Las expectativas personales y familiares tienen un papel primordial en el consumo emocional
MADRID, 10
Las expectativas personales y familiares tienen un papel primordial en el consumo emocional, cuando estas se cumplen, «se asemejan a felicidad, e incumplidas desembocan en frustración o impotencia», según señala la socióloga experta en neurolingüística, Alicia Aradilla, con motivo del inicio del periodo de rebajas de invierno.
En ocasiones, uno mismo se permite expresar estas emociones aflictivas y otras veces, paradójicamente, «hacemos todo lo posible para esconderlas o disimularlas», asegura la especialista, quien es también autora del libro Las palabras que nos habitan .
Durante las Navidades, el consumo empieza siendo emocional, reencuentro de los miembros familiares y celebraciones repartidas en distintos hogares. Momento que se convierte en una oportunidad inigualable de desarrollo personal donde la comunicación asertiva puede ser un gran aliado.
Pasados estos días de consumo emocional intenso a través de las distintas experiencias familiares, la recta final navideña concluye con el consumo material. Regalos para todos, aunque no todos comprados desde el mismo estado emocional, «de nuevo se transita de la ilusión a la obligación pasando por todo un surtido de motivaciones, como quedar bien, mostrar amor o simplemente mostrar nuestra capacidad económica», ejemplifica Aradilla.
«El broche final del consumo emocional se cierra con las rebajas», afirma. El momento de los autoregalos, los caprichos, o el acceso a lo inaccesible el resto del año ofrece dos grandes caminos que van desde la avaricia al consumo consciente.
En palabras de la socióloga, la avaricia ha sido «tildada por décadas como un pecado capital que alude deseo a la posesiones materiales», por el contrario, «el consumo consciente tiene en cuenta el máximo de aspectos relacionados con su producción como las condiciones laborales, el trato al medio ambiente, la geopolítica», etcétera.
CLAVES PARA EL AUTOCONROL
Para la experta, una de las claves de estas fechas es preguntarse a uno mismo para saber en qué lugar de la escala está su consumo, por ejemplo ¿dónde se ha producido el producto? o ¿qué requisitos éticos cumple la empresa? son cuestiones que pueden ayudar a decidirse.
El precio es otro de los factores fundamentales a la hora de comprar, pero no todo son ganas, cuando se paga un bajo costo hay alguien que contrarresta las pérdidas, en este punto hay que saber quién va a ser, en muchos casos es el propio medio ambiente o incluso el trabajador que lo produjo con unas pobres condiciones laborales.
Desde una mirada sociológica, otro gran indicador será si lo que se compra aporta «valor simbólico o valor de uso», concreta la especialista. Por ejemplo, «el primer reloj aporta el valor de uso, el resto de relojes solo aportarán valor simbólico», señala.
Un elemento que puede tornar una compra emocional en consciente es intercambiar unidades de medida, como dinero por tiempo. Aquello que se va a comprar, «¿cuánto tiempo de trabajo costó reunir ese dinero?», pregunta Alicia Aradilla.