La lucha por la vida muestra el viernes en el Palacio de Festivales la «actualidad» de la obra de Pío Baroja
Una decena de actores dan vida a casi un centenar de personajes en esa pieza dirigida por Ramón Barea
El Palacio de Festivales de Cantabria acoge este viernes, 17 de mayo, la adaptación teatral de la trilogía La lucha por la vida de Pío Baroja a cargo de Teatro Arriaga, con un elenco de diez actores que interpretan a casi un centenar de personajes.
Esta pieza, adaptada por José Ramón Fernández, dirigida por Ramón Barea y coproducida con el Teatro Español de Madrid, se remonta al contexto «convulso» del país a principios del siglo XX y, pese a ello, tiene tintes de «modernidad» al abordar temas como la corrupción o el vínculo de la judicatura con el poder político.
Elementos que «reconocemos» a día de hoy pese a que Baroja escribió sus novelas hace más de un siglo, y eso que «no ha habido ningún tipo de actualización forzada para que la obra rime con la actualidad», ha subrayado el propio Ramón Barea, Premio Nacional de Teatro, en la presentación de la función que ha tenido lugar este miércoles en el Palacio de Festivales. «Se ve que España se remite mucho a sí misma», ha bromeado, añadiendo que «la sencillez» con la que se escribió el texto también lo hace «muy contemporáneo».
El director ha estado acompañado en la rueda de prensa por el director artístico del Palacio, Esteban Sanz, y por el actor Diego Pérez, que interpreta la pieza junto a Aitor Fernandino, Olatz Ganboa, Ione Irazabal, Itziar Lazkano, Sandra Ortueta, Alfonso Torregrosa, Leire Ormazabal, Arnatz Puertas y al propio Barea.
Como ha explicado este último, el reto de este espectáculo «era robar la parte teatral escondida en La lucha por la vida de Baroja», que fue «un prófugo del teatro» de su tiempo, aunque su manera de escribir y la «gran calidad» de los diálogos facilita la adaptación de sus novelas. «Nos perdimos un Baroja autor teatral que estaba reflejado en muy pocas obras porque huyó del teatro de la época», ha comentado el director.
Para esta adaptación se ha tomado como hilo conductor al personaje de Manuel Alcázar, un muchacho de un pueblo de Soria que se va a Madrid, donde su madre sirve, y aunque pretende hacer el bien y ser buena persona se encuentra en su camino con delincuentes, prostitutas, una nobleza corrompida y una sociedad con una escala de valores muy baja.
En un entorno marcado por la pobreza, principalmente en la periferia, con evidentes diferencias entre clases sociales, este joven trata de buscar referencias morales para vivir, pero se debate desde el principio entre influencias contrarias, con unos personajes que lo incitan a construirse una vida honrada, laboriosa y digna, y otros que, por el contrario, constituyen una fuerza negativa y procuran su hundimiento moral.
UN ACTOR, DIEZ PAPELES
Todos esos personajes pasan por escena a través de solo una decena de intérpretes, de modo que cada uno hace «mínimo diez» papeles, y algunos «hasta 20», dando lugar a un juego actoral «muy divertido», ha señalado Diego Pérez. «Es como mágico».
Para ello los actores tienen que componer a sus personajes «muy rápidamente» –«salimos de escena y tres segundos después hacemos de otro», ha explicado–, por lo que los «dibujan» con cambios básicos de vestuario y cambios de voz.
Y es que, en la literatura de Baroja, tanto los personajes como el paisaje siempre han adquirido un peso importante, pero sus descripciones son imposibles de reproducir en imagen realista, y ahí entra con fuerza la palabra, que una de las claves de esta producción.
Así, Barea ha apostado por una puesta en escena «minimalista», que va a lo esencial, a lo teatral y al espíritu de la historia barojiana.
«Esto ha sido un atrevimiento. No sabemos lo que diría Don Pio», ha señalado el director, aunque celebra que algunos de sus familiares presenciaron el estreno «con mucha emoción». Además, ha destacado que el propio Baroja «era partidario de las actualizaciones» y decía que respetar en exceso los clásicos era «enterrarlos». A ello se suma que, en este caso, su texto sigue teniendo actualidad «sin forzar la maquina».
Finalmente, el director artístico del Palacio de Festivales ha opinado que «merece muchísimo la pena» ver esta pieza adaptada de uno de los grandes autores de la Generación del 98 y su trilogía La lucha por la vida , que comenzó en 1903 como novela por entregas en el diario El globo, donde se publicaron hasta 59 capítulos, y entre 1904 y 1905 Baroja las reescribió y editó el conjunto en tres obras: La busca, Mala hierba y Aurora roja.
Se trata de una historia «muy potente y variada», ha dicho Sanz, que ha mostrado su «curiosidad» por ver cómo su complejidad se resuelve en la adaptación teatral.