El doctor Hernández Úrculo presenta mañana su libro Vivir y morir en Castro Urdiales en el Colegio de Médicos
La presentación correrá a cargo del catedrático de Historia de la Ciencia de la Universidad de Cantabria, Fernando Salmón
El Colegio de Médicos acoge este miércoles, día 26, a las 19 horas, la presentación del libro del doctor José Hernández Úrculo Vivir y morir en Castro Urdiales , sobre el ejercicio de los médicos rurales en la villa entre 1830 y 1930.
El libro, que será presentado por el catedrático de Historia de la Ciencia de la Universidad de Cantabria, Fernando Salmón, quiere ser ante todo, según su autor, un reconocimiento y un homenaje a «la ingrata, poco considerada y reconocida labor de los médicos rurales en general y en concreto a los profesionales que ejercieron en el distrito castreño en esta centuria».
Una época que, en palabras de Hernández Úrculo, estuvo plagada de «cambios profundos», tanto legislativos como sociales, que vivieron estos profesionales.
Mediante «un extenso análisis y exhaustiva investigación» de varios años, el autor describe en Vivir y morir en Castro Urdiales. Una centuria en el ejercicio del médico rural (1830-1930) «el día a día» de la ingente y abnegada labor de los médicos castreños.
«Luchando con riesgo de sus vidas las 24 horas al día todos los días del año, contra las epidemias que afectaron a la villa marinera, que por ser un importante puerto de mar en esos años, corrió más peligro de contagios que otras ciudades», ha explicado.
Y es que, para el doctor Hernández Úrculo, Castro Urdiales muestra un «variado mosaico» demográfico con dos grupos sociales muy importantes, como fueron los marineros y los mineros.
Así, los marineros constituyeron el grupo poblacional más importante en la villa hasta finales de siglo XIX, pero en las últimas dos décadas de este siglo decimonónico, adquirieron gran relevancia demográfica los mineros, ya que en las pedanías castreñas de Mioño y Ontón estaban las explotaciones de mineral de hierro en pleno auge, señala el autor.
Además, según relata, este sector minero de la población, debido a las circunstancias de su penoso trabajo, su mala alimentación y su forma de vida hacinados en viviendas estrechas y sin apenas ventilación, fue el más castigado en lo que a salud se refiere, (sin contar que en las labores de transporte de mineral participaban mujeres y niños) y por tanto las epidemias que azotaron Castro Urdiales «encontraron un buen caldo de cultivo en ellos».
Sin embargo, la «mayor afectación» se produjo en la epidemia de gripe de 1918 en la que se vio afectada «más de un cuarenta por ciento» de los pobladores de los barrios mineros de Setares, Ontón y Otañes, a lo que hay que añadir, destaca Hernández Úrculo, los numerosos accidentes laborales.
La obra recoge también las distintas versiones sobre el ejercicio de médico en esos años «con todos sus matices»: las oficiales, las del pueblo llano, las de la prensa de la época, en suma «una visión poliédrica» de la profesión.