La ONU «no abandona» a Afganistán dos años después del ascenso talibán, entre cifras récord de carencias

El responsable de UNICEF llama a seguir trabajando para dar «esperanza» a los millones de personas que necesitan ayuda

«La ONU no abandona a Afganistán». Con este compromiso, expresado de viva voz por el secretario general de la organización, António Guterres, las agencias de Naciones Unidas han seguido trabajando en los últimos dos años en un país que vive sometido ahora al yugo talibán y en el que la presencia internacional es tanto un respaldo moral como una herramienta básica para solventar las graves carencias de la población, sin parangón a nivel mundial.

Ya antes de la irrupción de los talibán en Kabul, en agosto de 2021, el país presentaba todo tipo de necesidades, pero lo que vino después fue «una tormenta perfecta», como explica el responsable del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), Fran Equiza, al recordar los efectos de la crisis política, social, pero también climática, con dos años de sequía que han llevado al límite a una población dependiente mayoritariamente de la agricultura.

La ONU estima que 28,3 millones de personas necesitan ayuda humanitaria, 15,2 millones de ellas niños. Uno de los grandes desafíos es el hambre, con 875.000 niños menores de cinco años con desnutrición grave, pero también queda mucho por hacer en materia de salud –17,6 millones de personas necesitan asistencia sanitaria– o en educación –ya antes de la vuelta de los talibán había cinco millones de niños fuera del sistema escolar–.

Equiza avisa en un encuentro con medios en Madrid de que Afganistán es un país «vulnerable», sin capacidad para salir adelante por sí sólo y «dependiente de la ayuda internacional». Si antes del ascenso talibán el país recibía alrededor de 8.000 millones de euros al año, la cifra actual no llega aún a la mitad, en la medida en que la comunidad internacional se debate en torno a cómo debe actuar con el nuevo régimen.

«La mayoría de los donantes han hecho esfuerzos extraordinarios», reconoce el jefe de UNICEF en Afganistán, ya que asume que «es muy difícil explicar a la gente que hay que seguir invirtiendo en un país donde los Derechos Humanos son papel mojado». Sin embargo, continúa siendo necesario hacerlo y, para ello, Equiza pide poner el foco en las personas, teniendo en cuenta que no se puede abandonar por ejemplo a las niñas que «tuvieron la mala suerte de nacer en el país equivocado en el tiempo equivocado».

«La mejor forma de defender los Derechos Humanos es seguir comprometido», añade, teniendo en cuenta que incluso la labor de la propia ONU estuvo en riesgo estos últimos meses tras la orden talibán de no dejar trabajar a las mujeres. Recuerda que las ONG pequeñas, muchas de ellas comandadas por mujeres, fueron las primeras en clamar «no se vayan», porque la presencia internacional implica ayuda material y «apoyo moral».

Naciones Unidas se ha adaptado optando por el teletrabajo para las mujeres y negociando «excepciones» en ámbitos como la salud o la educación, teniendo en cuenta también que en algunos sectores la segregación está muy presente y, por ejemplo, las niñas y mujeres sólo pueden recibir clases o atención médica de manos de personas de su mismo sexo.

EDUCAR A LAS NIÑAS

De hecho, uno de los programas que lleva a cabo UNICEF sobre el terreno consiste en formar a mujeres jóvenes en tareas docentes y trabajar con las autoridades para revisar los vetos actuales a la presencia femenina en distintos ámbitos. Los talibán han apartado a las niñas de la educación secundaria y su vuelta es «un tema recurrente» en los contactos que el propio Equiza mantiene con el régimen.

El responsable de UNICEF apunta que, aunque hay diferentes corrientes entre los talibán y sigue habiendo quienes apuestan por la línea más dura, los altos cargos mantienen abierta la puerta a la vuelta de las niñas a las clases –«necesitamos tiempo», le trasladan–. «Lo que no he oído todavía es cuándo», apostilla, consciente en cualquier caso de que establecer un sistema mínimamente inclusivo llevará «años».

Equiza recuerda que el tapón educativo puede generar a largo plazo problemas de otra índole, ya que si las niñas no progresan hacia estudios superiores no podrán tampoco acceder a trabajos como pueden ser los del ámbito sanitario en los que se obliga también a segregar la atención por sexos.

UNICEF ha solicitado para cubrir sus programas en 2023 más de 1.650 millones de dólares (más de 1.522 millones de euros), pero apenas ha recibido una cuarta parte. La agencia dispone de 2.400 centros de salud, con 800 dedicados específicamente a atajar la desnutrición mediante la vigilancia constante de niños, y unas 17.000 instalaciones educativas que ayudan a más de medio millón de niños.

Equiza afirma que la población no sólo necesita esta ayuda sino que la reclama. Así, niega que el ascenso de los talibán del poder haya derivado en un aumento del recelo de la ciudadanía a pedir o recibir auxilio de organizaciones externas y recuerda el caso de una niña que pidió un cuaderno porque tenía que escribir con letra pequeña para que no se le acabara: «Algo tan simple como un lápiz y un cuaderno puede marcar la diferencia entre ir y no ir al colegio».

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