Josu Ternera recurre a la retórica etarra y culpa al Estado por atentados con niños muertos:Lo de ETA no era terrorismo

Se desvincula de masacres por las que puede ser condenado en España y lamenta las víctimas por «errores» de la banda y «trampas del Gobierno»

El exdirigente de ETA José Antonio Urrutikoetxea, Josu Ternera , recurre a la retórica etarra en la entrevista-documental que se proyecta en el Festival de San Sebastián cuando le preguntan por las masacres de los años 80, con niños asesinados y por los que aún está pendiente de ser juzgado en España, afirmando por un lado que lamenta las «víctimas indiscriminadas» pero, al mismo tiempo, señalando al Estado por una supuesta falta de diligencia para evitar esos crímenes.

«El propósito de ETA en absoluto era hacer terrorismo», sostiene sobre el atentado de Hipercor, lamentando las víctimas de «clases populares» y «críos». Habla de «error de cálculo» o de «apreciación» al «entrar en la trampa del Gobierno» y le dice al periodista Jordi Évole que «va un poco demasiado lejos» cuando le recuerda éste que había escamas de jabón con el explosivo para propagar el fuego y que las víctimas murieran calcinadas.

«ETA le hizo confianza a un Gobierno, un Estado, cuya función es la de proteger a sus ciudadanos y dando dos avisos para que se desalojase, no lo desalojaron, hasta tal punto que el Estado fue condenado subsidiariamente por eso, porque su función es la de proteger a la sociedad», es la explicación que da él sobre Hipercor.

De hecho, se desvincula de su responsabilidad como autor de masacres de los años 80 como la casa-cuartel de Zaragoza, por la que la Fiscalía de la Audiencia Nacional le reclama 2.354 años de prisión por el atentado que dejó once víctimas, incluidos cinco menores, familiares de unos guardias civiles a los que rebaja a la categoría de «voluntarios» dispuestos a darlo todo por la patria.

También dice que «no hay niguna prueba de ningún tipo por ningún lado» que le sitúe a él en la dirección etarra en los años 80, otra de las vertientes judiciales en España, ya que, en su opinión, informes de la Guardia Civil lo que recogen es que excompañeras suyas como Elena Beloki sostuvieron que esto «puede ser, pero no es una afirmación».

Urrutikoetxea reconoce su participación únicamente en dos atentados, el que acabó con la vida del alcalde de Galdákano en 1976 y, por tanto, ya amnistiado –el escolta, que salvó la vida, también aparece en el documental–, y el del presidente franquista Carrero Blanco, en 1973, aunque limita su participación al apoyo logístico.

Al final de la entrevista resume sus 50 años de trayectoria valorando sus «muchos aciertos y errores», incluyendo un papel destacado en las conversaciones con el socialista vasco Jesús Eguiguren o prestando su voz al comunicado del fin de ETA. Él se ve a sí mismo como un militante «en la lucha del pueblo vasco» y dice que lo que hizo fue «encaminar la solución negociada para superar el conflicto», aunque nunca ejerció de número uno de la banda.

«DE CINISMO NO TIENE NADA»

Jordi Évole le pregunta si no está incurriendo en «cinismo» al valorar los atentados más sangrientos de los años 80, a lo que el veterano exdirigente etarra, de 71 años y detenido en 2019 por la Guardia Civil en Francia poniendo fin a dos décadas de clandestinidad, responde que «en absoluto», una expresión que repite en numerosas ocasiones para diluir su dependencia de «personas de la dirección de ETA» al situarse dentro del «aparato internacional», en su caso concreto, supuestamente, sin relación con la elección de objetivos o autoría de los atentados.

«De cinismo no tiene nada en absoluto, yo soy el primero en sentirlo profundamente el que esas víctimas sean críos», señala sobre atentados con coche bomba. «Si se quiere hacer terrorismo es lo más fácil que hay en el mundo», llega a decir Josu Ternera, que compara a ETA con el yihadismo, ya que este último para él sí es terrorismo: «El propósito de ETA no creo en absoluto que era hacer terrorismo; su objetivo no era hacer víctimas sino provocar daños».

