El IECAH y MSF lamentan que el «doble rasero» internacional con Ucrania condena al olvido a otras crisis

La ola de solidaridad con Ucrania no disfraza que «la ayuda humanitaria se ha estancado desde 2018», señala el IECAH

«Hay 32 conflictos armados activos sobre los que también hay que invertir en ayuda humanitaria y soluciones política», reclama MSF

Si algo ha puesto de relieve la crisis en Ucrania ha sido el potencial solidario de la comunidad internacional, sin embargo, también ha evidenciado las desigualdades en materia de financiación y distribución de ayuda según qué crisis, siendo el caso ucraniano claro exponente de este «doble rasero».

Es lo que se extrae del último informe elaborado por Médicos Sin Fronteras (MSF) y el Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH) titulado La acción humanitaria en 2021-2022: Más allá de la guerra de Ucrania , en el que se desglosa cómo este país «ha nublado al resto del panorama internacional» y sus crisis de una forma casi «obsesiva» y «contaminando» otras muchas agendas.

Una ola de solidaridad hacia Ucrania en detrimento de otras crisis, como las de Etiopía, Yemen, Afganistán, Cabo Delgado en Mozambique, o incluso la climática, que se explica más allá de por la amplia cobertura que los medios dedican a uno y otro asunto o a factores geopolíticos, a la percepción de proximidad.

«Instintivamente sensibiliza más» porque «ocurre en Europa, en nuestra casa», ha explicado el codirector del IECAH, Jesús A. Núñez, en la presentación del informe este jueves en Madrid. «Sentimos económicamente lo que está pasando en Ucrania» ya que repercute en los precios de los combustibles y los alimentos, cuenta.

CRISIS «RUIDOSAS» FRENTE A CRISIS «OLVIDADAS»

Esta decisión basada en prioridades mediáticas y geopolíticas provoca que no siempre la crisis sobre la que se pone el foco sea aquella con mayor número de personas afectadas o con mayores niveles de mortalidad, alerta el informe.

«La crisis de Ucrania ha contaminado otras muchas agendas, como la de seguridad y la humanitaria», explica Núñez, quien ha advertido del riesgo de que los fondos y la financiación para defensa se disfrace de ayuda humanitaria.

El conflicto en Ucrania ha traído consigo un incremento «brutal» en el gasto de defensa. Sin embargo, la apuesta por «la securitización» rara vez trae consigo políticas relacionadas con la prevención de conflictos o por una apuesta clara por la diplomacia, ahonda Núñez.

Lo que sucede en Ucrania desde que el presidente ruso, Vladimir Putin, diera orden hace ahora casi diez meses de invadir ese país ha nublado no solo otros conflictos internacionales, sino también la crisis climática, y ha aumento el riesgo de la proliferación de las armas nucleares, «las principales amenazas existenciales de la humanidad», considera.

Así, y a pesar de las dos recientes citas en Glasgow y Sharm el Sheij, el número de desplazados climáticos y la evidencia del equívoco que ha supuesto la dependencia energética de Rusia, «no existe voluntad política de los Estados que participan de estas cumbres de ir más allá de sus programas indicativos iniciales».

Las aspiraciones de acabar con la dependencia energética de Rusia nos está llevando no a acelerar la transición energética, como cabría esperar, sino a alternativas como el carbón en Alemania, o en el resto de Europa a los mismos combustibles fósiles, «que son la principal amenaza en esta crisis climática».

«NO SOLO ES UCRANIA»

MSF ha explicado que además de la guerra de Ucrania el empeoramiento de la situación actual en otros lugares también se explica por las consecuencias que deja tras de sí la pandemia. Paradójicamente, señala, a pesar del «milagro científico» de las vacunas y el desarrollo de planes de vacunación a gran escala, la inmunización de rutina de otras enfermedades ha caído.

«Estamos viendo brotes de cólera, de enfermedades infecciosas en otros lugares que tienen que ver con el debilitamiento de los programas rutinarios de salud», ha contado el responsable de la unidad de emergencia de MSF España, Aitor Zabalgogeazkoa.

