El ejercicio aumenta el flujo sanguíneo al cerebro, según un estudio
No solo se ejercitan las piernas y el corazón cuando se camina a paso ligero, el ejercicio también afecta al cerebro. Un nuevo estudio realizado por investigadores de la Universidad de Texas Southwestern (Estados Unidos) ha evidenciado que, cuando los adultos mayores con pérdida de memoria leve siguieron un programa de ejercicios durante un año, el flujo sanguíneo hacia sus cerebros aumentó.
«Esto forma parte de un conjunto creciente de pruebas que relacionan el ejercicio con la salud del cerebro. Hemos demostrado por primera vez en un ensayo aleatorio en estos adultos mayores que el ejercicio hace que fluya más sangre al cerebro», explica el doctor Rong Zhang, líder de este estudio, que se ha publicado en la revista Journal of Alzheimer s Disease .
Hasta una quinta parte de las personas de 65 años o más presentan algún nivel de deterioro cognitivo leve (DCL), es decir, ligeros cambios en el cerebro que afectan a la memoria, la toma de decisiones o la capacidad de razonamiento. En muchos casos, el deterioro cognitivo leve evoluciona hacia la demencia, incluida la enfermedad de Alzheimer.
Los científicos han demostrado anteriormente que los niveles de flujo sanguíneo hacia el cerebro, más bajos de lo normal, y los vasos sanguíneos más rígidos que conducen al cerebro, están asociados con el DCL y la demencia. Los estudios también han sugerido que el ejercicio aeróbico regular puede ayudar a mejorar la cognición y la memoria en adultos mayores sanos. Sin embargo, los científicos no han establecido si existe una relación directa entre el ejercicio, la rigidez de los vasos sanguíneos y el flujo sanguíneo cerebral.
«Todavía hay mucho que no sabemos sobre los efectos del ejercicio en el deterioro cognitivo en etapas posteriores de la vida. Es probable que el DCL y la demencia estén influidos por una compleja interacción de muchos factores, y creemos que, al menos para algunas personas, el ejercicio es uno de esos factores», argumenta otro de los autores, Munro Cullum.
En el estudio, Zhang, Cullum y sus colegas siguieron a 70 hombres y mujeres de entre 55 y 80 años a los que se les había diagnosticado DCL. Los participantes se sometieron a exámenes cognitivos, pruebas de aptitud física y escáneres de resonancia magnética cerebral. A continuación se les asignó aleatoriamente a seguir un programa de ejercicio aeróbico moderado o un programa de estiramientos durante un año. El programa de ejercicio incluía de tres a cinco sesiones de ejercicio a la semana, cada una de ellas con 30-40 minutos de ejercicio moderado, como una caminata rápida.
En ambos programas, los fisiólogos del ejercicio supervisaron a los participantes durante las primeras cuatro o seis semanas, y luego hicieron que los pacientes registraran sus ejercicios y llevaran un monitor de frecuencia cardíaca durante el ejercicio.
Cuarenta y ocho participantes en el estudio (29 en el grupo de estiramientos y 19 en el de ejercicios aeróbicos) completaron todo el año de entrenamiento y volvieron para someterse a las pruebas de seguimiento. Entre ellos, los que realizaron ejercicio aeróbico mostraron una disminución de la rigidez de los vasos sanguíneos del cuello y un aumento del flujo sanguíneo general hacia el cerebro.
Cuanto más aumentaba su consumo de oxígeno (un marcador de la aptitud aeróbica), mayores eran los cambios en la rigidez de los vasos sanguíneos y el flujo sanguíneo cerebral. No se encontraron cambios en estas mediciones entre las personas que siguieron el programa de estiramientos.
Aunque el estudio no encontró cambios significativos en la memoria u otras funciones cognitivas, los investigadores dicen que eso puede deberse al pequeño tamaño o a la corta duración del ensayo. Los cambios en el flujo sanguíneo podrían preceder a los cambios en la cognición.