Irene Montero dice que el errejonismo no aportó nada distinto al PSOE y fue «funcional en la guerra» contra Podemos


«Nos llamaban camarilla estalinista», lamenta la exministra de Igualdad en su último libro

La exministra de Igualdad y número dos de Podemos, Irene Montero, proclama que la aportación del «errejonismo» (el sector que estuvo ligado al exportavoz parlamentario Íñigo Errejón antes de su escisión) a la vida política española no ha aportado «nada» distinto al PSOE y que ya en 2016 los equilibrios de poder eran «enormemente inestables».

También subraya que la actitud de esa corriente dentro de la pugna de poder interna fue funcional en la «guerra sucia» contra Podemos y recrimina que promovieran la idea de «deriva estalinista» de los partidarios del exlíder morado Pablo Iglesias.

Así lo traslada en su libro Algo habremos hecho , publicado por la editorial Navona , en el que repasa los principales momentos de su trayectoria política hasta la actualidad.

En el texto, Montero rememora los inicios de Podemos y plantea que desde el principio «fue fácil ver» que Errejón estaba «construyendo su propia estructura de partido» y que Iglesias «estaba completamente fuera de sus planes».

Por ejemplo, señala que ella y el exdiputado Rafa Mayoral acudieron a una reunión de un grupo de trabajo de Podemos y éste le preguntó a Errejón cómo veía a Iglesias, a lo que le respondió «pues por ahí estará, haciendo senador a su caballo» (emulando el relato histórico sobre el emperador romano Calígula que tuvo la intención de nombrar cónsul a un caballo de carreras). «No fue aquella vez muy cuidadoso ni con el fondo ni con las formas, como tantas veces presumiría en público después», afea Montero.

Cuando Podemos ya irrumpió con fuerza en el Congreso, tanto en los comicios de 2015 como en la repetición electoral, la actual eurodiputada de Podemos recalca que en enero de 2016 «los equilibrios de poder en Podemos ya eran enormemente inestables y complicados».

Prueba de ello, argumenta, es que el exsecretario de Organización de Podemos Sergio Pascual sería cesado después de que Iglesias y su equipo supieran que la «corriente errejonista» estaba organizando una operación en diferentes territorios para «torcele el brazo» al secretario general, aludiendo al libro del propio Pascual sobre Podemos titulado Un cadáver en el Congreso .

EL ERREJONISMO SE DEDICABA A LAS BATALLAS DE PODER INTERNO

Así, contrapone que mientras el «errejonismo» dedicaba la mayor parte de sus esfuerzos a «las batallas de poder interno», la organización se jugaba en 2016 la posibilidad de construir la opción de un gobierno de coalición.

Montero enfatiza que el errejonismo se levantó como «espacio de disputa de poder interno desde el principio», antes incluso de los comicios europeos de hace una década, y reivindica que el «pablismo», se forjó en respuesta a esa deriva. Y pide valorar ambas corrientes en función de los resultados de la acción política, es decir, «la praxis como criterio de verdad».

«Podemos ha servido para transformar este país; menos de lo que nos gustaría, asumiendo un gran coste político (…) ¿Qué ha aportado el errejonismo como forma de hacer política a España? La respuesta es dolorosa: nada que no pudiera haber hecho el PSOE, siendo además funcionales en la guerra sucia contra Podemos», sentencia la exministra de Igualdad.

Luego, critica que se cayera en el «simplismo», que a su juicio la corriente de Errejón y la «progresía mediática lo alimentasen en la guerra contra Podemos», de que había una corriente, el errejonismo, de «personas brillantes» que hacían los «análisis más lúcidos de la historia de España», y otra, la «pablista», de «estalinistas sin escrúpulos que impusieron las purgas a todo aquel que pensase diferente».

«NO TUVIMOS TIEMPO DE APRENDIZAJE» COMO EN LOS PARTIDOS CLÁSICOS

Montero remarca que lo que sí pasó en Podemos es que se juntaron «diferentes escuelas de militancia política» pero «muy acostumbradas a ser «las primeras de la clase», si bien subraya que todos los partidos tienen «momentos de gran crudeza», como les ha pasado a PSOE y PP.

Así, razona que no son ni el primer ni último partido que padece grandes disputas y escisiones», pues está a la «orden del día» en política. Pero sí está convencida de que sus procedimientos internos como nueva formación eran débiles en ese momento y que la mayoría de dirigentes vivían, por su juventud, una «experiencia para la que no les habían preparado vitalmente»

«En los partidos tradicionales, para formar parte de una lista electoral hay que pasar años de militancia (…) vivir muchas disputas de poder y sobrevivir a ellas, aprender a ganar pero sobre todo a perder, acumular años de vida partidaria, y solo entonces, a lo mejor, terminas siendo concejal, diputado autonómico o, más difícil aún, diputada en el Congreso. No digamos ya ministro o vicepresidenta. En nuestro caso, no tuvimos ese tiempo de aprendizaje», apostilla.

También reprocha que «la progresía mediática y el PSOE» entendieron «muy pronto» que «debilitar» y generar «presión» por esa fractura interna. Por ejemplo, dice que el exportavoz del PSOE Antonio Hernando hablaba de forma paralela con Errejón para que «estuviese más del lado del PSOE que del nuestro».

«NOS LLAMABAN LA CAMARILLA ESTALINISTA»

«Nos llamaban (los partidarios de Errejón) camarilla estalinista porque, como ellos mismos decían, tenían que construir un enemigo interno, que debía ser el equipo de Pablo, e instalar la idea de la deriva estalinista del pablismo. La colaboración entre el errejonismo y la progresía mediática para establecer este relato que tenía por objetivo impedir un Gobierno de coalición progresista».

Montero sostiene que Errejón, al fundar Más Madrid en 2019 y luego presentarse a las generales bajo la marca Más País, perseguía un espacio electoral más cómodo para el PSOE, una operación política que achaca también a la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, con su proyecto Sumar.

Ese movimiento de Errejón fue el momento en el que ella e Iglesias se plantearon seriamente que «no merecía la pena» seguir en política, pero que el respaldo de dirigentes como Pablo Echenique o la secretaria general morada, Ione Belarra, les dio fuerzas para resistir el golpe.

También dice que en las primeras elecciones generales de 2019, cuando Iglesias aceptó el veto de Sánchez para que no fuera vicepresidente, mantuvieron una reunión durísima donde dijo que ella no sería vicepresidenta si había un acuerdo «injusto» con el PSOE.

«IU, Yolanda y, en menor medida, los comunes querían aceptar cualquier acuerdo -incluso dar nuestros votos para un Gobierno del PSOE en solitario- (…) Fue doloroso ver a nuestros propios compañeros presionar a Pablo para aceptar cualquier acuerdo aunque fuese completamente injusto y nos dejase sin capacidad de acción de gobierno en la práctica», zanja en su relato.

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