Los diestistas-nutricionistas destacan su labor en la erradicación del hambre, desnutrición y malnutrición

El Consejo General de Colegios Oficiales de Dietistas-Nutricionistas (CGCODN) ha destacado, con motivo de la celebración del Día Mundial de la Alimentación, su papel como agentes «clave» en el asesoramiento y puesta en marcha de políticas destinadas a la erradicación del hambre, la desnutrición y la malnutrición.

«Lograr sistemas alimentarios más sostenibles y saludables es garantía de desarrollo para las comunidades que luchan para lograr cotas de Hambre Cero y poner fin a la malnutrición y a la desnutrición, como objetivo de desarrollo sostenible», ha dicho la presidenta del organismo, Alma Palau.

Y es que, tal y como ha recordado, adoptar un patrón de alimentación saludable es un derecho común a todas las personas, independientemente del lugar donde vivan, y los gobiernos tienen el deber de promover entornos de fácil acceso a una alimentación sana.

«En términos de salud, un patrón de alimentación saludable se basa en alimentos frescos y poco procesados, con cantidades pequeñas o moderadas de otros de origen animal, teniendo en cuenta su bienestar y en el que, además sea muy escasa o nula presencia de alimentos altamente procesados que, por lo general, son de baja calidad nutricional por su aporte de sal, grasas y azúcares», ha explicado la experta.

Por su parte, el vicepresidente del CGCODN y delegado del Consejo en la EFAD, Manuel Moñino, ha recordado que, junto con la sostenibilidad como eje conductor en la producción y distribución de los alimentos, es necesario incentivar la agricultura económicamente «rentable y justa», la recuperación y mantenimiento de los suelos, el acceso a los productos de proximidad con circuitos de distribución «más cortos».

«Todo ello unido a la recuperación de patrones de alimentación tradicionales propio de nuestra cultura, como lo es la dieta mediterránea que, a la vez de saludable, también es más sostenible. Es especialmente importante asegurar el acceso a alimentos saludables a los grupos más vulnerables, de menos recursos económicos, menor alfabetización alimentaria, y mayor riesgo de poder malnutrición, tanto por defecto como por exceso, como paso necesario hacia la soberanía alimentaria», ha zanjado Moñino.

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