De la unidad de élite de la Armada a estudiante en el paro, así viven su salida del Ejército los militares de 45 años

Más de 4.500 efectivos han tenido que dejar las Fuerzas Armadas desde 2006 entre «incertidumbre» y «difíciles salidas laborales»

Juan Carlos Liria entró en la Escuela de Infantería de Marina el 31 de octubre del año 2000 y vistió el uniforme militar durante dos décadas, hasta que cumplió los 45 años y la ley le obligó a salir de las Fuerzas Armadas dejando atrás una carrera como miembro de la unidad de élite de la Armada, pionero en el desembarco de España en Líbano, sanitario en Somalia y guía de perros detectores de minas y explosivos. Ahora, se encuentra en paro y estudiando para tratar de obtener alguno de los títulos que ejerció en el Ejército pero que no sirven en el mundo civil.

La historia de Juan Carlos es muy similar a la de otros 4.500 militares que han tenido que abandonar ya las Fuerzas Armadas desde que en el año 2006 se aprobara la ley que marca los 45 años como edad límite para la continuidad de los efectivos de tropa y marinería. A su entrada en las Fuerzas Armadas, los soldados firman un compromiso inicial de seis años como máximo del que después, si lo desean, pasan al llamado Compromiso de Larga Duración por el que sellan su permanencia hasta los 45 años.

El mismo día que cumplen esa edad adquieren la condición de Reservistas de Especial Disponibilidad (RED), por la que cobran una prestación mensual de 677 euros (compatible con un sueldo proveniente del sector privado) pero se encuentran dispuestos a incorporarse a las Fuerzas Armadas cuando lo autorice el Consejo de Ministros con carácter excepcional.

Los afectados y las asociaciones profesionales de las Fuerzas Armadas denuncian que solo se está cumpliendo una parte de la ley, las salidas a los 45 años, pero no el resto de la legislación que establece que deben dejar las Fuerzas Armadas con una formación convalidada en el mundo civil, que se les facilite la reincorporación al mercado laboral o convenios con otras administraciones.

Frente a esto, el Ministerio de Defensa asegura que realiza un esfuerzo para ampliar el número de plazas que se ofertan para el pase a la permanencia –de 150 en 2017 a 1.000 plazas en 2021–, para que los RED ocupen puestos de carácter civil en el Ministerio de Defensa o tengan plazas reservadas en las oposiciones a otros cuerpos de seguridad del Estado o administraciones públicas. Además, el Ministerio ha firmado diversos convenios con la CEOE o la FEMP para ampliar el abanico de oportunidades.

Según datos del Instituto de la Seguridad Social, el 66 por ciento de los Reservistas de Especial Disponibilidad están cotizando por otro ingreso además de la paga como exmilitares. El problema es que el número de soldados que cumplirán 45 años va a ir aumentando exponencialmente durante los próximos años (pueden superar los 50.000 en 2036), con el consiguiente coste para las arcas públicas, y que ellos salen a la calle a una edad difícil para encontrar empleo y, al menos hasta el momento, sin que los títulos obtenidos en las Fuerzas Armadas tengan convalidación en el mercado civil.

«Yo solo tengo un papel donde pone que he sido militar», resume a Europa Press Juan Carlos Liria después de 20 años de carrera militar. Su trayectoria comenzó en los Equipos Operativos de Seguridad (EOS) de Infantería de Marina y como miembro de esta unidad de élite formó parte del equipo de seguridad de la fragata Juan de Borbón con la que desembarcaron en Líbano los primeros militares españoles.

Tras varios ascensos hasta cabo 1º, realizó un curso de sanitario que le llevó a Somalia, donde participó en la evacuación en helicóptero de uno de los miembros de la tripulación de un pesquero que había sido herido de bala por piratas que secuestraron su barco. Después siguió dando seguridad a buques de la Armada, volvió a la Operación Atalanta en el Índico e invirtió los últimos años de su carrera militar como guía canino para la desactivación de explosivos.