A todo ello, se le suma la subida de precios de los combustibles, los alimentos, la retirada de subvenciones a programas básicos, o los efectos climáticos extremos. «Ya se puede hablar de desplazados climáticos», como en Somalia, donde si bien el conflicto y la violencia no cesa, quienes más huyen ahora lo hacen de la sequía, o en Pakistán, donde después de tres meses de las fuertes lluvias que cayeron en el norte del país, sigue todavía habiendo zonas inundadas.

El otro elemento capital es la guerra de Ucrania. «Se desvía muchísimo la atención, pero los conflictos en otros lugares continúan y se agudizan», recuerda Zabalgogeazkoa, quien expone como la unión de efectos climáticos extremos más desplazamientos más conflictos, agrava aún más este tipo de crisis.

Es el caso de la zona del Sahel, donde la impera la violencia de unos grupos criminales que ni siquiera tienen objetivos políticos y solo centran sus actividades en saquear a la población. Ante esta situación, denuncia, es imposible para MSF y otras organizaciones operar.

«No solo Ucrania es importante», reflexiona Zabalgogeazkoa, que si bien alaba las medidas de seguridad que se aplican sobre aquellos ciudadanos ucranianos que huyen de la guerra, lamenta que no sea así con el resto de quienes sufren en otras partes del mundo. «Los gobiernos y las instituciones internacionales tienen obligación de atender a todos por igual», ha recalcado.

CRECE LA FINANCIACIÓN A UCRANIA, SE ESTANCA EN OTROS CONTEXTOS

«La ayuda humanitaria internacional se ha estancado desde 2018», ha dicho el también coodirector del IECAH, Francisco Rey, quien ha cifrado en 31.000 millones de dólares este apoyo solo en 2021, una cifra, ha explicado, «que supone un porcentaje bajo» si se tiene en cuenta que es todo el espectro global.

En ese sentido, ha señalado que algunos países sí han aumentado su ayuda humanitaria en 2022, pero solo en relación con la guerra de Ucrania. Si bien ha destacado que algunos otros, y cita el caso de España, «han generado cierta financiación adicional» para otros contextos.

«Los llamamientos para Ucrania han crecido, han sido financiados en un porcentaje muy alto, que ronda el 80 por ciento», pero no así para las de otras muchas crisis, como las de Yemen, Etiopía, e incluso Afganistán, que están alrededor del 30 o el 40 por ciento, ha detallado Rey.

«En 2021 solo se han cubierto los llamamientos de Naciones Unidas en un 56 por ciento. Algunas crisis han cubierto sus llamamientos en porcentajes relativamente altos frente a otras que entran en la famosa categoría de las olvidadas», ha dicho.

Rey ha destacado que con respecto a España hay en parte buenas noticias, ya que se ha aprobado una nueva ley de seguridad y cooperación, con la que se fija el compromiso legal de aportar el 0,7 del PIB para ayuda al desarrollo. «La acción humanitaria española ha crecido un 12 por ciento», ha destacado.

CABO DELGADO Y TIGRAY, LOS GRANDES OLVIDADOS

En Cabo Delgado, Mozambique y una coalición de socios regionales hacen frente a la violencia yihadista en medio de una importante zona de yacimientos de gas y otros recursos naturales. Se cumplen cinco años del inicio de este conflicto sin visos de solucionarse y que dejado por ahora un millón de desplazados y más de 4.000 muertos.

En Tigray, el Frente Popular para la Liberación de Tigray (TPLF) combate con las fuerzas etíopes en esta región del norte del país. MSF ha denunciado los ataques indiscriminados que sufre la población, así como el saqueo de centros médicos y otras instalaciones civiles.

Tres millones de desplazados es el saldo de un conflicto que ha dejado también miles de muertos, entre ellos tres miembros del personal de MSF. Desde noviembre de 2020, un total de 36 trabajadores humanitarios han sido asesinados en Etiopía, «lo que le convierte en el país más peligroso del mundo para prestar ayuda».

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