Los consumidores españoles, más inclinados que los alemanes y británicos a pagar más por alimentos sostenibles
La sostenibilidad es una de las grandes tendencias en el sector de la venta de alimentos, según un informe de McKinsey & Company
Los consumidores españoles se muestran más inclinados a pagar un precio más alto por los alimentos en 2022 si estos son sostenibles, en comparación con los alemanes, los británicos o los holandeses, según un informe de McKinsey & Company y EuroCommerce, que dice que esta es una de las tendencias que seguirá en los próximos años el sector de la venta minorista de alimentos.
Los españoles son, junto a polacos, franceses y suizos, los más dados a tomar ese tipo de decisión entre los consumidores de los nueve países europeos incluidos en el estudio The State of Grocery Retail 2022: Navigating the Market Headwinds .
Ante la pregunta de si en 2022 serán más o menos proclives que el año pasado a pagar más por alimentos con un menor impacto sobre el medio ambiente, los polacos y los franceses son los que obtienen porcentajes más altos, con un 9% y un 8%, respectivamente.
Por detrás se sitúan los españoles y los suizos, con un 6%, seguidos de suecos (4%) e italianos (3%), todos ellos por encima de la media (2%), mientras que los menos convencidos de pagar un mayor precio por alimentos sostenibles este año son los holandeses (- 9%), los británicos (- 5%) y los alemanes (- 3%).
Estos datos proceden de una encuesta realizada a más de 12.000 consumidores en los nueve países citados entre diciembre de 2021 y enero de 2022, antes de que comenzase la guerra de Rusia contra Ucrania, por lo que el informe no recoge el impacto del conflicto.
ACTITUDES DIFERENTES SEGÚN EL NIVEL DE RENTA
Ignacio Marcos, socio senior de McKinsey que lidera el área de consumo en España y Portugal, ha explicado a Europa Press que «la sostenibilidad es una de las grandes tendencias tanto para el sector como para el consumidor». «Los retailers que apuesten por ampliar su oferta y darle una mayor visibilidad en el punto de venta podrán beneficiarse de esta tendencia», ha señalado.
Según el informe, son principalmente los consumidores de renta alta, las generaciones más jóvenes y los hogares más grandes los que tienen previsto comprar más productos saludables, premium y sostenibles.
Por ejemplo, el estudio valora en un 15% la disposición de los consumidores con rentas más altas a pagar más por productos sostenibles ahora en comparación con 2021, frente al – 9% que atribuye a las familias con menos recursos.
CONSUMIDORES E INVERSORES RECLAMAN SOSTENIBILIDAD
Resumiendo las conclusiones del informe de McKinsey, Marcos ha afirmado que, tras el impacto positivo de la pandemia del coronavirus en términos de ventas e ingresos, el sector de alimentación se enfrenta a un año complejo en toda Europa por la inflación, la creciente sensibilidad a los precios y el aumento de la competencia.
Sin embargo, estos cambios «también brindan nuevas oportunidades al sector si se apuesta por inversiones tanto en términos de oferta como a nivel del modelo operativo».
«Mantener la inversión en la oferta de marcas blancas y ampliar el surtido de productos saludables y sostenibles, cuya demanda va en aumento, junto con una mayor apuesta por el canal online y la búsqueda de nuevas fuentes de ingresos son algunas de las oportunidades actuales», ha comentado.
Según McKinsey, los consumidores, los inversores, los reguladores y las ONG están presionando a las empresas del sector alimentario para que avancen hacia una mayor sostenibilidad, ya que el sistema alimentario es el responsable del 34 por ciento de las emisiones de efecto invernadero que se producen en el mundo.
GENERAR CAMBIOS EN TODA LA CADENA DE VALOR
Estas empresas, por tanto, «deben desarrollar planes estratégicos de transición hacia la sostenibilidad centrados en la creación de valor y analizar qué papel pueden desempeñar para promover el cambio en toda la cadena de valor», ya que gran parte del impacto en la sostenibilidad «procede de las interacciones con los proveedores y los clientes», añade la consultora.
Tomando como ejemplo la descarbonización, McKinsey detalla que la mayor parte de las emisiones de efecto invernadero se generan a lo largo de la cadena de valor: el 32% proviene del uso de la tierra, el 39% de la producción agrícola, el 4% del procesado de alimentos y el 6% del empaquetado.
Por ello, propone que las empresas vendedoras de alimentos se centren en dos aspectos. En primer lugar, reducir su propia huella de carbono y optimizar sus operaciones: desde mejorar la eficiencia energética de las tiendas hasta consumir energía verde y redefinir las tecnologías de refrigeración o la logística.
En segundo lugar, en lo referente a la cadena de valor, emprender acciones como exigir requisitos de transparencia a todos los productos, modificar la selección de productos (por ejemplo, introduciendo alternativas bajas en emisiones), ajustar las especificaciones, apoyar a los agricultores que están reduciendo sus emisiones o favorecer a los proveedores que tengan una menor huella de carbono.
MENOS RIESGOS Y MAYOR VENTAJA COMPETITIVA
McKinsey subraya en su informe que las empresas de alimentación se pueden beneficiar de este proceso de transición porque «la sostenibilidad puede ir de la mano de la creación de valor».
Así, afirma que, si las compañías mejoran sus criterios ESG (sobre factores medioambientales, sociales y de gobierno), tendrán menos dificultades para acceder a capital y financiarse, correrán un menor riesgo de perder clientes en favor de competidores más sostenibles y evitarán tener que pagar los impuestos sobre el carbono que eventualmente pudieran gravar los alimentos.
Además, la consultora señala que las estrategias de sostenibilidad pueden dar a las empresas «una ventaja competitiva» y permitirles «aprovechar nuevas oportunidades».
Entre ellas, ganar cuota de mercado y ampliar sus márgenes al diferenciarse por su carácter sostenible, lanzar disrupciones innovadoras en el ámbito de la sostenibilidad, reorientar su cartera de negocio hacia la sostenibilidad más allá de su propio ámbito de operaciones y priorizar las opciones de mayor eficiencia económica en sus inversiones en sostenibilidad.