La ONU estima que casi 530 personas han muerto por la violencia intercomunitaria en Chad desde principios de año

Las inundaciones de las últimas semanas amenazan con reducir todavía más el espacio que se disputan pastores y agricultores

Al menos 528 personas han muerto, 600 han resultado heridas y más de 7.000 se han visto obligadas a abandonar sus hogares por la tensión entre las comunidades de Chad, especialmente en el sur del país, desde principios de año hasta octubre; unas estimaciones que superan sensiblemente las cifras de víctimas del año pasado mientras el país se enfrenta a graves inundaciones que amenazan con destruir precisamente las cosechas por las que están luchando estos grupos.

La Oficina de Coordinación de la ONU para Asuntos Humanitarios en Chad avisa de esta «curva ascendente de violencia» respecto a los 400 fallecidos aproximadamente en 2021 a estas alturas.

El sur del país registra el 56 por ciento de los 36 incidentes violentos identificados, contando por ejemplo los 200 fallecidos por los incidentes en mayo en la provincia de Tibesti. El sur de Chad es más templado, y su vegetación es más abundante, lo que ha terminado por atraer a los pastores de las zonas desérticas del norte del Sahel.

Esta situación genera incidentes como el ocurrido en la provincia de Guéra, en una ruta de trashumancia que recorre el centro del país. Allí, según la ONU, fallecieron una veintena de personas por los enfrentamientos entre los agricultores mubi y los pastores en torno a la localidad de Mangalmé.

El peor incidente, sin embargo, ocurrió entre el 21 y el 22 de mayo en Tibesti, cuando un altercado entre dos mineros de las comunidades árabe y tama degeneró en una explosión de violencia intercomunitaria que dejó al menos dos centenares de fallecidos.

Y mientras, el país se expone a la amenaza de las lluvias torrenciales y las inundaciones anuales de los ríos Chari y Logone que han anegado 18 de las 23 provincias del país.

Miles de hectáreas de cultivos han acabado destruidas, el ganado arrasado y muchos residentes se vieron obligados a abandonar sus hogares, obligados por la crecida de las aguas.

En la capital, Yamena, una cuarta parte de la ciudad ha quedado prácticamente sumergida, según un informe de situación de la OCHA publicado el 11 de noviembre. Cerca de 150.000 personas desplazadas por las lluvias se encuentran en centros colectivos de acogida identificados por las autoridades.

Tras las inundaciones y el inicio de la estación seca marcada por vientos fríos y secos, los actores humanitarios temen un resurgimiento de enfermedades como la malaria, el cólera y otras enfermedades transmitidas por el agua.

«Es probable que esta situación cause muchas enfermedades, epidemias potenciales y puede causar interrupciones en la atención de los enfermos crónicos», ha avisado por su parte la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre lo que espera en los próximos meses al país africano.

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