Empezar de cero en Honduras tras una migración fallida
La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) ayuda a decenas de retornados a poner en pie una empresa
Emigrar no es una decisión fácil, como tampoco lo es volver cuando las condiciones no son las esperadas. Más de 95.000 hondureños han optado por el retorno a Honduras en los primeros diez meses de 2019, una cifra sin precedentes y que oculta historias de personas a las que la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) intenta tender una mano.
Marcia Berónica Elvir regresó de México a su localidad natal, Catacamas, en la provincia de Olancho, con el objetivo de poder abrir su propio salón de belleza y pasar página a una etapa que prefiere olvidar.
«Poco después de regresar a Honduras, decidí emprender mi negocio», explica esta mujer, una de las beneficiarias de un programa de la OIM que ya ha llegado a 65 personas en el país centroamericano. Recibió un capital semilla que en la mayoría de los casos ronda los mil dólares, a partir de los cuales comenzar a forjar una nueva vida.
«La OIM me ha apoyado con la compra de tintes, champú, esmalte y otros materiales, pero también con capacitaciones como Estrategias de Venta y Trabajo en Equipo , que me han ayudado muchísimo a mejorar mi plan de negocios», asegura. Está «satisfecha», no solo por disponer de su propia empresa sino también por contar ya con dos empleadas a su cargo.
La OIM, que desarrolla desde 2016 el Proyecto Retorno y Reintegración en el Triángulo Norte de Centroamérica, ha puesto el foco en el desarrollo a través de proyectos de industria, agricultura, comercio y servicios. La organización estudia cada caso y, como en el caso de Marcia, compra los elementos requeridos para la empresa y ofrece un proceso de capacitación que va desde tareas de administración y finanzas a apoyo psicosocial.
Naim decidió marcharse de Honduras porque «la situación estaba terrible», lo que le llevó a México con su hija a finales de 2017. Tras 42 días, cruzó la frontera de Estados Unidos, un día fatídico en el que le separaron de su hija –«solo tuve comunicación con mi hija en dos ocasiones»– y que dio inicio a casi siete meses de custodia.
Volvió a Honduras, ya sin «nada» en los bolsillos. «No tenía ánimos para nada, porque mi hija había sido dada en adopción, pero su familia adoptiva decidió enviarla de vuelta conmigo», cuenta Naim, quien sacó entonces fuerza para salir adelante y logró de la OIM formación y un plan de negocio para la cría de cerdos.
«Con los beneficios de este negocio, quiero abrir mi propio taller de electricidad», asegura Naim, que como Marcia también descarta volver a salir de Honduras y arriesgarse a perder lo que ha conseguido. «Como me fui de vacío, ahora me siento lleno», celebra.
REINSERCIÓN SOCIAL
El jefe de la misión de la OIM para El Salvador, Guatemala y Honduras, Jorge Peraza, explica a Europa Press que no se trata tanto de «asistencialismo» como de «apoyo», con vistas a lograr una reintegración que no siempre es fácil. «Sin duda representa desafíos mayores», reconoce, consciente de la necesidad de dotar a los retornados y a sus comunidades de herramientas a partir de las cuales empezar a construir algo.
«Nos interesan aquellas poblaciones que están en especial situación de vulnerabilidad», añade, poniendo por ejemplo a mujeres cabezas de familia o con personas dependientes en su cargo. Se trata, según Peraza, de plantear un plan B a quienes quieren regresar, ya que «de lo contrario no tienen posibilidad de una reinserción social efectiva».
De las 65 personas beneficiadas hasta ahora por el proyecto, 32 son hombres y 33 mujeres. Por regiones, 26 son del Valle de Sula, 25 de Olancho, 13 de San Pedro Sula y uno de Tegucigalpa, según datos de la organización, que complementa con este proyecto otras ayudas que van desde alimentos a prendas de vestir, pasando por llamadas para el restablecimiento de la comunicación con las familias.
RETORNOS VOLUNTARIOS
El Observatorio Consular y Migratorio de Honduras estima que, en lo que va de año, han regresado a Honduras más de 95.000 migrantes –al menos 1.200 de ellos menores de edad–, unos 20.000 más que en todo 2018. Más de 38.700 procedieron de Estados Unidos, pero la mayoría, en concreto unos 57.000, han vuelto a Honduras desde México.
La OIM desarrolla un programa para repatriar migrantes desde México, pero como ha admitido Peraza, «en el contexto centroamericano el retorno voluntario es un poco complejo». A este tipo de proyectos se agarran no solo quienes desean regresar, sino también los que se han topado con el muro burocrático que supone llegar a Estados Unidos o una estancia sine die en la zona norte de México.
El actual presidente estadounidense, Donald Trump, ha endurecido su política migratoria y ha entablado negociaciones con los países centroamericanos para tratar de cortar el flujo migratorio hacia Estados Unidos. Peraza ve «prematuro» analizar las consecuencias de estos acuerdos, que incluirían «diferentes matices» a tener en cuenta una vez entren en vigor.
La OIM respeta las políticas migratorias nacionales y que se puedan tener en cuenta cuestiones de seguridad a la hora de aplicarlas, pero llama a anteponer las necesidades de los seres humanos por encima de otras consideraciones. No obstante, Peraza insta a dejar de lado tanto en este como en otros contextos el «lenguaje xenófobo para referirse a las migraciones» y señala que su organización se esfuerza por extender «un concepto más positivo».
También exhorta a la comunidad internacional a ampliar el foco de atención, de tal forma que las migraciones de ciudadanos centroamericanos no sean solo noticia cuando haya «caravanas» de por medio. Incluso entonces, según Peraza, el análisis fue «sesgado» y «no se terminó de comprender cuál era la dinámica migratoria» en la región.
En este sentido, advierte de que solo el «gran volumen» de emigrantes que genera Centroamérica ya supone un «gran desafío», toda vez que reflejan las complicaciones que arrastran gobiernos «con recursos limitados». Cada migrante se va o retorna por razones muy particulares, pero Peraza insiste en la necesidad de ofrecerles a todos ellos «una alternativa», con el desarrollo personal y general como prioridad.