El aumento de la violencia en Malí deja más de 200.000 nuevos desplazados este año
El NRC denuncia que los civiles están atrapados «entre grupos armados, milicias de autodefensa y fuerzas militares»
MADRID, 10
Más de 200.000 personas se han visto desplazadas en lo que va de año por la ola de ataques y represalias entre distintas comunidades que se han venido registrando en el norte pero sobre todo en el centro de Malí, según las últimas estimaciones realizadas por las organizaciones humanitarias en el país.
De acuerdo con el Mecanismo de Respuesta Rápida (RRM), que encabeza el Consejo Noruego para los Refugiados (NRC) y del que forman parte varias ONG y agencias de la ONU como UNICEF, en los primeros meses del año se han producido 202.000 nuevos desplazados. La cifra supone casi seis veces más de los 36.000 desplazados que se produjeron en el mismo periodo de 2018.
El 95 por ciento de los desplazados se han producido las regiones de Gao, Mopti, Tombuctú y Menaka, según los datos del RRM publicados por NRC.
Entre los motivos citados por los desplazados figuran los ataques por parte de grupos armados y milicias así como las operaciones militares. Según la ONU, más de 600 civiles han muerto este año solo en el centro del país en ataques, principalmente de carácter intercomunitario.
AUMENTO DE LAS NECESIDADES HUMANITARIAS
Estos ataques están provocando un aumento de las necesidades humanitarias, especialmente en materia de protección y de apoyo psicosocial para mujeres y niños traumatizados por lo vivido. También han necesidades importantes en materia de salud, nutrición y educación, ha explicado el NRC.
Así, se estima que 3,8 millones de personas tendrán problemas para garantizar su sustento alimentario durante la estación de carestía que va de junio a agosto, incluidas 548.000 personas que necesitarán comida de forma urgente.
Además, el acceso para las ONG se está volviendo cada vez más complicado en Malí. A los impedimentos ocasionados por la inseguridad, la presencia de grupos armados y de artefactos improvisados y minas en el norte y el centro se están sumando cada vez más los puestos de control y controles de carretera instalados por las milicias de autodefensa.
«Las primeras víctimas de este ciclo de violencia son los civiles», ha subrayado el director del NRC en Malí, Hassane Hamadou. «Son asesinados, mutilados, amenazados y su única opción de supervivencia es huir», ha subrayado.
Según el responsable de la ONG noruega, la población civil «se ve atrapada hoy en día entre grupos armados, milicias de autodefensa y fuerzas militares».
En este sentido, ha reconocido que «la protección de los civiles es una gran preocupación, especialmente en lugares en los que la autoridad del Estado ha estado ausente». «Los actores humanitarios deberían recibir acceso sin restricciones a estas personas para entregar ayuda y garantizar su protección», ha defendido Hamadou.
Sandi Ag Mohamed es uno de los desplazados en Malí. Actualmente se encuentra en Tombuctú, a donde llegó procedente de Mopti. «Huimos debido a los asesinatos, al robo de ganado y al sonido de armas», cuenta al NRC. «Nuestras casas fueron incendiadas y nuestras pertenencias robadas», añade.
«Por un lado, las comunidades se atacan entre sí y por otro las fuerzas militares y los grupos armados se enfrentan entre sí», resume la situación. «Por eso nos fuimos», añade, asegurando que ha sido «doloroso».
Mohamed huyó de Bankass, una zona de Mopti en la que el pasado marzo tuvo lugar un ataque contra una localidad peul en el que murieron más de 150 personas. «Aquí nos encontramos realmente a salvo y lejos de todas estas tragedias», afirma, y agrega: «No tenemos intención de volver allí a menos que haya paz».

