Las otras curas del hospital español en Turquía: Dar la mano, abrazar, acompañar y consolar
El personal del hospital de AECID ha tratado en todo momento de devolver a los pacientes la dignidad y la esperanza desde el respeto
ISKENDERUN (TURQUÍA), 24 (De la enviada especial de EUROPA PRESS, Leyre Guijo)
Tratar heridas y fracturas, diagnosticar lesiones o incluso cáncer y operar por ejemplo de apendicitis son tareas que entran dentro del cometido del personal del hospital de campaña de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) desplegado en la ciudad turca de Iskenderun. Pero también han realizado otras curas , de las que se sienten tanto o más orgullosos, y que se resumen en un apretón de mano, un abrazo o un gesto de consuelo.
Quienes desde el pasado 13 de febrero, una semana después del terremoto del día 6 en el sur de Turquía, han acudido hasta el hospital del Equipo Técnico Español de Respuesta en Emergencias (START) lo han hecho porque habían resultado heridos en los temblores, tenían ataques de ansiedad por lo vivido o presentaban otro tipo de patologías, no siempre relacionadas con la catástrofe.
Sin embargo, en muchos de los casos, subraya José Luis, médico de urgencias, «a lo mejor no les hemos curado o no necesitaban tanta curación como devolverles algo de dignidad y de esperanza» tras haber perdido, en muchos casos, a familiares o amigos y sus casas o llevar días viviendo en sus coches o a la intemperie por miedo a las réplicas.
«Tratábamos de comprender todo eso y creo que buena parte de las personas que hemos atendido al marcharse, por las expresiones de gratitud que nos daban, una de las cosas que agradecían era la sensación de sentirse acogidos y respetados», coincide Rafa, enfermero de urgencias, subrayando que han tratado en todo momento de trabajar no desde la empatía o el paternalismo, sino entendiendo sus costumbres para respetarlas.
«La medicina se dedica a curar y cuando no puede curar alivia y las enfermeras a través del cuidado lo que procuramos es el alivio de la gente» y muchos de los que venían al hospital START «venían buscando alivio», añade, contento de haber podido dar ese poco de respiro y consuelo a personas que estaban sufriendo.
Elvira, técnico en cuidados de enfermería, coincide en que «aparte de nuestra misión asistencial hemos hecho una labor humana de acompañamiento y de relación con ellos» en la que no siempre eran necesarias las palabras sino que «simplemente les abrazábamos o les acompañábamos en el dolor».
ACOMPAÑAR HASTA LA MUERTE
«Eso ha traspasado cualquier barrera que se pueda contar con palabras», asegura. En su caso, acompañó hasta el último momento a una mujer mayor, que estaba sola sin su familia, después de que la sedaran para morir y aunque ya había terminado su turno. Ahora, vuelve a España con la «satisfacción personal y humana de haber hecho algo por un semejante que no se puede comparar con nada».
También Duli, enfermero de urgencias, se muestra satisfecho con la labor realizada en los quince días pasados en Turquía, durante los que el START ha tratado a más de 2.700 personas, una cifra muy por encima de las expectativas, puesto que la previsión es de hasta 200 pacientes al día y en la última semana, tras la réplica de 6,4 del lunes, se han llegado a ver a hasta 400 pacientes.
Aunque ha habido momentos de agobio de trabajo, sobre todo el lunes tras el nuevo seísmo cuando llegó un aluvión de más de un centenar de personas en poco más de hora y media, «hemos dado mucha atención a gente que realmente no tenía nada, hemos dado todo nuestro cariño, nuestro trabajo y nuestra ilusión para que ellos tengan esperanza puesto que han perdido todo».
TRANQUILIZAR A PADRES PREOCUPADOS
Muchos de los padres que han llevado a sus hijos al hospital del START lo han hecho por dolencias cotidianas que en otras circunstancias no habrían generado su preocupación pero que ahora, tras haber perdido todo en el terremoto, les hacía temer por ellos.
Según cuentan José Luis y Ruth, pediatra, han tratado a multitud de niños que lo único que tenían era tos o mocos pero cuyos padres temían que pudiera ser una neumonía y que tras sobrevivir al seísmo esta causara ahora su muerte. «En cuanto les decías que no era nada les cambiaba la cara y se veía su alivio», recuerdan.
Esa preocupación por sus hijos hace que los padres olviden sus propias dolencias. Así, hasta el hospital llegó una madre con su hija para que le curaran una herida en el brazo que ya había recibido una atención inicial y tras ver que no quería sentarse con ella y se mostraba incómoda, el personal terminó descubriendo que ella misma tenía varias costillas rotas y pudo ser atendida.
Para Elena, matrona con quince años de experiencia, el haber ayudado en el primer parto que hubo en el hospital ha sido sin duda uno de los momentos más bonitos vividos en este despliegue.
La pareja, unos jóvenes refugiados sirios, «confió plenamente en nosotros» pese a las circunstancias de tener que dar a luz en una tienda de campaña y la mamá parió sin quejarse y sin epidural a una niña a la que llamaron Wafaa, «que significa lealtad», pero que en el START bautizaron cariñosamente como Valentina porque nació en la noche de San Valentín.
La primera rotación del START ha vuelto a España con la satisfacción de haber cumplido con su misión, incluso más allá de lo que se esperaba de ellos, tras haber conseguido atender a más pacientes de los previstos debido al cierre de otros hospitales aún operativos en la zona.
UN GRANITO DE ARENA
Sin embargo, Rafa, el enfermero, sostiene con humildad que su sensación es que más que haber «hecho una gran montaña», han aportado un granito de arena puesto que el terremoto ha dejado más de 43.000 muertos y 108.000 heridos, solo en Turquía.
«Pero sí es verdad que me quedo con que a la gente que hemos atendido he podido leer en sus ojos y en sus expresiones que se han sentido ayudados cuando lo necesitaban, se han sentido respetados como personas y creo que a mucha gente le hemos devuelto la dignidad».
Una dignidad que muchos sentían perdida tras verse abocados a vivir en sus coches o en campamentos improvisados, sin acceso a agua potable y quemando lo que encontraban para poder mantenerse calientes en medio de temperaturas gélidas. El sentimiento de vergüenza por su situación hizo por ejemplo que una mujer, con un claro cuadro de ansiedad, no quisiera ser atendida porque, como terminó confesando a los médicos, «olía mal».
En el hospital sigue también ingresado un hombre con diabetes que llegó con principio de congelación en los pies ya que llevaba días durmiendo en su coche y que, pese a estar ya curado, se está tratando con los servicios sociales de conseguir que se le busque algún alojamiento o al menos una tienda de campaña ya que se teme que su dolencia pueda repetirse de lo contrario e incluso haya que amputarle el pie.