientes armados. Uno de ellos caminó durante dos días y vio como dos de sus familiares eran asesinados. Otro, médico de profesión, tuvo que dejar a su familia atrás y ahora está tratando a otros refugiados.

Según Cissé, la ONU estima que unos 200.000 etíopes podrían cruzar hacia Sudán en los próximos seis meses. Por ello, ya se está trabajando en un plan de respuesta que estará finalizado en los próximos días y se está preparando el envío de comida suficiente para 60.000 personas.

«Hemos conocido a profesores, enfermeras, oficinistas, agricultores y estudiantes a los que (el conflicto) les pilló completamente por sorpresa. Muchos huyeron solo con lo que llevaban puesto y luego tuvieron que caminar durante horas y cruzar un río para buscar seguridad en Sudán», subraya por su parte desde Ginebra el portavoz de ACNUR, Babar Baloch.

Están llegando a «zonas remotas con muy poca infraestructura» y «las necesidades son enormes, pero hay habido cierto progreso a la hora de cubrirlas a medida que está llegando más asistencia a la frontera», asegura. «ACNUR necesita apoyo inmediato de los donantes para ser capaz de continuar asistiendo al creciente número de refugiados», advierte.

«LA GENTE DUERME AL RASO»

Su relato de la situación coincide con el del director del Consejo Noruego de Refugiados (NRC) en Sudán, Will Carter. «La gente está durmiendo al raso. No hay tiendas de campaña, solo mantas. Hay algo de comida, como gachas y agua, pero no hay letrinas, duchas o servicios de salud», destaca en un comunicado. «Están llegando esencialmente con nada a la nada», ilustra.

NRC trabaja en el campo de refugiados de Um Raquba, en el estado de Gadarif, donde han sido instalados ya unos 5.000 refugiados. En él, según Carter, «hay mujeres embarazadas, diabéticos sin insulina, personas que tienen VIH/sida sin atención médica y niños sin padres». «Es un momento profundamente traumático y deprimente para muchos», reconoce.

Además, algunos llegan heridos y son atendidos en la frontera y muchos lo hacen profundamente afectados por lo vivido. «Los refugiados nos han contado que están preocupados por sus familiares en Tigray, ya que no pueden contactar con ellos porque las comunicaciones están interrumpidas», explica Carter. «Otros nos han contado desgarradoras historias tras haber sido testigo de personas asesinadas, lo que ha empujado a muchos a huir», agrega.

«Las necesidades en esta crisis son inmensas», subraya el responsable del NRC, que prevé comenzar a repartir dinero en efectivo en los próximos días a las familias de refugiados con el fin de que pueda adquirir bienes básicos en los mercados locales. «Los donantes tienen la oportunidad ahora de estar con el Gobierno de Sudán y el pueblo de Etiopía y liberar urgentemente dinero y ayudar a salvar miles de vidas», advierte.

RIESGO DE LA COVID-19

Por otra parte, Cissé reconoce que uno de los aspectos que más preocupan es el de la higiene, dado que las llegadas continúan, pese a que una vez en los campamentos los refugiados pueden acceder a agua limpia y jabón, además de recibir comida, y se está trabajando para construir más letrinas.

Tigray es la tercera región de Etiopía más afectada por la COVID-19, por lo que preocupa que el desplazamiento de personas ocasionado por el conflicto provoque una propagación del virus. Según Cissé, los refugiados llegan sin mascarillas o otro tipo de protección frente al coronavirus, de ahí el que se esté procediendo a su reparto. Sin embargo, por el momento no hay capacidad para realizar test.

También preocupa la situación dentro de Tigray, donde la interrupción de las comunicaciones está impidiendo conocer el impacto que están teniendo los combates y bombardeos.

«La ONU sigue estando gravemente preocupada por la seguridad de los civiles que podrían estar atrapados en el conflicto y por cómo las carreteras bloqueadas están impidiendo la entrega de ayuda humanitaria a quienes la necesitan», señaló este jueves el portavoz de Naciones Unidas, Stéphane Dujarric.

«Naciones Unidas, junto con sus socios, sigue identificando los suministros existentes y el personal para desplegar en la región una vez se garantice el acceso», aseguró, pidiendo una vez más a las partes enfrentadas, el Gobierno etíope y a las fuerzas del Frente Popular de Liberación de Tigray (TPLF), que «permitan acceso humanitario inmediato, libre, seguro y sin restricciones».

Dentro de Tigray, además del número creciente de desplazados –cuya cifra se desconoce por ahora– preocupa particularmente la situación de los 96.000 refugiados eritreos que residen en cuatro campos en esta región. «ACNUR no tiene noticias de su persona desde el lunes. Estamos muy preocupados», indica Baloch.

«Los refugiados eritreos dependían completamente de la asistencia, incluida comida y agua, antes de que estallara el conflicto y preocupa mucho que la continuación de las hostilidades afectará drásticamente los servicios en los campos», advierte el portavoz de ACNUR, ya que solo se repartieron raciones hasta finales de noviembre.

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