Centro Memorial advierte que el testimonio presencial de víctimas del terrorismo solo llega al 5% de estudiantes de ESO

Presenta un informe con 1.329 testimonios de 700 víctimas, entre ellas de ETA, que han tardado en hablar más de 19 años tras sufrir un atentado

BILBAO, 26

El Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo cree necesario generalizar el uso de los testimonios de víctimas del terrorismo en la educación, ya que «solo el 5% de los estudiantes de la ESO tienen acceso a un testimonio presencial», lo que supone «una parte muy minoritaria del sistema educativo».

El responsable del área de Educación y Exposiciones de Memorial, Raúl López, ha hecho esta reflexión en la presentación, este miércoles en Bilbao, del Informe número 14 del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo titulado «Dar testimonio. La voz de las víctimas del terrorismo en España», un trabajo realizado sobre la base de 1.329 testimonios de 700 víctimas, principalmente de ETA.

Este estudio ha sido realizado por Raúl López Romo y Ale Ibarra, doctora en Historia Contemporánea, documentalista e investigadora, que han trabajado durante tres años recopilando testimonios utilizando como fuentes para la investigación diarios generalistas, publicaciones de asociaciones y fundaciones de víctimas y revistas de organizaciones pacifistas y de la sociedad civil.

También han recogido textos de la asociación Bakeaz y de la Fundación Fernando Buesa, vídeos de Gogora o el propio Memorial, y audios procedentes de entrevistas aparecidas en la Cadena COPE y en el proyecto Relatos de plomo sobre el terrorismo en Navarra, entre otros.

Raúl López ha explicado que durante la dictadura, hasta 1975, no han encontrado ningún testimonio, mientras que en la Transición (1976-1982) «continúa el silencio, y más teniendo en cuenta que se trata de los años de plomo, en los que hubo casi 500 personas asesinadas en atentados terroristas», pero solo se han recogido tres testimonios, el del hijo del empresario y político Javier de Ybarra Bergé, secuestrado y asesinado por ETA entre mayo y junio de 1977; el de Javier Rupérez, diplomático y diputado de UCD, secuestrado por ETA político-militar en 1979; y el del empresario vasco, Juan Alcorta Maíz, amenazado por ETA militar en 1980.

En el periodo de la democracia de 1983 a 1996, ha explicado, «todavía cuesta mucho» y se han recogidos 56 testimonios, mientras que entre 1997 y 2020 son 539, como consecuencia del secuestro y asesinato del concejal del PP de Ermua Miguel Ángel Blanco que fue «un hito en la respuesta social». A partir de se momento, ha señalado, la sociedad «se acerca más a las víctimas, los periodistas también, y las víctimas sienten también que deben dar su testimonio en mayor medida». En la última fase analizada, el posterrorismo de ETA (2011-2021), los testimonios ascienden a 730.

La víctima que más figura en la base de datos del Memorial es Ana Iribar, la viuda del político de PP Gregorio Ordóñez asesinado por ETA en San Sebastián en 1995, con 16 testimonios de los 1.329 recogidos. Según Raúl López, Iribar «responde bastante bien al perfil mayoritario, víctimas de políticos de la época de la socialización del sufrimiento y mujeres».

De los 1.329 testimonios analizados, 662 corresponden a mujeres y 534 a hombres. La mayoría corresponde a los principales grupos de víctimas, que son las producidas por ETA y su entorno (1.116) y el yihadismo (151). Los testimonios de afectados por otros terrorismos son menos, y además han contado sus historias en bastante menor proporción. Se trata de víctimas del terrorismo de ultraizquierda (30), ultraderecha (11) y los GAL (11).

Los autores han constado que los damnificados por el terrorismo de ETA han tardado más de 19 años en dar su testimonio desde que se cometieron los atentados. No hay testimonios de guardias civiles, policías o militares -principal objetivo de las diferentes ramas de ETA- hasta los años noventa, cuando las víctimas «empiezan a ser más visibles y se contabilizaban cientos de asesinados entre los cuerpos policiales del Estado y el Ejército».

