El acusado de agredir sexualmente a su hija lo niega pero más familiares denuncian haber sido víctimas
Fiscal y acusación particular rebajan su petición de condena a 15 años y la mujer mantiene su versión: «Mi padre es un pederasta»
El hombre acusado de agredir sexualmente a su hija menor lo ha negado y ha culpado a una de sus cuñadas de haber «montado un culebrón» y orquestado la denuncia para que él y su mujer se divorcien, aunque la víctima ha relatado cómo sufrió tocamientos y penetraciones por parte de su progenitor desde los 9 hasta los 14 años, más o menos entre 2001 y 2007.
Sin embargo, «por miedo» y por ocultárselo a sus abuelos no denunció hasta 2022, cuando decidió dar el paso teniendo en cuenta que en casa de sus padres, en Santander, «viven muchos menores» -los hijos de sus hermanas y de una de sus tías- y «no quería que pasaran por lo mismo».
Así lo ha contado en el juicio contra su padre, celebrado este miércoles en la Audiencia Provincial de Cantabria y en el que han testificado dos tías de la víctima que han asegurado que también recibieron abusos sexuales por parte de su cuñado, una de ellas siendo ya mayor de edad y otra cuando era niña, por lo que los hechos han prescrito. A su testimonio se ha sumado el de un tercer hermano, tío de la víctima, que ha relatado que su hija también sufrió abusos cuando tenía 12 años.
El acusado tiene otras dos hijas mayores que la denunciante que han preferido no declarar en el juicio, si bien en testimonios ante la Policía relataron también episodios de abusos o intentos de ello por parte de su padre.
Así, el fiscal ha calificado la conducta del procesado como la de un «depredador sexual» y, aunque inicialmente pedía una condena de 36 años de prisión por tres delitos de agresión sexual sobre menor de 16 años, ha rebajado su solicitud a 15 años al calificar los hechos como un delito continuado, ya que tras escuchar a la víctima entiende que no se trata de actos individuales. La misma pena ha solicitado la acusación particular que ejerce la víctima, que primero reclamaba 18 años y nueve meses.
Ambos han modificado sus conclusiones en el juicio y han considerado que en este caso procede aplicar el Código Penal de 1999, anterior a la conocida como ley del solo sí es sí , porque es más favorable al reo -así se debe actuar en caso de conflicto en el tiempo de leyes penales-, aunque han defendido que los hechos «en ningún caso estarían prescritos».
Por contra, la defensa ha sostenido que el testimonio de la víctima ha tenido «contradicciones enormes» y ha pedido la absolución de su patrocinado. Además, ha remarcado que, según lo que ha manifestado por ella, su padre no la amenazó con hacerle algo si lo contaba, por lo que «si no hay intimidación ambiental, el delito ya ha prescrito» al no haber denunciado antes.
«MI PADRE ES UN PEDERASTA»
Y es que ésta ha relatado que cuando era niña le contó lo que ocurría a su madre y la reacción fue llamarle «mentirosa» y «pegarle», diciéndole que «por esas cosas se separan las familias». Durante muchos años no volvió a mencionarle el tema a nadie salvo cuando, con 15 años, se lo contó a sus amigas.
No fue hasta 2022 cuando, ya casada y con una hija, la víctima dio el paso en una conversación con una de sus tías, a la que, al preguntarle por qué había dejado de ir a casa de sus padres, le respondió que «no quería ese ambiente para su hija».
«Mi padre es un pederasta y no quiero que mi hija tenga relación con él», le dijo, tras lo que su tía le contó que había pasado por lo mismo y ambas decidieron poner una denuncia, aunque una de ellas fue archivada por estar prescritos los hechos.
«Tenía mucho miedo de contarlo. Llegue hasta un pensar que tenía yo la culpa», ha sentenciado la mujer, que ha explicado que los hechos comenzaron cuando tenía unos nueve años y su padre le hacía creer que eran «juegos», por lo que por aquel entonces no tenía percepción de que era algo malo.
