El comisario del caso Faisán : «Fue una cacería, pero ni di el chivatazo a ETA ni hablé jamás de esto con Rubalcaba»
El comisario jubilado Enrique Pamies defiende 15 años después de que estallara el conocido como caso Faisán su inocencia por el chivatazo a la red de extorsión de ETA que le costó una condena de 18 meses por revelación de secretos. «Fue una cacería», sostiene este policía con 30 años en la lucha antiterrorista, «pero ni di el chivatazo ni hablé jamás de esto con Rubalcaba».
La reflexión la realiza Pamies, conocido como Lleida y exjefe de la Policía en el País Vasco, en una entrevista con Europa Press a raíz de la publicación del libro Cómo luché contra ETA. De los años de plomo al caso Faisán (editorial Almuzara), que han escrito el periodista Pablo Muñoz y el inspector en segunda actividad Antonio Sala. Reconoce que ha recibido un par de llamadas de gente molesta.
«Es mentira que sólo con el Estado de Derecho se acaba con el terrorismo». Pamies hace esta observación en un libro que no persigue un ajuste de cuentas, aunque el comisario jubilado repasa vivencias y operaciones desde el «baño de sangre» de los años 80 al «trágico error» que supuso para la banda terrorista la kale borroka , así como el cierre de Egin , los papeles de Susper, la operación de Bateragune o los atentados del 11-M.
«El principio del fin» que le llevó ante un juez, junto a su compañero José María Ballesteros, y a la salida de la Policía fue el caso Faisán . Ambos policías están condenados en firme por advertir al dueño del bar Faisán de Irún, Joseba Elosúa, de una operación contra la red de extorsión de ETA en 2006 –desmantelada posteriormente–, coincidiendo con el proceso de negociación del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero para conseguir el abandono de las armas.
«EL OBJETIVO ERA RUBALCABA»
«No puedo decir por orden de quién se dio un chivatazo porque mantengo que no lo di. ¿La sentencia judicial me condena? Sí. Contra eso ya no puedo luchar; luché legalmente lo que pude, pero ahí quedó. No puedo decir quién me dio una orden que no hice», señala Pamies.
Ha perdido la cuenta de las veces que le han pedido que desvelara la X de este chivatazo, una revelación «a cambio de una salida airosa». Y señala en especial a un «sector del PP» y también de la judicatura. «Fue una cacería», rememora, «el objetivo era Rubalcaba quizás porque era el alma del PSOE de entonces; y al ir a por él, si tenía que caer alguien por el camino, caía».
Menciona una comida con el entonces líder del PP en el País Vasco, Antonio Basagoiti, donde se trató esto. Precisamente el libro comienza con unas palabras suyas dirigidas a «esos que le tildan de traidor o siervo de un partido político» por ser hombre de Alfredo Pérez Rubalcaba, el fallecido dirigente socialista que fue ministro del Interior con Zapatero. «Lo he sido y a mucha honra», defiende, y añade que lo fue también para el resto de titulares del Interior.
Por su experiencia, Rubalcaba y José María Aznar -por encima de sus ministros– fueron los dos mejores jefes de la lucha antiterrorista, «a una diferencia abismal del resto». Del dirigente socialista añade que no trató sobre el caso Faisán nunca, ni con él ni con nadie de su equipo: «Jamás tuve una conversación telefónica con él; hubo rumores de que me escapaba los fines de semana para verle, pero sólo hablamos en reuniones y ante otros mandos de la lucha antiterrorista».
Guarda un mal recuerdo de dirigentes del PP como Ignacio Gil Lázaro -ahora en Vox–, Enrique Martínez Pujalte o Esteban González Pons, así como del exministro Jorge Fernández Díaz, aunque no así de Ignacio Cosidó, que fue director de la Policía y al menos, dice, «dio la cara» ante él en su cese de la Jefatura del País Vasco.
