La combativa favela de Siloé denuncia violencia policial y falta de oportunidades tras un mes de protestas
«Aquí ser joven es complicadísimo. Si llegas a los 18 años, agradécele a Dios, porque es el que te ha tenido vivo»
CALI (COLOMBIA), 27
Siloé es un laberinto de calles intrincadas que se pierden en una ladera del occidente de Cali, el epicentro de las protestas que agitan Colombia desde hace un mes, y que dejan 43 muertos en todo el país, según la Defensoría del Pueblo. El humilde barrio caleño es uno de los lugares más combativos de la ciudad.
Decenas de personas permanecen en la rotonda que da acceso al lugar y dicen no estar dispuestas a abandonar su lucha hasta que no haya soluciones a sus problemas. Muchas de ellas son jóvenes de primera línea , ataviados con rudimentarios escudos, fabricados con señales de tráfico o contenedores, y que llevan protecciones como cascos de bicicleta o rodilleras de motociclista.
El principal problema del lugar, coincide la mayoría, es la falta de oportunidades para los jóvenes, que desemboca en muchas ocasiones en delincuencia y violencia, en un barrio marcado como zona roja por la mayor parte de los ciudadanos de Cali, donde hay fronteras invisibles, establecidas por los grupos armados de la zona, que no se pueden cruzar.
«Aquí ser joven es complicadísimo. Si vos llegas a los 18 años, agradécele a Dios, porque es el que te ha tenido vivo. Es difícil conocer la cédula (el DNI). Donde tú vayas, dices que vienes de Siloé y, de una, te dan los respetos», asegura un joven manifestante, que pide no ser identificado.
La pandemia ha incrementado aún más los problemas de un barrio humilde, fundado hace un siglo, y que se ha expandido en las últimas décadas con la llegada masiva de desplazados del conflicto armado colombiano, muchos de ellos indígenas o afrocolombianos que huyeron de regiones cercanas como el Cauca, Chocó o Nariño, donde la guerra continúa siendo dura.
SIN ALTERNATIVAS
El desempleo ha crecido hasta afectar al 20 por ciento de los trabajadores. La pobreza multidimensional afecta a casi una de cada cuatro personas y parte de los jóvenes ven en pandillas o grupos de narcotraficantes la única forma de llevar el pan a la casa.
«Aquí la educación se ha convertido en un sacrificio. De pronto tenemos organismos gubernamentales que nos dan créditos para poder estudiar, pero nos someten, a la larga, a vivir media vida para remunerarles lo que nos han prestado. Esa falta de oportunidades desborda en crímenes. En que los jóvenes se vayan agrupando con organizaciones que no son las más indicadas», comenta Juan, un joven herido de bala en su pie.
Denuncia que la Policía le disparó hace dos semanas, durante un operativo en la zona. No fue al hospital, por miedo a ser judicializado. «Era riesgoso presentarse a un puesto de salud y que me vincularan con terrorismo, o vandalismo», asegura el joven.
LA NOCHE DEL 3 DE MAYO
No es una denuncia aislada. La noche del pasado 3 de mayo fue sangrienta en Siloé. Los vecinos realizaban una sentada cuando más de un centenar de agentes se presentaron en el lugar. Los habitantes de la zona registraron vídeos con ráfagas de armas de fuego. Cuatro jóvenes murieron aquella noche y los vecinos denuncian que fue por balas de la Policía.
«Estábamos aquí en la glorieta y fuimos arremetidos con tiros de fusil prohibidos, y nueve milímetros. Ni las balas nos van a detener. Seguimos en la lucha y resistiendo. El Gobierno tiene que darnos garantías de ser escuchados y que aquí no se derrame una gota de sangre más», reclama otro de los jóvenes, sosteniendo en la mano las balas presuntamente disparadas por las fuerzas del orden.
«A la Policía le pido que no sean asesinos», expresa, mientras enseña decenas de impactos de bala que han agujereado comercios cercanos, como un kiosko, una panadería o una tienda de lotería.
«Hubo una desafortunada circunstancia, aleve, agresiva y premeditada contra la comunidad de Siloé», dijo el alcalde de Cali, Jorge Iván Ospina, sobre los hechos del 3 de mayo, asegurando que ocurrió a espaldas de un consistorio que «jamás» permitiría «el uso de armas de fuego contra una comunidad», y reclamando que el caso sea llevado «hasta las últimas instancias de la Justicia internacional».
La Policía señala que también hay armas de fuego en Siloé y que les han disparado.
«Queremos un diálogo. Llegar a un acuerdo y podernos entender. La idea no es más muertos. No es más guerra. Estamos cansados de tantos heridos, de que nos estén matando uno a uno por nuestros derechos. Nosotros no somos los enemigos de la Policía. Estamos solamente defendiendo nuestros derechos. Esto es un paro pacífico. Ellos lo están haciendo armado», dice otro joven, pañuelo en cara, que se manifiesta en la rotonda de Siloé.
«Aquí no hay oportunidades», repite, como la mayoría de vecinos. Es también su motivo para permanecer protestando. «Mucha gente del barrio prefiere irse a otros países a ser explotados, porque es lo más viable. Aquí no hay salidas, de ninguna forma, y menos siendo de un estrato bajo, con poca educación, y sin recursos», lamenta.
El Gobierno de Iván Duque se encuentra en negociaciones con el Comité de Paro, mientras continúan las protestas en buena parte de Colombia.