Dice entonces que «siente profundamente» lo que él llama «víctimas indiscriminadas». ¿Y sin son guardias civiles?, le pregunta Évole. «Bueno, los guardias civiles ya se sabe cuál era su función, era salvar la patria, todo por lo patria», responde.

«Es su trabajo voluntario», continúa Josu Ternera, para quien los agentes de la Guardia Civil «pueden ser objetivo de la organización» como el resto de miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Urrutikoetxea en todo momento habla de organización, sin añadir el término terrorista para referirse a ETA, de quien dice que «actúa en consecuencia con el análisis político que ellos hacen».

Lo mismo ocurre con el atentado de Vic, cuando los terroristas lanzaron un coche bomba por una rampa de la casa-cuartel asesinando a diez personas, la mitad niños. «Pues la persona que lanza un coche viendo que hay críos… me parece que es una actitud equivocada de las personas en ese caso que está cometiendo la acción».

DE CARRERO BLANCO A MIGUEL ÁNGEL BLANCO

Josu Ternera, que reconoce que entró en ETA con 17 años, recuerda que fue víctima junto a su familia de un atentado del grupo ultraderechista Batallón Vasco Español a mediados de los 70. Es la constatación de que hubo «decenios y decenios de años» de violencia que atribuye también al «Estado español» y que desemboca en un «conflicto».

«Para mí y para ETA, la violencia armada nunca ha sido un objetivo en sí, nunca», llega a decir. «Lo que ETA pretendía era llevar al Gobierno a sentarse en una mesa de diálogo, que nos llevase a una mesa de negociación para resolver el problema», comenta.

YOYES: CORTAR UN CÁNCER

El atentado de ETA contra Yoyes, disidente de la organización terrorista y de la que fue amigo, da paso a una reflexión que comienza con «matar no está bien». Luego sostiene que lo «acató» y que no fue propio de «tácticas fascistas». «Nunca he considerado que ETA ha matado porque no se compartía sus ideas», a lo que añade que «es evidente que la organización pensó que era necesario cortar esa especie de cáncer».

También habla del secuestro de Ortega Lara o el asesinato de Miguel Ángel Blanco, en 1997, aunque se ampara en que la «información que tenía era muy reducida». «Interpreto que no le veo sentido», dice sobre el atentado del concejal del PP en Ermua, por lo que hizo llegar su «desacuerdo o puntualizaciones». «Era un error político y humano, con consecuencias humanas irreversibles, que no favorece en nada».

POR LA LUCHA DEL «MOVIMIENTO INDEPENDENTISTA»

Repasa sus años en prisión, la etapa en el Parlamento vasco y el recrudecimiento de la acción terrorista en la década del 2000, incluyendo el llamado impuesto revolucionario. ¿Matar a quien no paga no es algo propio de la mafia?, le preguntan. «Es triste, pero consecuencia del conflicto porque era necesario para el funcionamiento de la lucha del movimiento independentista», responde.

Ternera dice que los últimos años aumentó su desapego hacia la «espiral represiva» y la «insensibilidad», aunque de nuevo subrayando que hubo «falta de empatía de ambos lados, recíproca» y que, ante esta situación, su objetivo fue apostar por la «resolución del conflicto».

«Hacer la resolución del conflicto con una estrategia de confrontación violenta es totalmente contradictorio», apunta un Urrutikoetxea que desacredita la labor policial y judicial en el fin de ETA al enclavarlo en un la «batalla del relato», aunque reconoce que había «dos Estados encima» –España y Francia– con todos sus medios para «complicar» la actividad terrorista.

Cuando le preguntan qué sintió al participar en el comunicado del fin de ETA, contesta que no fue «ni victoria ni fracaso; un paso que había que dar». Según él, los atentados tendrían que haber acabado antes, en 2005, y concede que pudo haber hecho «mucho más» para frenar lo que califica como «rueda loca o espiral de violencia».

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