Las consecuencias económicas de la pandemia disparan el hambre y la desnutrición en África
El 82% de los encuestados por el CICR en diez países del continente han perdido sus ingresos
La subida de los precios de los alimentos junto con la pérdida de empleos que ha ocasionado la pandemia de COVID-19 amenaza con incrementar el número de personas que pasan hambre y la desnutrición en los países de bajos ingresos de África, muchos de los cuales se encuentran además inmersos en conflictos que no han remitido, lo que impide a la población el acceso a mercados y le imposibilita cultivar, según alerta el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR).
El organismo ha llevado a cabo un sondeo a 2.400 personas entre junio y agosto en diez países –Mauritania, Níger, Nigeria, Camerún, Libia, Sudán, Etiopía, Kenia, Somalia y República Democrática del Congo (RDC)– para conocer cómo les está afectando la pandemia.
El 89 por ciento de los consultados dijeron que los precios de los alimentos y otros bienes básicos han aumentado y el 79 por ciento señalaron que sus ingresos habían disminuido. Solo el 6,5 por ciento de ellos dijeron contar con ahorros para poder capear la situación, mientras que el 82 por ciento habían perdido sus salarios o fuentes de ingresos.
Así las cosas, reconoce el analista de seguridad alimentaria del CICR para África, Pablo Lozano, «el riesgo es que a medida que los precios de los alimentos suben y los ingresos de la gente caen, podamos ver un aumento de la desnutrición ya que las familias no pueden permitirse comprar suficiente comida o que los alimentos que pueden permitirse son menos nutritivos».
El CICR ha llamado la atención sobre el caso de algunos países. En el noreste de Nigeria, epicentro de las acciones de Boko Haram y de Estado Islámico en África Occidental (ISWA), el personal del organismo ha constatado un aumento en las tasas de desnutrición entre los niños que son atendidos en los centros de nutrición que apoya.
Así, los niños tratados por consultas externas aumentaron un 20 por ciento mientras que los casos de desnutrición aguda –paso previo a la muerte por inanición– aumentaron un 10 por ciento con respecto al mismo periodo del año anterior.
«Nos preocupa mucho la tendencia, especialmente en Maiduguri», la capital del estado de Borno, reconoce Thomas Ndambu, nutricionista del CICR, que se muestra convencido de que cuando los voluntarios de la Cruz Roja Nigeriana reanuden sus actividades comunitarias, principal herramienta para localizar niños desnutridos, «el número de casos de desnutrición aumentará».
AUMENTO DE LOS NIÑOS DESNUTRIDOS
En Somalia, también se ha detectado una tendencia similar, con un aumento de pacientes en los programas de alimentación suplementaria. Durante los seis primeros meses de 2020, 17.000 niños de menos de 5 años desnutridos y mujeres embarazadas y lactantes recibieron asistencia, frente al total de 11.900 en 2019.
La ONG espera que las tasas de desnutrición sigan aumentando hasta final de dada la persistencia de la violencia, así como el impacto que la sequía y la plaga de langostas del desierto han tenido en el país, a las que se suma la pandemia.
En el caso de Burkina Faso, donde la violencia yihadista e intercomunitaria están causando estragos, hay unos 2,8 millones de personas en inseguridad alimentaria, un 200 por ciento más que en 2019.
«El nivel de hambre está aumentando peligrosamente debido a la violencia, la falta de acceso a tierras cultivables, las frágiles estrategias de adaptación como la venta de bienes del hogar y de ganado», explica el coordinador de seguridad económica del CICR en el país, Mathew Kenyanjui. «Esto se ha visto empeorado por las sequías cíclicas y las inundaciones de este año», subraya.
Por lo que se refiere a Sudán del Sur, los elevados niveles de inseguridad alimentaria y desnutrición se han visto incrementados por las recientes inundaciones. Aquí, se estima que 11 millones de personas tienen serios problemas para garantizar su sustento en un país que aún trata de pasar página al conflicto que estalló a finales de 2013.
Según el CICR, si se cerraran las fronteras por la pandemia, el país se enfrentaría a «consecuencias dramáticas» y el nivel de inseguridad alimentaria aumentaría dramáticamente, dado que buena parte de la comida que se consume en el país más joven del mundo es importada.