Experto destaca los nuevos tratamientos como los inhibidores de FLT3 en la leucemia mieloide aguda

El jefe del Servicio de Hematología de MD Anderson Cancer Center Madrid, Adolfo de la Fuente, destaca los nuevos tratamientos como los inhibidores de FLT3 en la leucemia mieloide aguda, recordando que existen cuatro subtipos de leucemia leucemia mieloide aguda, leucemia mieloide crónica, leucemia linfocítica aguda y leucemia linfocítica crónica, todas con un comportamiento clínico y un pronóstico muy distinto y que exigen estrategias de tratamiento también muy diferentes.

A lo largo de los últimos 20 años se han producido importantes avances en leucemia mieloide crónica y leucemia linfocítica crónica que han posibilitado mejorar de forma sensible el pronóstico de las personas con estos diagnósticos. «Las leucemias agudas del adulto continúan siendo un reto, pero esperamos que estemos al comienzo de una nueva era esperanzadora para el tratamiento de la leucemia aguda en adultos, con avances clínicos muy importantes», ha recalcado,

La investigación juega un papel fundamental para aumentar la esperanza de vida y el desarrollo de la enfermedad de los pacientes con leucemia mieloide aguda. En este sentido, recientemente se ha celebrado el Congreso de la European Hematology Association (EHA, por sus siglas en inglés) donde hematólogos, tanto del ámbito clínico de todo el mundo como de la investigación, han compartido conocimientos y avances.

Durante la celebración del congreso, el doctor de la Fuente ha tenido la oportunidad de compartir un trabajo sobre la incorporación en la práctica clínica diaria de uno de los nuevos fármacos recientemente desarrollados que mejoran la supervivencia de las personas con leucemia mieloide aguda, un inhibidor de FLT3.

En estos pacientes, las células leucémicas presentan una mutación en el gen FLT3 que se traduce en una mayor proliferación de las células leucémicas con mayor riesgo de recaída de la enfermedad. Por tanto, este tipo de inhibidores actúan bloqueando esta vía alterada aumentando la tasa de respuestas y mejorando la supervivencia.

Según apunta De la Fuente, tras muchos años de esfuerzo en investigación básica y muchos intentos de desarrollo que han sido infructuosos, se empiezan a ver resultados positivos y pueden trasladarse a la práctica clínica diaria nuevas estrategias y opciones terapéuticas. Estos avances van a tener un impacto positivo en la supervivencia y en las tasas de curación, dando respuesta a necesidades no cubiertas de los pacientes adultos con leucemia aguda.

Por otro lado, el pronóstico de las leucemias crónicas (mieloide crónica y linfocítica crónica) ha mejorado enormemente a lo largo de los últimos años, inhibidores de vías alteradas en las células leucémicas y anticuerpos monoclonales han supuesto un cambio radical, aumentando claramente la esperanza de vida de las personas afectadas. «Hablamos de enfermedades que se tratan y se controlan de manera satisfactoria en un porcentaje elevado de pacientes», ha zanjado De la Fuente.

SINTOMATOLOGÍA Y PERFIL DEL PACIENTE

Cada leucemia puede presentar diferente sintomatología. No obstante, hay algunos síntomas comunes como la fiebre, el cansancio persistente, la pérdida de apetito o de peso y la dificultad respiratoria. Además, un síntoma más específico de la leucemia puede ser la formación fácil de hematomas o hemorragias y la aparición de petequias, que son unas diminutas manchas rojas que aparecen bajo la piel y que están provocadas por estas hemorragias.

En cuanto al perfil del paciente, depende mucho del tipo de leucemia. La leucemia linfocítica aguda tiene dos picos: en la infancia y comienzo de la edad adulta, y a partir de los 60 años. En cambio, la leucemia mieloide aguda es poco frecuente en jóvenes con una edad media al diagnóstico de más de 60 años.

Se desconoce la causa concreta de la leucemia, aunque pueden intervenir factores virales, genéticos, ambientales e inmunológicos. Por un lado, parece que habría cierta predisposición genética a la leucemia, pero, por otro, también se ha relacionado su origen con factores externos como la exposición alta a determinadas sustancias químicas o la administración de dosis elevadas de quimioterapia o radioterapia.

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