Algo que han confirmado los peritos que hicieron un informe, quienes han indicado que con esa edad no tendría «la madurez suficiente» para percatarse o denunciarlo. Además, han señalado que les expuso un relato «espontáneo y coherente» y que aún tiene secuelas psicológicas leves.
Según ha contado ella, al principio los episodios consistían en que se sacaba el pene y empezaba a masturbarse, pero «iba avanzando y cada vez quería más», hasta que empezó a pedirle a la menor que lo hiciera y ahí comenzó a tener «sensaciones negativas». A continuación, paso a hacerle tocamientos en la vulva y llegó a penetrarla analmente cuando tenía 14 años.
«Tenía miedo y lo único que quería es que terminara rápido». «Muchas veces me inventaba que tenía la menstruación para que no se me acercara», ha sentenciado la víctima, que se marchó de casa con 17 años cuando ya estaba con su actual pareja. Una mujer a la que no le contó lo que ocurría hasta llevar con ella unos tres años y que «nunca ha estado bien vista en esa casa», pero no por su condición sexual, sino porque «me salvó», ha dicho.
FAMILIA «SÚPER UNIDA»
Por el contrario, el acusado ha asegurado que la convivencia con su hija ha estado marcada por la «normalidad» y cree que fue una de sus cuñadas quien la «convenció» para denunciarle, porque le «tiene manía» e intentaba separarle de su mujer.
El hombre ha asegurando que su hija «no le ha visto el pene en la vida» y que eran una familia «súper unida» que se ha llevado «siempre bien». «Todo esto es cosa de mi cuñada», ha reiterado.
Por su parte, la cuñada -que denunció junto a su sobrina aunque su caso se archivó- ha dicho que sufrió abusos de él cuando tenía entre 8 y 14 años y que al principio «no era muy consciente», pero cuando lo fue tampoco lo manifestó por «miedo y vergüenza». «No he sido consciente hasta ahora de que se lo había hecho a todas», ha lamentado.
Una de sus hermanas también ha contado que abusó de ella cuando ya era mayor de edad, y que era «un acoso y derribo» hasta que conseguía lo que quería. Igualmente, no contó nada y no se enteró de lo del resto hasta que pusieron la denuncia. En su caso el procesado sí ha reconocido que hubo relaciones cuando eran jóvenes, aunque ha dicho que fueron consentidas: «Ella me buscaba y lo hacíamos de vez en cuando».
También, un hermano de ambas ha testificado que el Centro de Asistencia a Victimas de Agresiones Sexuales (CAVAS) hizo un informe de su hija con 12 años a raíz de manifestaciones que hizo en el colegio y apuntaba a que había sido víctima de abusos, aunque cuando lo contó la familia «le dejó de hablar».
«LEY DEL SILENCIO»
El fiscal ha considerado al enjuiciado como un «depredador sexual» que «parte de un plan preconcebido» iniciando los abusos haciendo creer a las niñas que son juegos y, cuando empiezan a crecer y a ser conscientes de su gravedad impone la «ley del silencio».
Para ello las envuelve en una «amenaza ambiental» haciéndoles creer que, si cuentan lo que les ocurre, van a quedarse solas y sin credibilidad, como ocurrió con su hija cuando se lo trasladó a su madre.
También ha considerado «coherente de principio a fin» el relato de la víctima, con una «persistencia milimétrica», por lo que le da «absoluta credibilidad y considera que su padre la sumió en «un estado de terror y de pánico».
En la misma línea, la letrada de la mujer cree que su versión es «irrebatible» y que «era imposible que tuviera una capacidad suficiente» para denunciar cuando le ocurrió.
Por el contrario, la defensa ha argumentado «dudas» y «contradicciones enormes» respecto a algunas fechas o entre lo manifestado en el juicio y en fase de instrucción.