La joven paraguaya dice que no sabía que venía a Cantabria a prostituirse y que no puso reparo por «miedo»

El dueño del local y la compatriota que trabajaba en él aseguran que «nadie la obligó» a prostituirse y achacan la denuncia a interés económico

La joven nacida en Paraguay que hace dos años y medio vino a Cantabria tras contactar con una compatriota suya ha negado que supiera que venía a prostituirse, a lo que accedió durante un par de días y no puso reparo -ha dicho- por «miedo personal», a lo que pudiera pasarlo.

Así lo ha manifestado este lunes durante su declaración, a través de una videoconferencia desde Asunción, la capital de su país, en el juicio celebrado en Santander contra su exsuegra y el dueño del club de alterne, ubicado en la localidad de Lamadrid, en el municipio cántabro de Valdáliga, que se enfrentan a una petición de condena del fiscal de ocho años y nueve meses de cárcel para él y siete años para ella por un supuesto delito de trata de seres humanos y prostitución.

Ambos han negado en la sesión, desarrollada en la Audiencia Provincial y que ha quedado vista para sentencia, los hechos que presuntamente ocurrieron en el negocio de alterne, que gestionaba el procesado -que tiene una condena previa por tres delitos de prostitución- y la mujer, que trabajaba el local, así como que fueran pareja sentimental en aquel entonces.

«Yo, ni le he quitado nada de dinero, ni le ha dado nada», ha manifestado el propietario del pub respecto a la víctima, a la que tampoco ha «reclamado nada». Mientras, la empleada ha asegurado que la joven -que cuando sucedieron los hechos, en noviembre de 2015, tenía 19 años- «decidió» prostituirse -«nadie le obligó», ha aseverado- les pidió 10.000 euros a cambio de retirar la denuncia.

La afectada, que ha declarado como testigo acompañada de varias personas, entre ellas un letrado y una psicóloga, ha relatado que en el momento en que ocurrió todo ella tenía «muchos problemas» en su país y la situación -familiar y económica- en su casa era «difícil».

Y tras asegurar que «nunca» se prostituyó en Paraguay, como ha afirmado su exsuegra y procesada por este caso, ha admitido que sí trabajó en ella en su país de origen, en una pizzería. Ha detallado que un tiempo después de que la mujer viniera a España contactó con ella a través de una red social (Facebook) y hablaron de la posibilidad de venir a nuestro país.

De acuerdo con su versión, la madre de su ex le indicó que aquí podía emplearse en sectores como la hostelería, servicio doméstico o en el cuidado de personas, aunque también ha admitido que le comentó que había otras actividades en las que en «una noche se ganaba más que en un mes», como la prostitución, aunque según ha dicho solo le refirió que un amigo suyo poseía un club en el que ella trabajaba como «mesera» (camarera de un puticlub), aunque estaría dispuesta a «probar» como prostituta. «Yo no pensé que iba en serio. No me lo podía imaginar de ella», ha expresado.

Ha proseguido que cuando decidió venir a España, su compatriota le explicó lo que tenía que decir en las aduanas para «pasar sin problema»: que venía unos días como turista, para lo cual le habrían facilitado una reserva «ficticia» de hotel en Bilbao, ciudad a la que llegó vía aérea.

La mujer también le envió el billete de avión, que había pagado el dueño del club y que, según los dos acusados, había sido adquirido en un principio para otra paraguaya amiga de él que finalmente no pudo volar y, como ya le habían cobrado gastos no reembolsables, decidieron «aprovechar» la adquisición cambiando la destinataria del mismo, extremo que ha corroborado durante su declaración ante la sala la empleada de la agencia de viajes que gestionó la venta y bloqueó la reserva hotelera, que era «real».

La denunciante ha detallado además, a preguntas de las partes, que antes de volar, y por mediación de su exsuegra, le entregaron una suma de dinero en el aeropuerto de Asunción. «Yo no tenía esa plata», ha argumentado al respecto.

