Una de cada 10-20 personas con cáncer desarrollará un tromboembolismo venoso o una embolia pulmonar
Una de cada 10-20 personas con cáncer desarrollará un tromboembolismo venoso o una embolia pulmonar, según ha avisado la Sociedad Española de Trombosis y Hemostasia (SETH), que recuerda que la enfermedad tromboembólica venosa (ETV), que engloba la trombosis venosa profunda y el tromboembolismo pulmonar, es la segunda causa de muerte prevenible en los pacientes con cáncer.
Además, la prevalencia del binomio cáncer-ETV es mayor y más grave que la de cáncer-ictus o la de cáncer-infarto. «El riesgo de sufrir un evento trombótico en los pacientes oncológicos es elevado tanto en el ámbito hospitalario como de forma ambulatoria, principalmente en tumores de alto riesgo trombótico (pulmón, páncreas, colon y digestivo) con una incidencia aproximada del 23 por ciento», ha señalado la miembro de la Junta Directiva de la SETH, Olga Gavin, que ha alertado de que en el paciente oncológico, la posibilidad del evento trombótico es mayor en el momento del diagnóstico y en la fase final de la enfermedad.
Y es que, prosigue, la incidencia del TEV en el paciente oncológico «es poco conocida y se ha estimado entre 0,8 y 8 por ciento dependiendo de la población estudiada, el método de detección y el tiempo de seguimiento. Además, aunque en cánceres de alto riesgo en pacientes hospitalizados y ambulatorios puede llegar hasta el 20 por ciento, y este porcentaje tiende a doblarse cuando se realiza en examen en necropsias.
Se estima que 1 de cada 10-20 personas con cáncer desarrollará una TVP o una EP. En sentido contrario, uno de cada cinco casos de TVP o EP (20% de la ETV) aparece en personas que sufren un cáncer activo. «Por eso, es fundamental recordar que los especialistas podemos tratar y ayudar al paciente a reconocer los síntomas, ya que en muchos casos se suelen confundir con efectos secundarios de los tratamientos del cáncer», ha añadido.
Existen varios factores que determinan la aparición del evento trombótico dependen de tres aspectos fundamentales: el paciente (patología previa, antecedentes personales y familiares, etc.), el tipo de cáncer (tipo de neoplasia, estadiaje, factores genéticos del propio tumor) y el tratamiento oncológico recibido (quimioterapia, inmunoterapia, cirugía, radioterapia, colocación de catéteres).
«Todos estos factores deben tenerse en cuenta para poder implementar una prevención adecuada, un diagnostico precoz y un tratamiento antitrombotico personalizado que consiga minimizar los riesgos asociados al mismo, y establecer un seguimiento adecuado para una reevaluación periódica del riesgo trombótico y hemorrágico», ha enfatizado la doctora.
QUÉ SUPONE LA TROMBOSIS EN UN PACIENTE QUE TIENE CÁNCER
El paciente con cáncer presenta un mayor riesgo de complicaciones de salud con respecto a la población general, siendo por tanto más vulnerable. «Podemos referirnos a infecciones, desnutrición, toxicidad derivada de su tratamiento oncológico, etc. La trombosis es otro de los eventos a los que estos pacientes están más expuestos, con una incidencia variable en función del que sea su tumor primario. Genera un perjuicio añadido al que ya sufre por su enfermedad de base», ha explicado la vicepresidenta de la SETH, Pilar Llamas.
De esta manera, y así lo recoge la evidencia cada vez más presente, «la reacción del paciente consiste en una mayor preocupación por su estado general y por la evolución de su patología oncológica. Este estrés experimentado, sumado a la ansiedad a la que hacemos referencia se ve potenciado por la necesidad de añadir un nuevo tratamiento al previo.
Además, añade la vicepresidenta de la SETH, en la mayoría de las ocasiones supone pincharse heparina, con los posibles riesgos hemorrágicos que implica y las molestias secundarias a la punción subcutánea.
Sin embargo, son muchos los esfuerzos que se han llevado y se siguen llevando a cabo para tratar de minimizar el impacto de la trombosis en el paciente con cáncer. En este sentid, Llamas ha informado de que se están investigando activamente los mecanismos y los factores de riesgo específicos en cada tipo de tumor, para así realizar una evaluación sistemática e individualizada de la probabilidad que cada paciente tiene de presentar esta complicación.
«Esto va a permitir modificar el abordaje y adecuar el tratamiento preventivo», ha recalcado, para asegurar que la educación del paciente es igualmente fundamental, para que así sepa reconocer los factores que debe evitar o los síntomas que pueden hacerle sospechar que tiene una trombosis.
Por otro lado, se han desarrollado nuevos tratamientos anticoagulantes que se administran por vía oral para así mejorar la adherencia y disminuir el trastorno que supone a los pacientes el tener que pincharse.
Desde la SETH han insistido en que los profesionales sanitarios que tratan a estos pacientes cada vez están mejor formados y son «más sensibles» a esta realidad intentando acompañarlos, resolviendo las posibles dudas que puedan surgir y que así puedan vivir la trombosis como un proceso intercurrente en el viaje de su enfermedad que puede controlarse y tratarse con eficacia.