Ayuso, de desconocida política «sin complejos» a consolidarse como líder de la derecha en tan solo dos años
MADRID, 4
Isabel Díaz Ayuso, candidata del PP a la Presidencia de la Comunidad, ha ganado las elecciones autonómicas, con un xxx de los votos, consolidándose como líder de la derecha en la región a pesar de que hace tan solo dos años era una desconocida política «sin complejos».
La dirigente madrileña ha conseguido duplicar sus escaños, quedarse con el voto de Ciudadanos, que no ha conseguido alcanzar el porcentaje de voto mínimo para entrar en la Asamblea de Madrid, y alcanzar una mayoría suficiente para gobernar, con el apoyo de Vox.
Chamberilera del 78 y periodista de formación, se especializó en Comunicación Política, área en la que despuntó nada más llegar al PP, donde coincidió con Pablo Casado, de quien es amiga íntima desde hace muchos años.
Empezó en la formación bajo el paraguas de la expresidenta Esperanza Aguirre y se sumó posteriormente al equipo de la exdirigente Cristina Cifuentes. De mano de Cifuentes alcanzó el primer cargo público. Tras desempeñar las funciones de portavoz adjunta del Grupo Parlamentario Popular en la Asamblea, fue nombrada viceconsejera de Presidencia y Justicia. Pero llegó la dimisión de Cifuentes y Ayuso dejó su cargo en la Administración para ser portavoz del partido al que siempre ha considerado su «casa».
Poco después, Ayuso sería una de las primeras en apoyar sin fisuras la candidatura de Casado para liderar el partido. Era, como defendía en aquel entonces, el momento de una generación de políticos jóvenes «sin miedo» a defender sus ideas.
ELECCIONES DE 2019
Por indicación del propio Casado, esta defensora de enarbolar la bandera de España y partidaria de no etiquetar a Vox en la extrema derecha empezó a exponer la postura del PP en televisión. El experimento salió bien y Casado la designó por sorpresa candidata a los comicios de 2019.
Tras una controvertida campaña, en la que fue noticia por sus espontáneas declaraciones, llevó al PP a uno de sus peores resultados en la autonomía debido a la fragmentación del voto en el espectro del centro-derecha pero evitó el sorpasso de Cs que vaticinaban algunas encuestas. El bloque del centro-derecha sumaba y los pactos postelectorales marcarían el futuro de la Comunidad.
A pesar de que estaban dispuestos a entenderse, al menos así lo manifestaron los tres partidos desde la misma noche electoral, los continuos desencuentros entre la formación naranja y Vox hicieron que la investidura de Ayuso se retrasase hasta el mes de agosto.
Con Vox garantizando su apoyo al Ejecutivo desde fuera, PP y Cs se dividieron las consejerías de un Gobierno regional que ella encabezaría y que tendría como portavoz al líder de la formación naranja , Ignacio Aguado.
UN GOBIERNO DE COALICIÓN MAL AVENIDO
Las tensiones entre los socios comenzaron desde el primer día y fueron en aumento en los casi dos años de legislatura. Nada más formar gobierno, Cs anunció que apoyaría la puesta en marcha, en la Cámara regional, de la comisión de investigación sobre la posible corrupción en Avalmadrid (sociedad de garantía recíproca que había concedido un aval al padre fallecido de la presidenta).
Desde ahí, las tensiones por los anuncios que realizaban desde ambos lados del Ejecutivo madrileño, sin que se enterase la otra parte, y las acusaciones cruzadas de deslealtad fueron una constante en el gobierno de coalición. La dirigente popular llegó a reconocer que eran «dos gobiernos en uno».
LA PANDEMIA
Marzo de 2020. La pandemia, que ya era una realidad en el país, sería un antes y un después en la carrera política de Ayuso. Fue una de las primeras presidentas en anunciar el cierre de los colegios y, posteriormente, el de la hostelería y los comercios. «Despertamos a España», señala ella misma sobre aquellos días.
