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Exteriores rinde homenaje a los diplomáticos de la II República como «instrumento de memoria, de concordia y de futuro»

Invita a los historiadores a seguir pidiendo acceso a los archivos para dar a conocer la labor de la diplomacia

MADRID, 11

El Ministerio de Asuntos Exteriores, UE y Cooperación ha inaugurado este martes en la Casa de América la exposición «Diplomáticos y Exilio» con la que pretende rendir homenaje a los representantes de España en el exterior que permanecieron fieles a la República «los más liberales y demócratas, que pagaron con su exilio la defensa de la democracia», en palabras de la subsecretaria del Ministerio, Ángeles Moreno.

La iniciativa, enmarcada en el 80 aniversario del exilio republicano, «pretende ser un instrumento de memoria, de concordia y de futuro entre todos los españoles», según escribe el ministro en funciones, Josep Borrell, en la presentación de la exposición. «Debemos conocer nuestra historia para poder construir un porvenir común en el que todos podamos ser partícipes, en el marco del principal proyecto colectivo de país, la UE», añade.

La muestra, comisariada por el historiador Ángel Viñas, rinde homenaje a personalidades como el embajador en Londres durante la Guerra Civil, Pablo de Azcárate; Álvaro de Albornoz, Luis Araquistáin, Ángel Osorio y Gallardo y Marcelino Pascua en París o Luis Jiménez de Asúa en Praga. Viñas ya coordinó hace 10 años, a petición del entonces ministro Miguel Ángel Moratinos, el libro dedicado a ellos Al servicio de la República .

No fueron, en su mayoría, diplomáticos de carrera, porque de este colectivo «los más apoyaron sin empacho a los sublevados y algunos hicieron un doble juego», ha explicado Moreno en la inauguración. De los 275 miembros que tenía la carrera diplomática en 1936, solo medio centenar permaneció leal a la República y el Gobierno empezó a tirar de intelectuales y catedráticos.

A los recién desplegados les tocaron tareas tan dispares como organizar compras de armamento pese a la política de no intervención declarada por las potencias europeas, poner en marcha redes de espionaje o contrarrestar la propaganda del bando franquista.

Fue el caso de Pablo de Azcárate, que dejó su puesto de número dos ejecutivo de la Sociedad de Naciones (antecesora de la ONU) por la Embajada Reino Unido cuando el embajador, Julio López Oliván, se pasó al bando de los sublevados, igual que casi toda la Embajada y casi todos los cónsules en el país.

«La situación era de hecatombe, porque no había representantes aunque oficialmente Reino Unido seguía reconociendo al Gobierno de la República», ha explicado en la presentación el historiador Enrique Moradiellos, que también contribuyó al libro.

Reino Unido era esencial para la República y para los sublevados, una gran potencia industrial, militar y, aún, imperial, además de interesada en la estabilidad de España por su posesión de Gibraltar y responsable de un 40 por ciento de la inversión extranjera en España.

EMBAJADORES DE LA REPÚBLICA Y DE LOS SUBLEVADOS

Los nuevos enviados se encontraron con que sus antecesores que se habían pasado al bando nacional permanecían en sus destinos y, con frecuencia, tenían la ventaja de tener buenos contactos. Algunos incluso se quedaron un tiempo en las Embajadas, destruyeron documentación y las dejaron sin fondos. Así le pasó a Luis Jiménez de Asúa en Praga o a Isabel Oyarzábal en Estocolmo, según el relato de Matilde Eiroa.

No han aclarado, no obstante, qué incidencia tuvo esta situación en los esfuerzos de la República. En el caso de Reino Unido, Moradiellos ha explicado que su defensa de la no intervención en España era una pequeña parte de su política de apaciguamiento hacia Alemania e Italia.

Reino Unido, ha señalado, veía a los sublevados como «contrarrevolucionarios» contra un Gobierno débil y no quería ni entrar en guerra con Alemania e Italia ni hacerlo al lado de la Unión Soviética, por temor a que una nueva gran guerra alimentase la revolución. Para Viñas, en esa posición británica hubo «preconcepciones ideológicas». En el caso de Francia, a juicio de Ricardo Miralles, la no intervención en España fue una más de una cadena de renuncias en política internacional.

En el acto, el comisario de la exposición ha reconocido que, si bien se ha investigado la carrera diplomática republicana, no se ha estudiado suficientemente la que tiene continuidad y cómo se configura el Servicio Exterior de la dictadura de Franco.

Tras recordar que Moratinos ya organizó en 2009 un acto de reconocimiento a los diplomáticos depurados , la subsecretaria de Exteriores ha reconocido que «queda mucho por profundizar» y ha invitado a los historiadores a seguir pidiendo acceso a los archivos del Ministerio para seguir trabajando en ello.

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