El miedo que sentía el anciano mallorquín pudo afectar a sus capacidades al disparar al ladrón que entró en su casa
PALMA, 14
Pau Rigo, el anciano que mató a uno de los ladrones que entró a robar a su casa de Porreres (Mallorca) en febrero de 2018, pudo ser preso de una situación de miedo que afectó a sus capacidades intelectuales y volitivas que no le permitieron actuar de otra forma más que accionar su escopeta.
Así lo ha declarado este jueves uno de los forenses que evaluó al anciano, entonces de 78 años, en la repetición del juicio con jurado popular que se celebra desde hace una semana en la Audiencia Provincial de Palma contra Rigo y otras tres personas que planificaron y ejecutaron el robo.
La Fiscalía pide para el anciano una pena de cuatro años de prisión por un delito de homicidio, mientras que la acusación particular eleva su petición a diez años de cárcel. Por otra parte, el ladrón –hermano gemelo del fallecido– se enfrenta a una pena de seis años de privación de libertad, mientras que los planificadores, dos vecinos de Campos, podrían ver reducida su condena a tres años tras admitir su participación en los hechos.
El forense del Instituto de Medicina Legal de Baleares que realizó un informe sobre las lesiones físicas y psíquicas sufridas por Rigo ha determinado que, fruto del miedo que sentía, el hoy octogenario podría haber sufrido una afección en sus capacidades intelectuales y volitivas «que no le permitieron regir su conducta de otra forma, en ese momento, que accionar la escopeta».
«El miedo le produce una reacción adaptativa que lo que intenta es solucionar el asunto que tiene. Está afectado por una situación de miedo, teme por su vida, y busca un recurso dentro de las opciones que tiene, la que más seguridad le puede procurar, la que tiene un acceso más sencillo y rápido», ha señalado el perito.
No obstante, ha puntualizado, es «indiscutible» que Rigo sabía que estaba disparado y que, posteriormente, había disparado. «Su capacidad intelectivo volitiva, en el análisis general, es compatible con la normalidad. Otra cosa es que en esa situación en la que se encontraba, en esa situación de miedo, sea capaz de otra conducta que no fuera esa», ha sentenciado.
El forense también ha sido cuestionado acerca de las lesiones físicas sufridas por Rigo en diversas partes del cuerpo y que tardaron 241 días en sanar. Algunas fueron aparentemente producidas por puñetazos y otras fueron fruto del impacto con un «instrumento contundente», ha detallado.
De estas últimas, algunas eran de «tipo figurado», es decir, que reproducen de forma literal la morfología del objeto que las causa. Mientras que ha descartado que estas pudieran haber sido producidas por la escopeta –en el forcejeo con uno de los ladrones que trataba de arrebatársela tras el disparo– sí ha considerado posible que fueran causadas por una pata de cabra.
A preguntas del letrado de la defensa de Rigo, el forense ha asegurado que un golpe en la cabeza con tal herramienta «sin duda» podría haberle causado la muerte. Según declaró el anciano el pasado viernes, disparó al asaltante momentos después de esquivar una agresión con la pata de cabra que iba dirigida, precisamente, a su cabeza.
A estas lesiones físicas, ha añadido, hay que sumarle el trastorno de estrés postraumático sufrido por el octogenario «por todo lo sufrido» el 24 de febrero de 2018, el día de los hechos.
Este jueves también ha declarado otro forense que inspeccionó a Rigo unas semanas después del robo, cuando aún «tenía signos de haber recibido una paliza fuerte, sobre todo en la cara».
Éste especialista también fue el encarado de realizar la autopsia del fallecido, quien, según sus conclusiones, perdió la vida sobre las 17.30 horas del día de los hechos tras haber sido trasladado a un centro hospitalario, donde los cirujanos no pudieron hacer nada por salvarle.
Finalmente, según su informe, el asaltante murió por un shock hipovolémico y un traumatismo abdominal severo provocados por un disparo por arma de fuego. La bala, ha subrayado este jueves, le provocó un orificio de entrada de unos ocho centímetros de diámetro.
Eso, sumado a otros análisis, le permitió determinar el disparo se produjo a una distancia «corta», de entre un metro y medio y cinco metros. A lo largo del juicio, los especialistas de balística de la Guardia Civil acotaron esta distancia a no más de dos metros, a los que habría que sumarle la distancia de la escopeta, de 1,13 metros.