Sin embargo, cuando salió de las Fuerzas Armadas en octubre de 2020 nada de esto servía y decidió volver a empezar a formarse desde cero, ahora estudiando un grado medio como técnico en emergencias, como relata junto al que fue su último compañero en la Infantería de Marina, Lasco, un dócil pastor alemán.

Raúl Leal Tamayo ha oído numerosos relatos parecidos al de Juan Carlos, sabiendo que algún día sería él quien estuviera en esa situación. Soldado de Infantería de Marina destinado en Cádiz, cumplió los 45 años hace tan solo una semana consciente de la incertidumbre que le espera en una provincia con las más altas cifras de desempleo. Tiene un hijo de 11 años y su mujer es dueña de una pequeña empresa, por lo que la movilidad geográfica tampoco sería una opción fácil para él.

«Fue el cumpleaños más triste de mi vida», reconoce este ya exmilitar que ha sido Policía Naval en la base de Rota, ha manejado armas y asumido tareas de custodia de explosivos y detenidos. Sin embargo, lamenta que nada de esto le sirve fuera del Ejército, ni siquiera para trabajar en empresas de seguridad.

Ambos forman parte de dos demandas colectivas presentadas por la Unión de Militares de Tropa (UMT) contra el Ministerio de Defensa, a la que se han sumado unos 700 militares en activo o RED. El presidente de la asociación, Fran Bellón, insiste en que «solo se están cumpliendo los ceses» previstos en la ley, pero no el resto de puntos relativos a la formación o titulaciones. «Las medidas del Ministerio llegan tarde, mal y son insuficientes», denuncia rechazando las críticas que dicen que ya sabían lo que firmaban cuando entraron en las Fuerzas Armadas o que han tenido tiempo para formarse.

BOSNIA, LA ANTÁRTIDA,…

En esta situación se encontró Orlando Villaverde hace tres años después de 25 como artillero y paracaidista en el Ejército de Tierra. Y habiendo participado en despliegues internacionales como el de Bosnia. Casado y con una hija, intentó rehacer su vida en algún trabajo temporal hasta que hizo un curso de técnico en transporte sanitario. Gracias a ello consiguió un trabajo con el que realiza entre 6.000 y 8.000 kilómetros al mes como conductor de ambulancias para servicios programados en toda la provincia de León.

Una estabilidad que no ha encontrado de momento David Rubio, quien entró en un instituto militar con solo 14 años y salió de allí con la especialidad de cocinero, en lo que ha ocupado la mayor parte de su carrera militar. Como tal participó incluso en la misión del Ejército en la Antártida, la más lejana e inhóspita de las Fuerzas Armadas.

Sus últimos años con el uniforme militar los ejerció en la Unidad Militar de Emergencias (UME) y con la boina color mostaza participó en el equipo de auxilio a los conductores que quedaron atrapados en la A-6 por una gran nevada el día 7 de enero de 2018. Una vez fuera de la milicia, trabajó como cocinero y fundó una cooperativa con otros compañeros exmilitares hasta que sufrió un amago de infarto.

Ahora está realizando un máster de marketing digital y diseño de páginas web para intentar volver a reciclarse y empezar de nuevo junto a sus dos hijas, de 21 y 18 años. En la misma situación lleva pocos meses Jesús Ángel García Pascual, quien salió del Ejército del Aire y tiene la mente puesta en obtener el título que le habilitaría para conducir camiones.

¿SOLUCIONES?

Esta realidad fue objeto de debate en una subcomisión parlamentaria la pasada legislatura, que finalizó con la aprobación de una batería de medidas para mejorar el cumplimiento de la ley. Sin embargo, el presidente de la asociación ATME, Marco Antonio Gómez, denuncia que la temporalidad sigue siendo uno de los principales problemas que se deben abordar de fondo, y no «parcheando» como cree que se está haciendo.

Por su parte, la Asociación Unificada de Militares Españoles (AUME) trabaja en una ley integral de carrera que establezca un modelo mixto de carrera militar que además no distinga entre tropa y marinería y oficiales.

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