El macroecólogo David Nogués-Bravo advierte de que el cambio climático «calienta y remueve la sopa global de virus»
«El clima de Madrid en 2050 se parecerá al de Marrakech hoy, y el de Londres al de Barcelona»
El macroecólogo David Nogués-Bravo ha advertido de que el cambio climático está «calentando y removiendo la sopa global de virus», lo que podría hacer que emerjan nuevas potenciales amenazas sanitarias.
El experto estudia la naturaleza hoy y en el pasado, para predecir cómo será dentro de 50 o 100 años. Como macroecólogo que investiga la distribución de especies a gran escala, asegura que sabiendo cómo eran antes las plantas y animales, y dónde estaban, se puede prever su respuesta a la actual crisis ambiental.
En el IV Seminario sobre Filosofía y Ciencia del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), organizado con la colaboración de la Fundación Banco Sabadell y dedicado a analizar las grandes amenazas para la sociedad a largo plazo, Nogués-Bravo ha puesto el énfasis en la pérdida de biodiversidad, que se acelera a un ritmo desbocado.
«Perdemos especies entre mil y diez mil veces más rápido que el ritmo natural de extinción», ha afirmado. El experto ha puesto una serie de diapositivas con cuatro olas seguidas, cada una devorando a la anterior: a la COVID-19, la ola más pequeña, le suceden la recesión económica y el cambio climático; la última, el tsunami es el «colapso de la biodiversidad».
En una entrevista con el CNIO, el experto ha alertado de que la crisis ambiental afecta a la salud humana «de muchas formas, desde la vuelta de enfermedades que ya no teníamos en Europa hasta la contaminación de los alimentos que comemos».
«En Dinamarca hace más de 150 años que la malaria empezó a desaparecer. Pero ahora, con las temperaturas más cálidas en Europa, vemos que los mosquitos que transmiten esta enfermedad y otras, como el dengue, empiezan a tener poblaciones estables. Así que de nuevo puede haber malaria en Europa. Hace unos años se dio el primer caso de dengue autóctono en Europa, en Barcelona. El mosquito transmisor ahora sobrevive al invierno europeo», ha resaltado.
En cuanto a la preparación para estas situaciones, el experto ha indicado que gracias a los datos y modelos disponibles se puede «predecir qué nuevas amenazas para la salud humana o la seguridad alimentaria son potencialmente posibles». «Para empezar, podemos advertir a los dirigentes que dentro de 50 años, en Europa, es muy probable que enfermedades tropicales alcancen Europa», ha asegurado.
Así, ha defendido que se podrían poner ya en marcha políticas preventivas desde ahora mismo. «Si sabes lo que puede pasar, cómo y dónde, puedes prepararte. Pero tenemos que ser conscientes de que el cambio climático implica riesgos para la salud humana. Si predecimos, por ejemplo, que en el Delta del Ebro es probable que en 30 años haya mosquitos con malaria, nuestro sistema de salud tendría que vigilar y tener preparada algún tipo de actuación. Ahora los modelos matemáticos nos dan la capacidad de predecir impactos, tanto en salud como en seguridad alimentaria, y esto ayuda a los gobernantes y a las empresas a estar preparados», ha insistido.
Según el experto, uno de los mayores riesgos para la salud de esta crisis ambiental que se avecina es «el cambio en los usos del suelo». «La deforestación de las selvas o el cambio de pastizales por cultivos. Cada vez que alteramos el medio ambiente, los animales y plantas que hay en él se mueven, se adaptan o se mueren. Las especies desplazan su hábitat en función del nuestro, de manera que algunas que nunca han estado en contacto entre sí ahora lo están. Eso facilita saltos nuevos de virus entre especies. Con el cambio climático estamos calentando y removiendo la sopa vírica a escala global», ha lamentado.
En este punto, ha recordado que la COVID-19 es un ejemplo de esta situación: «No se fabricó en un laboratorio, puede venir de un pangolín, de un murciélago… No lo sabemos, pero sabemos que los animales portan muchos virus. Y estamos invadiendo sus junglas, sus hábitats. Al hacerlo, nos exponemos a que esos virus pasen a nuestra especie. Esta es, posiblemente, una de las consecuencias principales de nuestro impacto sobre la naturaleza».
Por último, el experto remacha que el mensaje debe ser «no alterar la naturaleza». «No podemos modificar o destruir la naturaleza hasta el punto en el que nos exponemos nosotros mismos a efectos muy negativos. Somos una especie más en el sistema. La naturaleza funciona como un sistema de ordenadores en el que hay un servidor principal que hace que las demás máquinas funcionen. Hay especies que son como esos servidores. Si un día se cae el servidor de una empresa, todos los ordenadores dejan de funcionar. Con la naturaleza puede pasar lo mismo. Hay especies que, si desaparecen, el sistema puede colapsar», ha finalizado.