Acusada con síndrome de Munchaussen que casi mata a su hija dándole un medicamento dice que «creía que era lo mejor»
La mujer diagnosticada de síndrome de Munchaussen por poderes y acusada de casi matar a su hija de cuatro años al administrarle un medicamento que los médicos ya le habían retirado ha asegurado que «creía que era lo mejor para la niña» y que era «mejor hacer algo que nada» ya que, cuando los especialistas quitaron esa medicación a la menor, no le prescribieron ninguna otra.
La mujer ha reconocido que, una vez fue diagnosticada de su enfermedad mental, vio «la realidad» pero hasta ese momento, que tuvo lugar una vez que ya un juzgado le había quitado a la niña, «creía que no ponía en riesgo» a la menor, menos cuando los médicos le habían dicho que era «un medicamento que se daba a muchos niños con epilepsia, que era natural y no le hacía ningún daño».
La procesada así lo ha manifestado este martes en la primera sesión del juicio que celebra la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Cantabria y en el que el fiscal le reclama una pena de cinco años de prisión por un delito de asesinato en grado de tentativa, con la concurrencia del agravante de parentesco y la atenuante de trastorno de personalidad, y que se le quite la patria potestad sobre su hija.
El Gobierno de Cantabria ejerce la acusación particular en este caso y se ha adherido a las peticiones de la Fiscalía, mientras que la defensa solicita la libre absolución de la acusada al considerar que su enfermedad, ya diagnosticada, le exime de la responsabilidad penal.
La acusada ha relatado que su hija nació prematura y ha tenido muchos problemas de salud, estando diagnosticada de taquicardias, bradicardias y apneas por las que, desde su nacimiento, ingreso cerca de «medio centenar de veces» en el hospital.
En 2015, cuando la niña tenía cuatro años y, tras estar desde abril hasta noviembre «muy bien» y sin acudir al hospital en ninguna ocasión, la madre la llevó al centro hospitalario a finales de noviembre al decirle la profesora del colegio que la «notaba rara». Una vez allí, y dadas las patología de su hija, la acusada ha reconocido que «exageró los síntomas para que la ingresaran».
«Yo quería que la ingresaran siempre porque así estaría mejor atendida», ha dicho, y ha indicado que, durante aquel ingreso que duró unos diez días, los médicos le empezaron a dar el medicamento contra la epilepsia y, al darle el alta a la menor, le dieron una receta para que ella se lo siguiese administrando en casa.
Una semana después y tras sufrir la niña un episodio de somnolencia, regresaron al hospital donde la ingresaron y los médicos decidieron dejar de administrarle ese medicamento porque le podía estar sentando mal. Como no le recetaron ningún otro medicamento, la madre ha manifestado ante el tribunal que decidió continuar dándoselo «porque pensaba que era mejor hacer algo que nada».
«ENTENDÍA QUE ERA MI FORMA DE HACERLE BIEN»
«Por eso decidí seguir dándoselo, entendía que era mi forma de hacerle bien a mi hija, de hacer algo para que estuviese bien», ha señalado, pero ha reconocido que aquello era «una visión alterada de la realidad». «En aquel momento no veía lo que veo ahora, me obceque en eso», ha apostillado.
A pesar de que entonces su relación con su marido era normal y tenían una vida familiar estable, ha señalado que no le dijo nunca que seguía administrándole a la niña el medicamento que le habían retirado los médicos y que le estaban provocando importantes episodios de somnolencia por los que volvió a ingresar en las navidades de 2015.
Un ingreso que ya se prolongó hasta finales de marzo de 2016. Durante esos meses, la menor estuvo ingresada en Santander, Madrid y finalmente en un hospital cerca de Barcelona donde, tras varios días de ingreso, detectaron una alteración en una analítica descubriéndose que alguien le estaba administrando «algo» a la menor.
Y es que la madre, tal y como ha reconocido a preguntas del fiscal, durante todo ese tiempo le estuvo dando el medicamento a su hija, incluso cuando ésta estaba ingresada. La niña llegó a sufrir en ese tiempo un episodio muy intenso de somnolencia, calificado de coma porque no se despertaba, y a estar en tres ocasiones en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI).
Los médicos del hospital catalán detectaron en la niña niveles muy elevados de un medicamento pero la madre en aquel momento no reconoció que era ella quien se lo estaba administrando, sólo pensó que «igual era yo la que estaba haciendo algo mal». Entonces, en el hospital activaron el protocolo por maltrato, quedando la niña custodiada por los servicios sociales.
La acusada llamó a su padre, el abuelo de la menor, para decirle que «no sabía que estaba pasando pero que nos quitaban a la niña», por lo que él se trasladó desde Cantabria hasta Cataluña para comprobar qué estaba ocurriendo. Allí, se reunió con su hija y su marido, que ha asegurado en la sesión que «nunca» supo que su mujer le seguía dando el medicamento a la niña y que «hasta hoy no me ha dicho por qué lo hacía».
Estando ya los tres en el hospital catalán y aunque la niña ya estaba bajo la tutela de los servicios sociales, les dejaron seguir viéndola pero, dos días después, se volvieron a detectar altos niveles del medicamento en la menor por lo que definitivamente les apartaron a los tres de ella, al no saber quién de ellos podía estar administrándoselo aunque el padre ha indicado que un médico le aseguró que «sospechaban de su mujer».
El hospital remitió el caso al juzgado, donde se les retiró de forma cautelar la patria potestad de la menor, a la que ninguno de los tres pudo ver «durante meses». Al regresar a Cantabria, la acusada ha relatado que decidió acudir al psicólogo, que la diagnóstico del síndrome de Munchaussen por poderes, una enfermedad mental y una forma de maltrato infantil en la que el cuidador del niño, con frecuencia la madre, inventa síntomas falsos o provoca síntomas reales para que parezca que el niño está enfermo.
LA NIÑA VIVE CON EL PADRE
Una vez diagnosticada y ser consciente de que tenían un «problema», acudió al juzgado de Medio Cudeyo para ella era «quien le había estado dando el medicamento a la niña» y que así «se la diesen a su padre» y pudiesen tanto verle a él como a su abuelo. Desde entonces, la menor vive con su padre que, aunque no está divorciado de la acusada «por temas de abogados», ha rehecho su vida con otra persona, y ya puede ver a su abuelo.
El padre de la niña ha indicado que no mantiene ningún contacto con su todavía mujer, de quien ha dicho que, debido a las patologías que la menor tenía desde el nacimiento, «se obsesionaba la salud» de la pequeña pero que sigue sin comprender por qué le continuó administrando el medicamento si los médicos dijeron que ya no había que dárselo. Ha asegurado que desde hace dos años y medio la niña vive con él y no ha vuelto a ser ingresada.
Por su parte, el abuelo y padre de la procesada ha señalado que «siempre» pensó que todo lo que estaba ocurriendo con la niña era «un problema médico» y que no recuerda mucho de todo lo que aconteció en los días que pasó en el hospital catalán porque «estaba muy desconcertado y sobrepasado».
También ha dicho que, pasado el tiempo, su hija le ha reconocido que «ella era quien le había dado un medicamento a la chiquilla» porque entonces le «parecía oportuno» y pensaba que «hacía lo que estaba en su mano por el bien de su hija». De hecho, ha manifestado que siempre ha pensado que su hija es una «buena madre» y que, como cualquier otra, «hacía todo para que la niña estuviese mejor».
El juicio continuará este miércoles y jueves, 14 y 15 de noviembre, a las 9.30 horas, jornadas en las que se escucharán las declaraciones de testigos y peritos.