A pesar de que tendió la mano al principio de la pandemia al Gobierno central, con el paso del tiempo fue censurando la gestión del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Lo dejó claro en la mayoría de las videoconfencias de presidentes que se produjeron en el primer estado de alarma.
Denunció la falta de material sanitario en multitud de ocasiones y decidió salir a los mercados, como autonomía, a comprarlo. Consiguió adquirir más de diez aviones de material, aunque desde la oposición dudaban de la calidad del material y lo veían como «operación de marketing».
Con Madrid como la autonomía con peores datos de contagio y un elevado número de fallecidos en sus residencias de mayores, el Gobierno regional puso en marcha el hospital de campaña de Ifema, habilitó como morgue espacios como el Palacio de Hielo y puso bajo el mismo mando a la Sanidad pública y a la privada.
Como contrapartida, los grupos de izquierda criticaron duramente que desde la Consejería de Sanidad pusieron en marcha protocolos que evitaban la derivación de mayores de residencias a hospitales o que no se dotaba de suficientes recursos a la Atención Primaria. Además, censuraron que la presidenta se hospedase durante el confinamiento severo, y cuando ella se contagió de coronavirus, en uno de los hoteles de la cadena Room Mate.
Ya entonces, durante el final del confinamiento estricto, Ayuso quiso convocar elecciones, pero fue frenada por el PP. La relación con su socio de gobierno continuaba siendo insostenible.
COMBATIVA EN LA DESESCALADA
Si bien, el perfil de Ayuso continúo haciéndose fuerte en la desescalada. La Comunidad se mostró muy combativa con el Gobierno, criticando que les dejase en último lugar a la hora de abandonar el confinamiento. Denunciaban que se trataba de una decisión política, tomada por un «inexistente» comité de expertos.
Además, el Gobierno regional puso el foco en el «escaso» control del aeropuerto de Barajas y se negó desde el principio a volver a un confinamiento total así como a llevar a cabo cierres masivos de la hostelería y el comercio. Ayuso apostó por «medidas quirúrgicas».
Criticada duramente desde el Ejecutivo central y por la mayoría de comunidades autónomas, no dio un paso atrás en su estrategia y su popularidad no paraba de crecer. Consciente de ello y alertada por la moción de censura presentada por PSOE y Cs en Murcia, la popular decidía el 10 de marzo convocar elecciones. Los madrileños, aseguró, elegirían sobre su «libertad».
LA CAMPAÑA DE LA LIBERTAD
Comenzaba así una precampaña electoral autonómica de alcance nacional. Entre vítores, selfies y aplausos, la presidenta ha hecho una campaña cercana, a pie de calle, ha concedido más de 60 entrevistas y ha recorrido cada día dos o tres municipios.
Ha centrado su campaña en apelar a un voto que trasciende «las siglas del PP», ha apostado por ir más allá y luchar por el «votante socialista descontento», que no se identifica «con el sanchismo». Para ello se ha rodeado de exdirigentes socialistas como Joaquín Leguina o Nicolás Redondo y se ha acercado a municipios del sur, tradicionales feudos del PSOE, como Fuenlabrada, Parla o Getafe.
Ayuso ha reivindicado que quiere ser «libre» y contar con un gobierno en mayoría que le permita impulsar medidas y contar con «los mejores» (sin importarle que sean personas de Ciudadanos o Vox) pero ha incidido en que no es «equidistante» con situarse a un lado u otro.
A pesar de que el presidente del PP, con quien mantiene una excelente relación, la ha acompañado en los actos centrales de campaña, Ayuso ha sacado pecho de su independencia y ha remarcado que no admite «tutelas».
El resultado de ese martes refuerza el papel de la presidenta madrileña que, con perfil propio, ha logrado convertirse en una figura de peso dentro del PP y en la política nacional. Numerosas voces dentro de la formación aseguran que tras estos comicios su liderazgo será indiscutible y afirman que si Ayuso quiere el siguiente paso será alzarse con el control del PP de Madrid.