Los españoles, más dispuestos a dejar de viajar en avión que a no comer carne para frenar el cambio climático
Casi el 70% están más preocupados por no contraer la COVID-19 que por los impactos a largo plazo del calentamiento global
Los españoles estarían más dispuestos a reducir sus viajes en avión que a rebajar o eliminar su consumo de carne para luchar contra el cambio climático, aunque el 68 por ciento están más preocupados en este momento por no contraer la COVID-19 que por los impactos a largo plazo del calentamiento global del planeta.
La conclusión forma parte de los resultados de la segunda encuesta sobre el clima 2020-2021 del Banco Europeo de Inversiones, que analiza las actitudes y ciudadanos europeos. Los resultados de esta edición se han centrado en como los ciudadanos quieren combatir el cambio climático en 2021 y recoge las cuestiones a las que estarían dispuestos a renunciar para hacer frente a la crisis climática y como la pandemia del COVID-19 afecta sus hábitos de viaje y a su intención de luchar contra el cambio climático.
Así, refleja que entre las opciones de renunciar a viajar en avión, comer carne, comprar ropa nueva, las plataformas de vídeo en streaming o a tener coche para luchar contra el cambio climático, el 42 por ciento e los españoles considera que renunciar a volar sería lo más fácil y el 33 por ciento señala que renunciar al coche, por el contrario, sería lo más difícil.
No obstante la encuesta del organismo europeo afirma que el 24 por ciento de los españoles encuestados ya está acometiendo «cambios radicales» en su estilo de vida para luchar contra el cambio climático.
Sin embargo, en la actualidad, para el 68 por ciento de la población española es más preocupante contraer el coronavirus que los impactos a largo plazo del cambio climático. De hecho, el 74 por ciento asegura que en este momento intentaría no usar el transporte público por motivos de salud.
En cuanto a las opciones prioritarias para contribuir a la lucha contra el cambio climático, en general los españoles ven más fácil dejar de viajar en avión que renunciar a comer carne, comprar ropa nueva, al coche o a las plataformas de vídeo en streaming.
La encuesta realizada por el BEI, el instrumento de préstamos de la Unión Europea y en la actualidad el mayor prestamista multilateral para proyectos de acción por el clima, refleja que los españoles que están realizando cambios radicales en su comportamiento para luchar contra el cambio climático (24%) es cinco puntos superior a la media de la Unión Europea, que se sitúa en el 19 por ciento.
Y dentro de este 24 por ciento, son los residentes en Extremadura (35%) y los padres de niños menores de 18 años (27%) los más representados.
EL FUTURO POST-COVID19
El trabajo refleja también que en el futuro, una vez que se levanten las restricciones, los planes de viaje se determinarán por un lado en función de la pandemia y, por otro, en base a las cuestiones climáticas.
Así, la encuesta señala que el 35 por ciento de los españoles evitará volar por las consecuencias sobre el cambio climático y el 46 por ciento optará por pasar las vacaciones en España o en un país vecino para minimizar las emisiones de carbono.
No obstante, el 34 por ciento volverá a viajar en avión «como antes» de la pandemia.
Respecto a sus preocupaciones a largo plazo, en estos momentos, una clara mayoría, el 68 por ciento de los españoles confiesa estar más preocupado por no contraer la COVID-19 que por los impactos a largo plazo del cambio climático y ese porcentaje aumenta hasta el 77 por ciento en los españoles mayores de 65 años, frente a los españoles de entre 15 y 29 años de edad, donde esa preocupación disminuye hasta el 55 por ciento.
COMO EUROPEOS, ESTADOUNIDENSES Y CHINOS
Los españoles, según la encuesta opinan similar a los ciudadanos europeos, estadounidenses y chinos respecto a lo que consideran más fácil de cumplir para luchar contra el cambio climático.
Así, independientemente de dónde vivan, los encuestados opinan que lo más fácil sería renunciar a volar, una cifra que se sitúa en un 40 por ciento para los europeos, un 38 por para los estadounidenses y un 43 por ciento para los chinos).
En ese sentido, sus preocupaciones en materia de salud son también transversales, ya que el 75 por ciento de los estadounidenses, el 71 por ciento de los chinos y el 67 por ciento de los europeos es en la actualidad menos proclive a utilizar el transporte público porque les preocupa su salud a causa de la pandemia de COVID-19.
También la mayoría de estas poblaciones está más preocupada en este momento en no contagiarse de COVID-19 que por las consecuencias del cambio climático. Esta cifra es de hasta un 79 por ciento para los chinos, el 67 por ciento de los estadounidenses y un 58 por ciento de los europeos.
Igualmente coinciden en su percepción de que sus decisiones y acciones pueden contribuir a la lucha contra el cambio climático. En este aspecto, el 80 por ciento opina así, ocho puntos por encima de la media de Europa y de Estados Unidos, que se sitúan ambas en el 72 por ciento, y cuatro puntos por debajo de la media en China, que está en un 84 por ciento.
El BEI señala que en número de encuestados que responden positivamente a esta pregunta ha aumentado de forma generalizada con respecto a 2019, con un incremento de tres puntos en la UE, siete puntos en Estados Unidos y 12 puntos en China.
Son los encuestados más jóvenes los que más tienden a creer que su comportamiento puede ayudar a marcar la diferencia en la lucha contra el cambio climático, frente a los encuestados de más edad en Europa y en Estados Unidos. Esta diferencia no se observa en China, sin embargo.
En concreto, la muestra de la UE expone que el 77 por ciento de los encuestados de entre 15 y 29 años cree que su comportamiento puede suponer una diferencia, comparados con los encuestados de 65 años o más, que se quedan en el 64 por ciento. En Estados Unidos, los porcentajes son del 75 por ciento para los encuestados de entre 15 y 29 años y del 56 por ciento para los encuestados de 65 años o más.
Para el vicepresidente del Banco Europeo de Inversiones, Ambroise Fayolle, considera que tras la COVID-19 habrá oportunidad de «dar un salto cualitativo» en la transición hacia una economía con bajas emisiones de carbono y resiliente al cambio climático.
«Una recuperación ecológica podría ayudarnos a acelerar la importante reducción de gases de efecto invernadero que necesitamos de aquí a 2030. Los ciudadanos de todo el mundo son conscientes de que su comportamiento individual puede suponer una diferencia», ha manifestado.
Finalmente, ha recordado que el BEI tiene como función acelerar esta transición verde mediante la financiación de energía limpia, soluciones de movilidad sostenibles e innovaciones que permitan a los ciudadanos cambiar sus hábitos para luchar contra el cambio climático.