Las restricciones de movilidad agravaron los problemas de insomnio, ansiedad y depresión en los mayores de 50

PAMPLONA, 31

La profesora del departamento de Economía y miembro del instituto de investigación INARBE de la Universidad Pública de Navarra (UPNA) Ariadna García Prado es autora, junto a las profesoras de la Universidad Pablo Olavide de Sevilla Paula González Rodríguez y Yolanda Rebollo Sanz, de un artículo que estudia el impacto en la salud mental de las restricciones de movilidad por la pandemia en personas mayores de 50 años en Europa. El artículo ha sido publicado recientemente en la revista internacional Economics and Human Biology .

En su investigación, las profesoras y expertas en economía de la salud analizaron datos de 17 países europeos en la primera ola de la pandemia con el objetivo de entender qué parte del empeoramiento en la salud mental fue causada por la dureza de las restricciones de movilidad impuestas durante la pandemia, según ha explicado la UPNA en una nota de prensa.

Concluyeron que las restricciones de movilidad severas agravaron los problemas de insomnio, ansiedad y depresión en población mayor de 50 años en un 74,6%, 39,5% y 36,4% respectivamente, con respecto a los datos registrados en una situación de confinamiento menos estricta. Además, el análisis por grupos poblacionales mostró que las limitaciones afectaron más notablemente a las mujeres, a personas con edades comprendidas entre los 50 y los 65 años y a la población que gozaba de buena salud antes de la pandemia.

Tal y como indican las investigadoras, «estos resultados son interesantes pues ponen de manifiesto que establecer confinamientos selectivos, centrados sólo en los más mayores o en los grupos más vulnerables (como ha ocurrido en Turquía o en Filipinas), puede compensar los efectos adversos, tanto en términos económicos como de salud mental, de confinar a toda la población». Además, «se constata la necesidad de que los gobiernos tengan presente la salud mental de la población, haciendo las inversiones pertinentes». «Sin duda, un confinamiento selectivo o total debería acompañarse del apoyo necesario para garantizar la salud mental de la población confinada», concluyen.

Como explican las autoras, la investigación realizada responde a la necesidad de entender el motivo del impacto negativo de las medidas de confinamiento: «Si bien ya existían trabajos que vinculaban la pandemia al deterioro de la salud mental de la población, prácticamente ninguno investigaba los motivos por los cuales sucedía esto. ¿Era el miedo al contagio, la inestabilidad laboral, el distanciamiento social? Además, no había estudios centrados en la población adulta mayor, y eso que la OMS había puesto de manifiesto que es el colectivo más vulnerable al aislamiento social», detalla Ariadna García Prado.

El artículo utiliza datos procedentes de tres fuentes. Por un lado, la última encuesta de Salud, Envejecimiento y Jubilación de Europa (SHARE 8) en la que se entrevistó, entre junio y agosto de 2020, a 40.000 individuos para preguntarles sobre sus condiciones de vida durante la pandemia y, en concreto, por si sus problemas de ansiedad, depresión e insomnio se habían agravado en ese periodo. Por otra parte, las investigadoras utilizaron los indicadores gubernamentales de respuesta a la pandemia proporcionados por la Oxford COVID-19 Government Response Tracker (OxCGRT), a partir de los cuales construyeron un índice de dureza de las restricciones de movilidad durante abril y mayo de 2020 en cada uno de los 17 países objeto de la muestra.

Para la construcción de este índice, las investigadoras incorporaron todos los indicadores que ofrece la OxCGRT orientados a restringir la movilidad y el contacto social que incluían, entre otros, la cancelación de eventos públicos, el cierre de las escuelas, las políticas de quedarse en casa, los límites al tamaño de las reuniones o el cierre del transporte público. «Todos ellos son indicadores ordinales con una escala de medida de 0 a 4 puntos en función de la dureza de la política en los distintos países. De este modo, el índice calculado nos permite clasificar a los países objeto de estudio en países con confinamientos estrictos y países con confinamientos suaves», indican las autoras.

Además, también utilizaron datos de la ola 6ª de la Encuesta de Salud, Envejecimiento y Jubilación de Europa (SHARE 6) para identificar aquellos individuos con relaciones sociales en persona frecuentes antes de la pandemia y aquellos con escasas relaciones sociales antes de la pandemia.

En su artículo, utilizaron un enfoque de doble diferencia para «comparar el empeoramiento en la salud mental de los individuos que tenían relaciones sociales frecuentes antes de la pandemia y viven en países con políticas estrictas con el empeoramiento en la salud mental del mismo tipo de personas en países con restricciones más blandas».

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