Asimismo, han señalado que los damnificados durante el franquismo «tardaron el doble de tiempo en narrar sus experiencias», 37 años de media, y quienes fueron «estigmatizadas como ultraderechistas o chivatos también necesitaron cerca de tres décadas en contarlo». «Si hay 1,30 testimonios por cada asesinato de ETA, la cifra cae a 0,27 con el terrorismo de ultraizquierda y a 0,18 con el de ultraderecha», han apuntado.

Además, las ciudades donde más testimonios hay suelen coincidir con aquellas donde más atentados se cometieron, con Madrid (220) a la cabeza seguida de San Sebastián (170), Vitoria (56), Pamplona (53), Bilbao (44), Barcelona (39), Lasarte-Oria (32) y Zaragoza (32). También es «llamativo», según López, que haya una serie de localidades de «mediano y pequeño» tamaño como Urnieta, Lekeitio o Amorebieta donde «hay atentados, varios asesinatos incluso y, sin embargo, las víctimas nunca han hablado».

Sobre la «ausencia» de testimonios hasta los años 90, López ha expuesto como motivos «la persistencia del miedo, que ha marcado a todos en general y a las víctimas en particular; el dolor por tener que volver al episodio que más daño les ha hecho en su vida; y que, en muchas ocasiones, nunca nadie les ha preguntado».

Por otro lado, cree que la tendencia creciente a dar testimonio en los últimos años se debe a «la madurez democrática» y al «contexto del terrorismo en el que nos movemos, en el cual muchas víctimas sienten que deben contar en primera persona sus experiencias, que no sean otros quienes lo hagan en su lugar, y menos los verdugos o sus amigos, y que no se tergiverse su historia».

En ese sentido, Raúl López ha señalado que «anualmente solo hay un 5% de nuestros jóvenes que estudian ESO que se lleva el regalo de un testimonio presencial en el aula», lo que supone «una parte muy minoritaria del sistema educativo», cuando «el testimonio debiera generalizarse en su uso en la educación».

Tras afirmar que faltan «más testimonios de todo tipo de víctimas pero, especialmente, de aquellas olvidadas, de los Grapo y de la extrema derecha», ha insistido en que «la educación sigue siendo una asignatura pendiente» y ha advertido que «no se puede hacer ninguna política pública en relación con el terrorismo sin tener en cuenta la voz de las víctimas».

Por ello, ha reiterado que un 5% de los escolares con un testimonio en su centro «todavía son muy pocos, porque es un ejercicio que todos ellos van a recordar, pero que la mayoría no tienen acceso».

«LA VOZ DE LAS VÍCTIMAS»

Por su parte, Ale Ibarra ha explicado que en este informe han tratado de dar «voz a las víctimas», que tienen en común que «ninguna eligió ser víctima», que sus relatos son «plurales, como lo son ellas» y que sus testimonios «confirman las fases que los historiadores han marcado para delimitar cada etapa: negación, compasión, solidaridad y derechos».

Además, Ibarra ha señalado que todas las víctimas «son conscientes de la enorme diferente existente en el trato a las primeras víctimas, que fueron invisibles e irrelevantes y estuvieron sumidas en el más terrible abandono, frente al trato desde finales de los año 90».

También tiene en común la «culpabilización, el algo habrá hecho» y la «unanimidad al considerar 1997 como un año de cambio», tras el asesinato de Miguel Angel Blanco. Ibarra ha señalado que la participación de las víctimas en asociaciones y colectivos ha sido «fundamental para sentirse comprendidas y útiles» y también para «hacerse visibles y remover conciencias».

Cada víctima, ha apuntado, «tiene su opinión personal acerca del rencor y el perdón» y ha indicado que «verdad, memoria, dignidad y justicia» son «valores indiscutibles para todas ellas». Para las víctimas, ha precisado, es «imprescindible transmitir un relato veraz sobre quien mató y quien murió y sufrió las consecuencias» y también es necesario «esclarecer todos los casos y que se haga justicia con mayúscula».

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