La parentalidad positiva favorece el autocontrol, la autonomía y una buena autoestima en los hijos

La parentalidad positiva favorece el autocontrol, la autonomía y una buena autoestima en los hijos, según ha comentado la psicóloga sanitaria en el Centro Terapéutico Residencial Recurra Ginso y experta en Terapia Familiar Sistémica, Marian Sánchez.

Los padres tienen un papel muy importante en la educación de sus hijos y esta está relacionada con la gestión y modulación de las emociones a lo largo de sus vidas. Así, los estilos parentales negativos están directamente relacionados con el mal afrontamiento emocional que ejercen los hijos.

Existen dos elementos fundamentales que determinan el estilo parental: el afecto, entendido como las muestras de cariño y la comunicación entre padres e hijos, y la firmeza, el control o la puesta de límites y normas por parte de los progenitores.

El nivel en el que se dan estos dos componentes determina el tipo de estilo parental, que puede ser autoritario, permisivo, negligente o democrático. En este sentido, la experta ha explicado que el estilo autoritario presenta un alto nivel de firmeza y baja amabilidad.

Los padres que ejercen esta educación no tienen comunicación con sus hijos, no permiten que estos negocien con ellos y se sienten cómodos utilizando el castigo. Ante esta parentalidad, los hijos aprenden que el poder da derechos y que es el adulto el que toma las decisiones, imponiendo su voluntad y debiendo obedecer para que se les quiera u obtendrán un castigo.

Como estrategia de afrontamiento, los niños que reciben un estilo autoritario manipulan para poder conseguir lo que quieren. En su adultez, estos jóvenes pueden desarrollar problemas a nivel emocional como baja autoestima, baja percepción de sí mismos, dependencia o irritabilidad. Por el contrario, los padres que ejercen un estilo permisivo muestran un alto nivel de amabilidad pero baja firmeza.

Este tipo de crianza se caracteriza por la sobreprotección: los padres sobreprotegen a sus hijos para evitar que sufran los problemas de la vida y lo pasen mal, impidiendo que se frustren y no tengan conciencia de sus actos. Los niños que han recibido una educación permisiva creen que merecen un servicio o trato especial por parte de los demás y aprenden que el amor significa que les cuiden a ellos de una forma unidireccional.

Al crecer, estos jóvenes se mostrarán alegres, espontáneos y seguros aparentemente, pero presentarán dificultades para enfrentarse a las dificultades y podrán llegar a ser impulsivos, dependientes e incluso agresivos, evidenciando problemas de relación personal e inmadurez .

«En terapia nos encontramos con padres que deambulan entre la permisividad total y el control absoluto, bien porque no saben cómo ejercer el estilo parental adecuado o porque han abandonado su compromiso con la educación de sus hijos. Es importante que los padres fomenten espacios de comunicación con los hijos para que se dé el diálogo y se marquen normas y límites que den seguridad a los hijos y que fomenten la participación de los menores en algunas decisiones y la resolución individual de conflictos», ha explicado.

Por su parte, el estilo negligente se produce cuando hay carencia tanto en la firmeza como en la amabilidad. Los padres no ponen límites ni normas, ni tienen muestras de afecto con sus hijos, quienes aprenden que ellos no importan y que la única alternativa que tienen es rendirse o buscar pertenecer de cualquier manera.

Los menores piensan que tienen que ser de determinada forma para conseguir afecto y se sienten culpables de que sus padres no les atiendan. Además, muestran desarraigo e infelicidad y pasan desapercibidos. En la adolescencia, estos jóvenes buscarán pertenecer a un grupo en el que cubrir sus carencias, es en este punto cuando pueden aparecer conductas de riesgo o frialdad emocional e incapacidad para vincularse adecuadamente.

«La mayoría de menores infractores presentan un estilo parental negativo que ha ocasionado una desregularización emocional grave. En los Centros de Medidas Judiciales trabajamos con estos menores para revertir sus dificultades emocionales con intervenciones multifocales, trabajando tanto a nivel individual como grupal y familiar», ha añadido el doctor en Psicología, director del Área de Proyectos, Estudios e Innovación y coordinador técnico de Centros en Ginso, Carlos Benedicto.

El último estilo es el democrático o parentalidad positiva, que presenta un equilibrio entre la amabilidad y la firmeza, mostrando un alto nivel de comunicación, afecto e importancia a los logros y lecciones aprendidas. Los niños que reciben esta educación aprenden que la libertad va acompañada de responsabilidad y respeto, conocen su lugar en la familia y saben resolver conflictos, siendo responsables de sus actos y consecuentes con ellos.

«Los padres tienen que intentar trabajar el estilo democrático para que sus hijos tengan una buena base en la que desarrollar las estrategias de afrontamiento. No obstante, si el estilo ejercido por los padres durante la infancia ha sido negativo, este puede tratarse durante la adultez, a través de terapias enfocadas en el problema y las emociones», ha añadido Sánchez.

En la etapa adulta, el autocontrol y la buena gestión de las emociones y vínculos, aprendida durante la infancia, permitirá que el individuo regule de manera eficiente las emociones negativas derivadas de situaciones complicadas y tolere de forma más eficiente el estrés, mejorando sus expectativas y su capacidad de gestión de situaciones interpersonales, previniendo así una salud mental adecuada.

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