Los efectos de la COVID-19 en la tiroides siguen presentes después de un año, según un estudio
Los efectos de la COVID-19 en la glándula tiroides siguen presentes después de un año, según un estudio liderado por la doctora Ilaria Muller y sus colegas de la Universidad de Milán (Italia).
El estudio, que se presentará durante el 24º Congreso Europeo de Endocrinología, que se celebrará el 23 de mayo de 2022 en Milán, siguió a pacientes con disfunción tiroidea relacionada con la COVID-19 durante un año, para caracterizar mejor dicha afectación tiroidea y seguir su evolución en el tiempo.
Durante la COVID-19 de moderada a grave, la aparición de tiroiditis (inflamación de la glándula tiroides) desempeña un papel importante en la disfunción tiroidea, además de otros mecanismos bien conocidos que actúan principalmente sobre el eje hipotálamo-hipófisis-tiroides.
El desequilibrio hormonal suele ser leve, pero aumenta en los casos graves de COVID-19. La función tiroidea es crucial para el metabolismo, el crecimiento y el desarrollo del cuerpo humano.
Al liberar continuamente una cantidad estable de hormonas tiroideas en el torrente sanguíneo, contribuye a la regulación de numerosas funciones corporales. La glándula tiroidea genera hormonas adicionales cuando el cuerpo necesita más energía en determinadas situaciones, como cuando está creciendo, tiene frío o está embarazada.
El estudio examinó a más de 100 pacientes ingresados en el hospital con COVID-19 grave, analizando su hormona estimulante del tiroides (TSH) y otros indicadores.
La tiroiditis se produjo con frecuencia en la población de pacientes con COVID-19 y la función tiroidea, así como los indicadores inflamatorios, volvieron a la normalidad en casi todos los casos poco después del final de su enfermedad por COVID-19.
Sin embargo, después de 12 meses las regiones de tiroiditis seguían siendo visibles en la ecografía tiroidea en la mitad de los individuos, incluso si se reducía su tamaño.
La captación tiroidea de tecnecio o yodo, un indicador de la función tiroidea, seguía reducida en cuatro de los seis individuos a los nueve meses, aunque se había recuperado en su mayor parte a los 12 meses. Se desconocen las consecuencias clínicas a largo plazo, si es que las hay.