Una vez en Bilbao, ha señalado que la fueron a buscar al aeropuerto los dos denunciados junto a un amigo de él, que también ha testificado, corroborando la versión de los tres respecto a lo que hicieron ese día: fueron al mercadillo de Santoña a comprar ropa a la chica (en Paraguay era verano y en España, invierno), otros productos (de higiene, etcétera), a comer, y a Torrelavega para adquirir una tarjeta de teléfono para que pudiera usar el suyo en nuestro país, con Internet.

En todo ese recorrido, «yo no la oí hablar: no sabía si era muda», ha apuntado quien hizo de chófer de manera «gratuita», que ha negado que le los procesados le hubieran propuesto que se casara con la joven. Ha agregado que una vez en el local la vio «preocupada, como que lloraba», pero porque al parecer su madre estaba «enferma» y «quería volverse» a su país. Otro día que también coincidió con ella en el club la vio en cambio «muy tranquila», sin «ningún síntoma de ningún tipo». Esa vez llevaba «un vestido», pero «normal, no de llamar la atención y enseñar las piernas».

Sin embargo, la afectada ha contrastado que al llegar al pub su exsuegra le proporcionó un vestido «insinuante», de color «rojo y negro, corto, que llamaba la atención» al igual -ha comparado- que el cuarto donde se iba a alojar, y que parecía de «un hotel». También ha contado que le dijeron que «un señor» quería ir a verla porque era «la chica nueva» del club, así como que le podían proporcionar un «marido español» para facilitar el arreglo de los papeles en nuestro país.

La joven -que ha negado en el juicio que los dos implicados le dijeran que había contraído con ellos una deuda de 2.400 euros, del billete de avión y el dinero prestado- ha manifestado en cambio que su compatriota le explicó que tenía que prostituirse con los clientes que así lo deseasen, y le concretó que «el primer servicio» se lo quedaban íntegramente (ella y el dueño) y que a partir del segundo el importe -55 euros- era para ella, a excepción de 5 euros, que tenía que abonar en concepto de sábanas y preservativos.

«Yo no puse reparo. No sabía que venía a ello», ha confesado la víctima, que ha esgrimido en este sentido que tenía «miedo» en tanto que carecía de contactos o lugar donde irse. Así, aunque «desde el primer momento» quiso regresar a Paraguay, accedió a prostituirse «hasta que no aguanté más». En consecuencia, un par de días después de llegar al local, tiempo que tardó en «configurar» su móvil, contactó con su hermana en Paraguay para decirla que «no estaba a gusto» en España, tras lo cual la puso en contacto con una cuñada de otro hermano residente en nuestro país.

Ésta le facilitó el número de un policía, con el que la chica contactó y envió su ubicación a través de google y wathsapp, así como una foto de su pasaporte, versión que ha corroborado un agente de la brigada contra la trata de seres humanos que se encargó del caso, que encontró a la chica «asustada» y «con miedo».

Ha agregado la víctima que juntó y guardó el dinero por los servicios prestados esos dos días, 210 euros, que tras personarse los efectivos en el local se llevó entre sus pertenencias. Pero «no me pidieron nada. No me hablaron de deuda», ha recalcado, en contradicción con lo que relató en su día.

El hombre, por su parte, ha precisado que gestiona el club pero sin contratar a chicas, sino que se limitaba a alquilarles la habitación por 20 euros al día. Ha negado que reclamara ninguna deuda a la víctima, o que le indicara las «reglas» del club o que se quedara con dinero de ella. «Para nada», ha zanjado.

La mujer paraguaya que trabaja en el local de alterne ha asegurado igualmente que «nadie ha tocado su dinero», pues allí «cada una cobra su dinero» y «cada una guarda su dinero». Ha agregado que la joven, que fue su novia de su hijo y que «se prostituía» en su país, «decidió» igualmente «ejercer la prostitución» en España.

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