La pérdida de peso en las tres primeras sesiones de los programas de control de peso para diabéticos predice el éxito
Una nueva investigación, presentada en la reunión anual de la Asociación Europea para el Estudio de la Diabetes (EASD) en Estocolmo (Suecia), ha descubierto que la pérdida de peso temprana en las personas con diabetes tipo 2 (T2D) que asisten a programas de control de peso es un fuerte indicador del éxito futuro.
Por el contrario, las personas con T2D que no pierden al menos el 0,5% de su peso corporal tras las tres primeras sesiones de un programa de control de peso tienen pocas probabilidades de alcanzar su objetivo de pérdida de peso, según la investigación de Lulwa Al-Abdullah, de la Universidad de Glasgow (Reino Unido), la profesora Jennifer Logue, de la Universidad de Lancaster (Reino Unido), y sus colegas.
Suelen estar a cargo de grupos comerciales como WW (antes conocido como Weight Watchers) y Slimming World y suelen tener como objetivo ayudar a los participantes a perder más del 5% de su peso corporal en un periodo de unas 12 semanas. Los participantes también reciben consejos para mantener el peso.
«Estos programas ayudan a algunas personas con obesidad, pero no a todas: alrededor del 40% no consiguen una pérdida de peso significativa –afirma Al-Abdullah–. Si supiéramos desde el principio qué participantes tienen pocas probabilidades de éxito, podríamos cambiarlos por otras intervenciones, incluidas las opciones farmacológicas, cuando todavía están muy motivados».
Para saber más, los investigadores llevaron a cabo un análisis longitudinal de las historias clínicas electrónicas de los adultos que viven con T2D y obesidad remitidos al Servicio de Control de Peso del NHS Greater Glasgow and Clyde entre 2004 y 2014.
Buscaron factores demográficos y clínicos que predijeran una pérdida de peso exitosa. Los 1.658 participantes (60% mujeres) habían sido diagnosticados con T2D durante una media de 5,3 años. Tenían un IMC medio de 40,2 kg/m2 y una edad media de 57,8 años.
Un resultado exitoso a corto plazo se definió como la asistencia a siete de las nueve sesiones de control de peso celebradas durante 16 semanas y la pérdida de más del 5% del peso corporal.
Los participantes que mantuvieron una pérdida de peso superior al 5% tres años después, y que también obtuvieron un resultado satisfactorio a corto plazo, se clasificaron como resultado satisfactorio a medio plazo.
Un total de 333 (20%) de los participantes obtuvieron un resultado satisfactorio a corto plazo. El único factor demográfico o clínico asociado a un resultado satisfactorio a corto plazo fue la pérdida de peso temprana.
El 90,4% de los que perdieron el 0,5% de su peso después de las tres primeras sesiones (celebradas durante cuatro semanas) tuvieron un resultado satisfactorio a corto plazo.
Ninguno de los demás factores estudiados, como la edad, el sexo, la situación socioeconómica, el origen étnico, la medicación para la diabetes o la HbA1c (nivel medio de azúcar en sangre), se asoció al éxito a corto plazo. Se dispuso de datos a tres años de 1.152 participantes y el 12,1% (139) de ellos tuvo un resultado satisfactorio a medio plazo.
Al igual que antes, la pérdida de peso temprana fue el único factor asociado al éxito. El 89,9% de los que perdieron el 0,5% de su peso después de las tres primeras sesiones tuvieron un resultado satisfactorio a medio plazo a los tres años.
En general, el umbral de no alcanzar el 0,5% de pérdida de peso corporal en las tres primeras sesiones tuvo una precisión del 95% para identificar a los participantes que no tendrían éxito en el programa.
Los investigadores concluyen que la pérdida de peso en las primeras sesiones está estrechamente relacionada con el éxito a corto y medio plazo, por lo que constituye una forma sencilla de identificar, desde el principio, quiénes pueden tener dificultades para perder peso. Añaden que el programa del NHS que estudiaron es similar a otros programas del Reino Unido.
El profesor Logue, que dirigió la investigación, afirma que «en la actualidad las personas son remitidas a los programas de control de peso según un modelo de talla única y, si tienen dificultades, no tienen otra alternativa que abandonar. Esto puede tener repercusiones más amplias en la salud, ya que puede agravar el autoestigma y la sensación de fracaso, y provocar una reticencia a visitar a los profesionales sanitarios en el futuro», apunta.
«Si se identifican las personas para las que un programa no está funcionando en una fase temprana del proceso, se puede ofrecer apoyo y posiblemente terapias alternativas antes de que la persona abandone el tratamiento –prosigue–. La revisión temprana es una práctica habitual en el tratamiento de otras afecciones, como la diabetes y la hipertensión, y nuestros hallazgos permitirán que se convierta en una norma en el tratamiento de la obesidad».
Al-Abdullah añade que «es probable que las primeras semanas sean tan importantes porque es el momento en que las personas tienen que adaptar su comportamiento de compra, alimentación, cocina y actividad física para seguir lo que el programa recomienda».
«También tendrán que entender el programa, contar con el apoyo de la familia y los amigos y poder permitirse los alimentos que sugiere el plan de dieta –prosigue–. Se trata de un gran cambio de comportamiento y también supone que no hay diferencias subyacentes en el control del apetito y en las condiciones psicológicas que afectarán a su capacidad para realizar estos cambios».