El incendio en los campamentos de refugiados rohingyas, una «carga extra» en plenos preparativos del monzón

Unas 45.000 personas tienen que «empezar de cero» tras perderlo todo con las llamas

El incendio que afectó a principios de esta semana al campamento de refugiados de Kutupalong, la principal concentración de rohingyas en Bangladesh, ha añadido una «carga extra» a las organizaciones humanitarias que trabajan en la zona en un momento clave en el que ya se atisba en unas pocas semanas la llegada de los primeros monzones de la temporada.

Más de 10.000 estructuras quedaron completamente destruidas como consecuencia del fuego, que provocó al menos once víctimas mortales. La ONU estima que unas 45.000 personas lo han perdido todo, en un contexto precario en el que aún malviven unos 900.0000 refugiados, en su mayoría llegados tras huir de la represión en el estado birmano de Rajine en 2017.

Estas 45.000 personas «están en la situación en la que se encontraban en 2017, cuando llegaron aquí», advierte el número dos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en Bangladesh, Manuel Marques Pereira. Tienen que «empezar de cero» y prácticamente dar por «perdido» todo lo logrado en estos últimos años, lamenta en una entrevista a Europa Press.

La urgencia pasa ahora por atender a los damnificados, pero al mismo tiempo sin perder de vista las necesidades pendientes o los retos que están por venir. Las organizaciones que operan en los campamentos ya habían comenzado a trabajar en los preparativos frente a la temporada de monzones, cuyo inicio se prevé en apenas «un par de semanas».

Preparar a la población y las infraestructuras ante la previsible llegada de lluvias torrenciales y fuertes vientos es un momento clave, pero en estos primeros días se han tenido que «desviar» recursos. Marques Pereira espera que la urgencia no «distraiga» de otros objetivos, para lo cual ve «claves» los fondos anunciados esta semana por la ONU.

El secretario general adjunto para Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas, Mark Lowcock, anunció el jueves un desembolso de 14 millones de dólares (más de 11,8 millones de euros) del Fondo Central de Respuesta a Emergencias (CERF), que permite a la organización reaccionar de forma rápida ante necesidades urgentes, como es el caso.

Son «buenas noticias», en palabras del responsable de la OIM, quien insiste en la situación «extremadamente vulnerable» en la que se encuentran no solo quienes han perdido sus refugios esta semana, sino los cientos de miles de refugiados que viven en áreas bangladeshíes cercanas a la frontera –más de la mitad de ellos son mujeres y niños–.

De hecho, tres de las víctimas mortales del último incendio han sido identificados como niños y más de 50 siguen separados de sus familias, según el Fondo de la ONU para la Infancia (UNICEF). La agencia ha confirmado, además, la destrucción de más de 140 centros de aprendizaje y «daños importantes» en los sistemas de suministro de agua y saneamiento.

PRECARIEDAD DE LOS CAMPAMENTOS

Marques Pereira señala que el fuego no hace sino evidenciar las debilidades de un complejo que, entre otras cuestiones, tiene un especial «riesgo» de incendios. De hecho, las organizaciones humanitarias cuentan entre sus actividades las tareas de prevención y respuesta en caso de que ocurran este tipo de tragedias.

En enero, más de 3.500 refugiados ya se quedaron sin techo a raíz de un incendio que destruyó 550 casetas de campaña y 150 tiendas en Nayapara, a unos 30 kilómetros de Kutupalong.

«Estoy absolutamente seguro que podría haber sido mucho peor si los voluntarios no hubiesen tenido extintores, formación sobre evacuación o no se hubiesen creado cortafuegos», declara el responsable de la OIM, que evita especular sobre las causas del incendio a la espera de la investigación ya en marcha.

Entre las infraestructuras destruidas por el incendio figura un centro médico, «totalmente quemado», convertido en apenas tres horas en un «amasijo de metal». Este centro era uno de los más completos de la zona y acumulaba una serie de equipos y tecnologías especialmente caros, hasta el punto de que Marques Pereira estima que volver a disponer de él «costará 500.000 dólares, si no más».

PERSPECTIVAS DE FUTURO

Más de tres años después del gran éxodo, la situación apenas ha variado, con la única salvedad de los traslados de refugiados que ya han iniciado la autoridades de Bangladesh hacia una isla remota –y potencialmente peligrosa, según las organizaciones defensoras de los Derechos Humanos– en la bahía de Bengala. El Gobierno planea trasladar hasta 100.000 personas.

Marques Pereira explica que se trata de una «decisión individual» y que, por tanto, la ONU tiene poco que decir en este tema. «Mientras la gente quiera y elija ir, tenemos que respetarlos», afirma.

Con cada día que pasa, la crisis de los refugiados rohingyas se convierte en una emergencia «prolongada», lejos de una atención internacional que apenas ha recuperado con el reciente incendio y, en menor medida, con el golpe de Estado perpetrado el 1 de febrero por las Fuerzas Armadas birmanas.

Si embargo, «sigue habiendo un numero muy grande de individuos que son extremadamente dependientes de la ayuda y necesitamos que el mundo preste atención», recalca Marques Pereira, antes de recordar que el objetivo de los cientos de miles de refugiados no es quedarse en Bangladesh.

«Todos quieren volver si las condiciones son las adecuadas», explica, algo que no se da a día de hoy. El golpe de Estado ha añadido aún «más incertidumbre» a un contexto que, en palabras del responsable del responsable de la OIM, requiere en última instancia de una «solución política».

«Los rohingyas son parte de la sociedad bimana y deben ser parte de la solución», advierte, en relación a una minoría que ha sido históricamente discriminada en Birmania, donde carece incluso de los derechos más básicos de ciudadanía.

Marques Pereira reclama a la comunidad internacional que «siga apoyando» la respuesta humanitaria en los campamentos, a falta por ahora de una solución mejor. «Que no les olvidemos solo porque llevan casi cuatro años allí», apostilla.

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