CONFIDENTE Y LA BALIZA CLAVE EN LA CONDENA
En el libro se menciona su relación con un confidente del entorno etarra, al que llama Sandokán para preservar su anonimato, y el papel que jugó en la testifical en un juicio por el caso Faisán del que tampoco guarda buen recuerdo, como ocurre con toda la fase de instrucción. «Con todos mis respeto, Pablo Ruz como instructor para mí no tiene ningún valor», dice.
Menciona que se le vinculó con José Manuel Villarejo, excomisario en prisión por casos de corrupción –«en mi vida he visto a este señor»– y añade una reflexión: «Ahora esto de la cloaca se lleva mucho, me extrañaría a mí que no hubiera cloaca judicial, porque todos partimos de lo mismo, todo está vinculado al poder político».
Durante la entrevista con Europa Press, lamenta que tanto él como Ballesteros pecaran de «pardillos» al no conseguir que el caso fuera a la Audiencia de Guipúzcoa para evitar la «mediatizada políticamente» Audiencia Nacional, y se detiene especialmente en lo que entiende que fue un gran defecto en la sentencia condenatoria, la conversación captada por una baliza. «Nadie pudo oír la conversación gracias a una baliza entre Elosúa y el que dicen que es un policía porque no existe esa grabación», subraya.
Recuerda que hubo una sentencia por una operación de narcotráfico donde el método de la escucha ambiental fue declarado inconstitucional. «Intentamos recurrir, pero nos llegó de alguien vinculado a la judicatura que apareció un informe de la Abogacía del Estado rechazando nuestro recurso». A esto se sumó luego la negativa a tramitar el indulto para los dos policías del caso Faisán .
Otro aspecto que considera clave en su condena es la elección de Carlos Germán como jefe del grupo que investigó el chivatazo. «Fue compañero mío de profesión, pero no tiene mucho sentido para mí que quien está a cargo de llevar un dispositivo, y ese dispositivo salta por los aires, luego lo pongan a investigar. Lo normal habría sido coger a gente independiente y ponerla al cargo de la investigación. Los jueces y la superioridad no lo debieron compartir, y lo pusieron a él».
EGUIGUREN Y ACERCAMIENTO DE ETARRAS
El libro, del que dudó de su idoneidad al principio –aunque ahora agradece la insistencia, entre otros, de amigos como José Antonio Kiyo –, refleja su experiencia con el PNV y con otros actores claves en el País Vasco como la Iglesia –«llegué creyente y salí ateo y anticlerical»–. Jesús Eguiguren, dirigente del PSE y personaje destacado en el proceso de paz impulsado por Zapatero –distanciado de Rubalcaba–, es uno de los protagonistas de varios pasajes de la obra.
«Eguiguren podría estar equivocado, no en la finalidad, porque lo que buscaba era la paz, porque en contra de lo que muchos piensan es una persona que se siente muy español; lo que pasa es que él tenía una visión que yo no compartía, veía aquello como un problema vasco que se tenía que solucionar entre los vascos. Yo siempre he dicho: será un problema vasco pero los muertos los ponemos los españoles».
Pamies calcula que el 60% del trabajo antiterrorista no se debe hacer público. «En España se intenta aprovechar la mínima para conseguir votos sea como sea», sostiene. «En EEUU, Francia o Inglaterra cuando hay una razón de Estado, toman las medidas que sean y se acabó, asunto zanjado; eso no quiere decir que se avale la tortura, que es la mayor estupidez que se puede llegar a hacer para obtener información, no sirve, es falso asociar interrogatorio con tortura, no es así».
Sobre la proliferación de libros y series como Patria , que ve «una fantástica novela» que ayuda a construir el relato de lo que fue ETA, aunque con sus aspectos «muy alejados de la realidad», aprovecha para quejarse por la educación. «Hace poco se dijo que la inmensa mayoría de gente joven no sabe quién fue Miguel Ángel Blanco», lamenta.
Está convencido de que la española es una de las policías mejor preparadas frente al terrorismo yihadista y también deja una reflexión al ser preguntado por la actual política penitenciaria y el acercamiento de presos de ETA. «Quiero que los terroristas cumplan su condena, pero a día de hoy que sea en Santander o Nanclares de Oca me trae sin cuidado; pero que la cumplan».