La exposición en el útero a toxinas ambientales aumenta la ansiedad en la adolescencia, según un estudio

Una nueva investigación dirigida por la Universidad de Cincinnati y el Centro Médico del Hospital Infantil de Cincinnati (Estados Unidos) ha arrojado luz sobre la conexión entre la exposición a toxinas ambientales en el útero y el posterior desarrollo de ansiedad durante la adolescencia.

La ciencia está cada vez más interesada en saber más sobre los factores de riesgo de la ansiedad y la depresión en los niños, sobre todo porque se ha producido un aumento de estos síntomas durante la pandemia. Incluso antes de la pandemia, los trastornos de ansiedad se encontraban entre las condiciones de salud mental más prevalentes y más tempranas para los niños.

«Sabemos mucho sobre los factores de riesgo tempranos, incluidos los factores de riesgo psicológico, el temperamento, los comportamientos y las relaciones familiares. Pero sabemos increíblemente poco sobre los efectos de factores ambientales como la contaminación del aire y otros tóxicos ambientales sobre la ansiedad», ha comentado el doctor Jeffrey Strawn, autor principal del trabajo, publicado en la revista científica Depression & Anxiety .

El estudio se centró en una clase de sustancias químicas denominadas éteres difenílicos polibromados (PBDE) que se utilizaban como retardantes de llama para productos como el relleno de espuma de los muebles, el aislamiento de cables, las alfombras, la tapicería, los ordenadores y los electrodomésticos.

La exposición a los PBDE durante el desarrollo temprano del cerebro se ha asociado a déficits cognitivos, a la reducción de las habilidades lingüísticas y al trastorno por déficit de atención/hiperactividad, y estas sustancias químicas se prohibieron en Estados Unidos en 2004.

A pesar de la prohibición, Strawn ha asegurado que la exposición a los PBDE sigue siendo común, pero su efecto sobre los síntomas de ansiedad no se había estudiado previamente.

«Una de las cosas que sabemos es que el desarrollo del cerebro comienza relativamente pronto en el útero. Queríamos ver cómo las diferentes exposiciones en distintos momentos del embarazo afectan al desarrollo del cerebro y cómo eso se traduce potencialmente en un riesgo de síntomas de ansiedad o depresión, que sabemos que tienden a manifestarse un poco más tarde. La idea es ver cuál es el factor de riesgo más temprano que realmente podemos identificar», ha explicado.

Los investigadores utilizaron datos de un estudio diseñado para medir el impacto de la exposición fetal y de la primera infancia a tóxicos ambientales como el plomo, el mercurio, los pesticidas y los PBDE, entre otros. El estudio incluyó a 468 mujeres embarazadas de la región del Gran Cincinnati entre 2003 y 2006 y continuó el seguimiento de sus hijos hasta 12 años después.

«Tenemos esta muestra continua con muchos datos sobre las madres y específicamente sobre sus exposiciones ambientales en términos de sangre que se obtuvo durante su embarazo. Lo que hicimos fue observar la relación entre la exposición a esas diferentes sustancias químicas ambientales, específicamente los retardantes de llama, y ese riesgo posterior de desarrollar ansiedad o tener síntomas de ansiedad», ha esgrimido Strawn.

Un total de 236 adolescentes del estudio fueron sometidos a exámenes de ansiedad y depresión autodeclarados en torno a los 12 años.

El estudio descubrió que cada vez que se duplicaban los niveles de PBDE en la muestra de sangre de la madre embarazada se asociaba a un aumento de las puntuaciones de ansiedad en los adolescentes, lo que sugiere que la exposición a los PBDE durante el embarazo puede ser un factor de riesgo para desarrollar síntomas de ansiedad en la adolescencia temprana.

Es importante tener en cuenta que un aumento de los síntomas de ansiedad no se correlaciona necesariamente con el desarrollo de trastornos de ansiedad en los adolescentes, pero la exposición al PBDE en toda una población podría tener un gran impacto.

«Cuando se observa un nivel de población y se ve el efecto de estas sustancias químicas ubicuas que aumentan la ansiedad de base en un 10 o 20 por ciento, eso es realmente significativo en toda la población. «Ese aumento de la ansiedad en toda una población significa que muchos individuos pueden cruzar la línea entre tener una ansiedad manejable y tener un trastorno de ansiedad», ha sostenido Strawn.

En el futuro, estos científicos investigarán más las regiones del cerebro que se ven afectadas por la exposición a los PBDE y si hay ciertos periodos de tiempo en el embarazo que se asocian más estrechamente con el aumento del riesgo de ansiedad. También se seguirá trabajando en la mejora de las intervenciones clínicas y en la reducción de la exposición a los PBDE.

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