El acusado de violar a su hija niega ser un «monstruo» pero ella se reafirma y refiere «sentimientos encontrados»
El fiscal mantiene los ocho años y medio de prisión al hombre, que achaca la denuncia a que la «amenazó» con enviarla a su país
El acusado de violar a su hija durante el confinamiento por el COVID-19 se ha declarado inocente al negar los hechos en el juicio contra él, celebrado este miércoles en la Audiencia Provincial de Cantabria: «No soy ese monstruo que dice mi hija». «Es falso», ha asegurado.
Sin embargo, la víctima se ha reafirmado en lo denunciado cuando ella tenía 17 años, y ha explicado que siguió viviendo con su padre pese a lo sucedido porque no tenía más familia y porque «al principio pensaba que no iba a volver a pasar».
Además, ha justificado que mantuviera relación con él después de la denuncia por los «sentimientos encontrados» que tenía entonces: por un lado, sentía «rabia» y no quería «saber nada» de él, pero, por otro, le «echaba de menos» como progenitor y tampoco deseaba que le pasara «nada».
Ambos han declarado así este miércoles en la vista oral en la Sección Tercera de la AP, en la que el fiscal ha mantenido su petición de ocho años y medio de prisión para él y la defensa ha insistido en la libre absolución.
Los hechos enjuiciados tuvieron lugar en primavera de 2020, durante la cuarentena por la pandemia, en el domicilio familiar, en Torrelavega, donde también vivía otro hijo del denunciado y hermano de la denunciante.
EMPEZÓ DE REPENTE
Según esta última, «un día de repente», cuando estaban los dos tumbados en el sofá, su padre empezó a realizarle tocamientos en su partes íntimas por encima de la ropa y en al menos dos veces le introdujo también dedos en la vagina mientras ella se «retiraba» y «enrollaba en una manta», tal y como ha ratificado en el plenario.
Asimismo, ha sostenido que, en un par de ocasiones entre marzo y junio de ese año, él se metió en su cama, le quitó el pijama, se puso un preservativo y la pentetró vaginalmente.
La joven, que ahora tiene 22 años, ha justificado que no gritara o pidiera ayuda del siguiente modo: «Cuando tú estás viviendo eso, en el momento no sabes explicar lo que pasa». Y ha apuntado además que durante el confinamiento su padre le daba «muchas veces» bebidas alcohólicas, algo corroborado por el otro hijo del acusado y hermano de la víctima. «Bebía mucho y, a raíz de lo que pasaba, me refugié en el alcohol», ha confesado ella.
La situación cesó cuando la chica contó lo ocurrido a unos amigos y en julio de 2020 presentó denuncia, que sospesó retirar tiempo después. Desde entonces y hasta principios de este 2025 mantuvo relación y comunicación con su progenitor.
Por lo demás, ha dicho de él que «siempre ha sido muy controlador», hasta el punto de que la amenazó con enviarla a Colombia -su país de origen- si se portaba mal. En línea con lo anterior, ha comentado que tenían «discusiones», aunque «me imagino que como en todas las familias», ha apostillado.
ESTABA DANDO GUERRA
El hombre ha considerado por su parte que los «problemas» que tenían ambos son como los que hay con «todas las adolescentes, que quieren salir» de fiesta y ha manifestado en ese sentido que su hija le estaba dando «un poco de guerra».
De este modo, ha reconocido que se planteó mandarla junto a unos familiares colombianos para que la menor «se cortara un poco en las formas».
También ha esgrimido que en 2019 fue operado de un tumor y aunque ha aseverado que tras la intervención sufrió disfunción eréctil y perdió la líbido, una forense ha precisado que si bien puede ser una consecuencia de la cirugía, recibió un tratamiento hormonal que «hace efecto» para la fecha de los hechos.
Sobre los mismos, el acusado ha negado que se acostaran en la misma cama o habitación o que haya dado alcohol a la víctima -«yo ni bebo ni fumo», ha zanjado- aunque su otro hijo ha afirmado que vio a su hermana «borracha» en casa y a ambos dormir juntos.
Lo que sí ha admitido el acusado es contacto telefónico entre ambos y una relación «normal» tras los hechos denunciados y a pesar de la prohibición de acercamiento o comunicación, aunque lo ha achacado a su hija: «Ella se acercó a mí» y «un mes antes de llegar la citación judicial me dejó de hablar».
RELACIÓN NORMAL
Acerca de esto último, un hermano del procesado y tío de la denunciante, que convivió y coincidió con ellos en 2023, ha considerado que la relación entre ambos era «normal» y en cualquier caso «no tensa para lo que supuestamente había pasado».
Tras lo denunciado, la chica precisó apoyo psicológico y psiquiátrico por un síndrome compatible con trastorno adaptativo. También presentaba «un sentimiento de orfandad psicológica que genera actitud defensiva» y sufre como secuela un estrés postraumático «leve», que sería «compatible» con lo ocurrido aunque ha pasado un periodo «muy largo» desde entonces y también «una vida complicada puede influir».
Según los forenses, el seguimiento del tratamiento ha sido «bastante errático» por parte de ella, al no asistir a consultas o interrumpir la medicación. Y han aclarado que si el informe tras la exploración señalaba que había sido «anodina», es porque no presentaba signos de actos sexuales con violencia.
Para el ministerio público, los hechos constituyen un delito continuado de abuso sexual por los que además de ocho años y medio de prisión, también pide ocho de libertad vigilada, otros tantos de alejamiento y prohibición de comunicar con su hija, así como 10.000 euros de indemnización por los padecimientos ocasionados a la joven.
CADA PERSONA ES UN MUNDO
El fiscal se ha preguntado qué razones puede tener la joven para «mentir» o qué «gana» ella con denunciar a su padre, más cuando no hay «ningún motivo turbio» para hacerlo, y ha apuntado sobre el proceder de la víctima tras los hechos que no se pueden «exigir comportamientos estandarizados» porque «cada persona es un mundo».
La acusación, que en cambio ha tildado de «sorprendentes» ciertas conductas del progenitor, ha expresado que tras lo denunciado a la víctima «su mundo se da vuelta» y «su referente se le cae», por lo que «se siente huérfana» y trata de acercarse a él. «No solo no carga las tintas contra su padre, sino que le echa de menos y no quiere que le pase nada».
De su lado, la defensa considera acreditada una «mala relación» entre ambos y cree que «va más allá» de la etapa de la adolescencia, por lo que entiende que pudo existir «animadversión» de la hija al padre cuando él amenaza con enviarla a Colombia.
Y tras considerar que no hay prueba de cargo suficiente contra su cliente, este abogado ha señalado que la declaración de la víctima es «vaga», «inconsistente» y tiene «contradicciones». De las conversaciones posteriores entre ambos ha señalado que no fueron «ocasionales», sino que se prolongaron durante «cuatro años».



